Heberto Taracena Ruiz
Algo no riñe
con la nada,
cuando se propone
posibilidades
de revisar problemas:
algunos
de extrema
sensibilidad;
y dentro del bosquejo
localizar principios
remediales.
El lenguaje social
ha sufrido
asaltos invasivos
de términos
que en otra época
nadie pronunciaba.
Secuestro,
extorsión,
tiro de gracia,
por platicar
de ese tridente
de chancros
que irrumpieron
al habla
a ciertos niveles.
Traigamos a cuenta
los años noventa
y ya se verá
cómo golpe a golpe
fuimos horadados
por conductas
dominantes.
Producir fue una
tentación
que marcó con índice
afilado,
a emprendedores.
-A mi qué me pueden
quitar
si no tengo-.
Pudieron decir
decenas de gentes
buenas para poco;
sintiendo que el hecho
mismo
les cobijaba
de seguridad
física y económica.
Una cosa es contarlo
y otra vivirlo.
Para lugares
como Cucuyulapa
producir fue un pecado
capital,
que hombres
y mujeres
recargaron
sobre el reclinatorio
de los días.
Ellos siempre buscando
proximidad
con autoridades
del ramo.
Por lo común
tratados
con desdén.
La autoridad creyendo
estar cumpliendo.
-Ahora, ¿qué?
parece, -dicen-,
empiezan a soplar
otras corrientes.
Cunduacán, Tab., a 27 de junio de 2020