M a d r i g a l
Heberto Taracena Ruiz
Vestida de tu piel, mis ojos fueron
retocando tu cuerpo, palmo a palmo;
y a ojos vista creyeron
recibir de tu dermis cura, ensalmo.
Y qué bien le sentabas a tu traje:
nada hizo falta ni sobró a tu lado,
pues tu piel fue el paisaje
que mis ojos jamás habían mirado.
R O M A N C I L L O
Asoma la luna
en la madrugada,
cansada,
ojerosa,
¡de parranda!