Heberto Taracena Ruiz

Diciembre, concepción,
-pensamiento-,
posadas, nacimiento,
es y ha sido
integración de fibras
a vidas y costumbres,
más allá de maneras
de ser,
diferentes,
algunas tornadizas.
Su poder nos alcanza
aunque nosotros
no lo comprendamos.
Nos descubre y cobija
con un poder que crece,
pese a los cambios
inexcusables y de toda laya.
¿Cuándo lo concebimos?
A muy temprana edad,
con los primeros años
y la imaginación sobrepasada
que no pedía de cavilaciones
ni grave entendimiento;
pero siempre incitando
al permanente niño,
-diciembre-,
al punto de fundir
ensueños
con realidades
que entonces nada piden.

Diciembre incluye
y agasaja
la existencia entera.
Conmueve, alegra:
hace de la esperanza
compañía
que sin chistar palabra
la escuchamos
antes que nada
en balbuceos
familiares,
que hacen las veces
de justo entarimado
para su desarrollo.

Diciembre,
una página digna
de trazarse
sólo y a condición
de que fragüemos
conciencia de valores
que para bien o mal
estará a nuestro arbitrio
colocarlos
en la gradilla personal.

Cunduacán, Tab., a 10 de diciembre de 2020