Heberto Taracena Ruiz
Cuando salta un problema
social,
se ofrecen, entre varias,
dos opciones:
encapsularlo
o encauzarlo.
Caer en la cuenta
de que la traba en sí
va a llegar al estado
de agotamiento,
quizás implique reducirla
-en el laboratorio
discontinuo,
de la cosa pública-,
dentro de estuches
al parecer inocuos,
y que pueden tronar
en plena cara.
Almacenar en cápsulas
problemas
induce a contener
respuestas
-de chispa a chispa-,
a riesgo de volarse
en arsenal
de efectos colosales.
Otra elección estriba
en drenar cauces,
no largas…
Encauzar los canales
de líneas avaladas
por experiencias
que ponen sobre aviso
a partes en conflicto.
Esto sin esquivar
las causas inmediatas,
porque ningún problema
irrumpe de la nada.
Causas y cauces,
bien proyectados,
pueden contribuir
a sanear el ambiente
-por estricta premura-.
No éste que bambolea,
temprano y tarde,
como en el laberinto
del Minotauro:
velando que Teseo
y Ariadna unan hileras
en que barcas seguras
arranquen y naveguen
rítmicos horizontes.
Cunduacán, Tab., a 12 de octubre de 2020