Heberto Taracena Ruiz
Siempre habrá
quiénes no valoran
su vida
por embustera y simple
malacrianza;
cuantimenos
las de otros.
A tanto envalentone
mueren para creerlo.
Lo propio y lo común
tienden a confundirse
de palabra
y de hecho;
no, por cierto,
en la forma mejor
de convivencia.
¡Si pudieran fundirse!
¡Qué va!
Ambos conceptos
juran darse prestadas
funciones
a su arbitrio,
aislados;
de lo que sobreviene
mezcolanza
distante,
de aparentes principios
y valores;
creyendo edificar
su Torre de Babel
con pedestales
que se desmoronan
a fuerza de peso
y sinsentido,
bajo rumores
de polvos
que llueven
asfixiantes.
Lo propio
y lo común
pierden terreno
y tambalean,
en trance
de entregarse a Dios
o de plano endosarle
culpas
¡así de cómodo!
A la hora de la hora
resulta, vaya,
que no entendemos
quiénes si,
quiénes no;
mientras la pestilencia
nos acecha
por igual,
entre qué,
cómo,
hasta cuándo.
Cunduacán, Tab., a 29 de marzo de 2020