Heberto Taracena Ruiz
Obliga vislumbrar
con agudeza
el mayor número de CAUSAS
-jamás todas,
-ni de un vistazo-
que aprietan el sistema
circulatorio
de venas de gobierno
y, de paso,
circulan de revote
de un lado para otro,
dentro del organismo mexicano.
Una por una
-de las causas-,
sería imposible
de enlistarse
al correr del tiempo:
perdida cuenta
de la primera
y última que no es última.
Ni el docto más ilustre
cronista
del devenir que ha sido
y que es,
podría descubrir
respuestas a la mano,
convincentes.
¿Causas? Si, causas
del desencuentro
entre personas
enconadas al colmo
y autoridades
en desconcierto.
Aquéllas, desgarradas,
exigiendo justicia;
éstas a mal traer
aguantando piquetes.
Muertes, violaciones,
desaparecidos,
secuestros:
causas de que una lista
interminable
prolonga;
y donde, frente a frente,
el enojo social
y el complejo de culpa
se dan de topes
para repelerse:
sin encontrar reposo
en la justicia
y, por ello, blandiendo
agresiones vehementes
que no sacian la ira;
entre infiltrados,
que aspiran su elemento
con resoplos de fuego.
Cunduacán, Tab., a 10 de octubre de 2020