Heberto Taracena Ruiz
¿A qué tantos compradores,
cual barcos al garete
salidos de madre?
Cada uno argüirá
razones de ser,
en apariencia
llevaderas.
¡Cómo no!
¿A qué habrá vendedores
desenfrenados
en los costos
a pretexto
de la pandemia?
Cumpla cada uno
sus deberes:
tanto el ciudadano
que trabaja,
como la autoridad
que valida
licitud
y ahora, por supuesto,
inspecciona.
Quienes venden alcohol
-medalla al pecho-
¿están autorizados
para imponer precios
a su achispado antojo?
Exceptúo la respuesta,
no sin antes decir
que ofician la creencia,
-sin ironías-
de que ellos son
quienes más y mejor
dan de beber al sediento…
En tanto que
consumidores,
¿sólo de alcohol?,
no regatean…
así la casa
carezca de alimento.
¡Los precios,
sueltos!
De esa alzada,
formal e informal
re etiquetan
mercadería
sin previa
autorización
de autoridad competente.
El rio no sólo corre
de ramal en ramal:
se revuelve;
mientras que marineros
hunden anzuelos,
atarrayas,
atenidos
a que, por lo caído,
al final
predicarán
la Parábola
del Pescador.
Cunduacán, Tab., a 10 de julio de 2020