Heberto Taracena Ruiz
Cuéntase que en el pueblo
adolescente-joven
no daba pie con bola
a la hora de elegir
estudios de carrera.
Sus padres, de ordinario,
le inquirían
a partir de muestrario
con tipos altibajos,
que sobre poco mas
o menos
transitaban ahí.
La lista no era larga,
por cierto.
El menos apurado
era el pupilo.
Pero los padres,
a veces cual matracas
se veían
en la necesidad
de aturdir al muchacho
entre la espada y la pared.
-Hijo, decían,
nadie más sino tú
has de llevar las riendas
de la cabalgadura;
y si al trotar el paso
caes de ancas,
abajo te cachamos…
(Lo que parece común
no lo es
por el hecho
de repetirse
en el claustro hogareño
o la vida cotidiana).
Es común porque pone
ante los ojos
frente al común de todos
los sentidos,
hechos
en que,
ejercida la misma profesión
resultados difieren
por x o por y.
Unos de boca en boca,
atrayendo.
Estotros desbocados,
rechazando.
Educación y crianza,
¿dónde estaban?
Cunduacán, Tab., a 1 de agosto de 2020