Mascarriel
Mario Ibarra mibarra17@hotmail.com Rumbo Nuevo *El memorándum: ¿preguntas sin respuesta? *Adán Augusto: posibilidad de la quimera… Antes de la pascua de semana santa el presidente López Obrador puso sobre la mesa de las discusiones de la política nacional el tema político del mes: ¿Puede el primer mandatario ordenar, vía un memorándum, que el poder ejecutivo […]
22 de abril de 2019

Mario Ibarra
mibarra17@hotmail.com
Rumbo Nuevo

*El memorándum: ¿preguntas sin respuesta?

*Adán Augusto: posibilidad de la quimera…

Antes de la pascua de semana santa el presidente López Obrador puso sobre la mesa de las discusiones de la política nacional el tema político del mes: ¿Puede el primer mandatario ordenar, vía un memorándum, que el poder ejecutivo a su cargo deje, discrecionalmente, de ejercer la ley?

Por supuesto, la polémica se desató de inmediato.

La oposición en el Congreso, desarticulada y cojeando como anda, no obstante respondió en conjunto, unánimemente y, lo mas importante, de manera convincente.

A la discusión se sumaron académicos, ex ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y por supuesto, la comentocracia en su conjunto.

Incluso periodistas, analistas y columnistas que por lo regular se alinean con la política de la 4T, defendiendo sus decisiones y sus argumentos, en esta ocasión mostraron, no pocos de ellos, su extrañeza ante los términos del memorándum firmado por el presidente.

Este, en su mañanera del martes pasado, aceptó de buena gana la polémica, e incluso se congratuló de ello.

El argumento central de los impugnadores del memorándum de marras es elemental: si el primer mandatario juró respetar y hacer respetar la ley ¿cómo entender y aceptar que le ordene al aparato del ejecutivo bajo su mando que deje de aplicar, en sus términos, las leyes de la reforma educativa vigente, la cual fue aprobada por mayoría en el Congreso de la Unión y por la casi totalidad de los congresos estatales?

La controversia está planteada – y aceptada con ostensible agrado por el presidente López.

De su final dilucidación se derivarán, sin duda alguna, causes irreversibles en la actuación del ejecutivo federal para el resto del sexenio…

La polémica…
Bien visto, el asunto planteado por el memorándum presidencial nos presenta, más allá de su no pertinencia legal o no, y del presunto atentado contra la constitución, según acusan sus impugnadores, la intencionalidad política en la decisión de AMLO.

Resulta impensable suponer que el presidente y sus consejeros jurídicos ignorasen los efectos que tendría la publicación del memo.

Es totalmente absurdo conjeturar que el documento se hizo público sin prevenir las consecuencias.

Es seguro, por lo tanto, que el presidente y sus asesores sabían que en automático recibirían señalamientos de faltar al cumplimiento de la ley.

O sea: bajo este orden de ideas, resulta evidente que estamos ante una polémica política y una controversia constitucional, deliberadamente buscada por la presidencia de la republica.

No puede haber duda de ello.

Ahora, responder a las preguntas que brincan en automático: ¿por qué y para qué?, eso ya se pone bastante complicado…

Los camotes…
Desde luego, ya surgieron y se plasmaron las primeras conjeturas.

Por allá, dicen unos, que se trata de una manera muy peculiar de AMLO para medirle el agua a los camotes.

Por acá, señalan otros, el presidente intenta sacarle la vuelta a la ley, en cuanto la CNTE le ha dificultado su reforma a la reforma de Peña Nieto.

El objetivo, dicen los sostenedores de esta sospecha, sería ver hasta que punto podriále ser posible al presidente López tomar decisiones por encima o al margen de lo que mandata la letra constitucional, a partir de la enorme fuerza que le representa ese 70 por ciento de aprobación que le reconocieron la mayoría de las encuestas al cerrar sus cuatro primeros meses de mandato.

“Es un ensayo para empezar a gobernar por decreto o memorándums”, sostienen sus
críticos más pugnaces.

A esto, los partidarios de AMLO les contestan que, para descartar tal tipo de especulaciones, basta con recordar el lema de gobierno de la 4T: “Nada fuera de la ley, nadie por encima de la ley”.

Y en ese tenor se desarrolla la discusión.

El ajedrez…
Pero ello nada nos aclara sobre las intenciones de Obrador al desatar tal polémica.
Lo que sabemos, sin lugar a dudas, es que el presidente nunca da paso sin guarache.
Insístase: es indudable que él sabía la controversia que desataría su ya famoso memorándum.

Sabía que de inmediato la primera reclamación de los “adversarios”, de los “conservadores” y de la “prensa fifí” sería la que fue: que el primer mandatario no puede ordenar, de manera alguna, que no se apliquen las normas constitucionales.

Un argumento concreto y difícil, por no decir imposible, de rebatir.

Sin embargo, lo hizo.

¿Por qué y para qué?

Ahí está el quid del asunto.

Subráyese: la astucia política de AMLO es proverbial.

Jugando al ajedrez de la política, el tabasqueño es un maestro.

Anticipa varias jugadas, muchas, posteriores al movimiento de piezas que decide.

Por ello, la conclusión, necesariamente eventual, sobre sus reales propósitos al firmar el memorándum que ordena a sus subordinados del ejecutivo, sencillamente, no aplicar los preceptos constitucionales contenidos en la reforma educativa vigente, se nos irán haciendo visibles y entendibles conforme se desarrolle la controversia.

Conjeturar que AMLO firmó el tal memo así nomás, a la ligera, al a ver que sale, al ahí se va, sería pecar de ingenuos, ignorar sus talentos políticos, desconocer que, en el juego del ajedrez de la política, el tabasqueño es un jugador inventivo, que gusta tomar riesgos, que su estrategia única es la ofensiva, y que su estilo heterodoxo, atenido a una concepción muy particular del juego, lo hace un contendiente agudo, impredecible y, repítase, con una capacidad de anticipación de jugadas realmente formidable.

Estemos atentos, que el juego apenas comienza.

AMLO abrió con doble peón por el centro, jugando con las negras…

Los partidos…
Como efecto colateral, el asunto del memorándum condujo a la opinión publicada, es decir, a la comentocracia, a reparar de nuevo en la debilidad de la oposición.

En un sistema de partidos, la oposición política se ejerce a través de estos.

Los partidos son el contrapeso directo, dinámico y permanente al poder.

La clave de esa lucha permanente desde la oposición, es el desgaste del poder (de la presidencia en el caso del régimen presidencialista mexicano) y, consecuentemente, del crecimiento de la fuerza de los partidos.

Pero, se da el caso, que con la aplanadora que les pasó por encima el 1 de julio del año pasado, los partidos que tradicionalmente fueron los protagonistas de nuestra incipiente democracia, PRI, PAN y PRD, quedaron hechos añicos.

Quedaron tan golpeados, tan drenados, tan disminuidos, tan desguanzados, que están
impedidos a representar una oposición fuerte, certera, inquietante, enjundiosa y capaz de presentar de forma permanente un frente rijoso contra el poder.

O sea: tal como están no significan una preocupación mayor para el presidente López y para su partido: MORENA.

Pecado y penitencia…
Además, cosa muy importante, hay que tener muy en cuenta, siempre, que el tsunami lopezobradorista que los devastó el 1 de julio, fue en muy buena medida propiciado por ellos: el tamaño de su descredito ante la ciudadanía explica la dimensión de su apabullante derrota.

PRI, PAN y PRD fueron los puntales de la transición democrática mexicana.

Fueron las estrellas de la película.

Pero abusaron a lo bestia de sus privilegios, de su calidad de pilares, artífices y primeros beneficiarios de la democracia a la mexicana.

La convirtieron en una partidocracia grosera, altanera, prepotente, zafia, insensible y necia.

En el pecado llevaron la penitencia.

Obrador se montó sobre ese desencanto –convertido en encabronamiento de la gente, propuso un cambio categórico y esa gente lo llevó a un triunfo impresionante.

PRI, PAN y PRD intentan ahora ser una oposición legítima, verosímil y confiable.

La tienen muy cañona. Como el ave Fénix, PRI y PRD tendrían que revivir de sus cenizas, lo que está en chino.

Y el PAN, que podría reunir los elementos para volver a ser el partido de oposición que fue, carece de los liderazgos, del talento innovador y de la cohesión necesaria como para llegar a constituirse en el corto plazo, en una preocupación para MORENA y para AMLO.

Al grado que el presidente Obrador podría darse el lujo de citar a su detestado “innombrable”, Carlos Salinas y decir de la oposición: “ni los veo ni los oigo…”

Lo más seguro es que el memorándum quede por lo pronto sin efectos, al menos de manera manifiesta, y que la controversia nos ilumine el horizonte…

Aires del trópico…
Tuvo sus efectos nuestra resumida mención a que el gobernador Adán Augusto López Hernández tiene realmente, en serio, tangiblemente, concretamente, la posibilidad de hacer realidad el sueño centenario de los tabasqueños: que Frontera tenga un importante, estratégico y moderno puerto de altura.

Para no irnos más lejos, desde el gobernador Leandro Rovirosa, todos los mandatarios tabasqueños han acariciado la quimera del Gran Puerto de Frontera.

Unos, han tenido posibilidades serias de convertir el sueño en al menos un proyecto ejecutivo.

El propio Leandro Rovirosa, Enrique González Pedrero.

Roberto Madrazo y Manuel Andrade, a quienes el sueño se les apareció más de una vez en sus tiempos de campaña, lo desecharon de inicio: no eran los tiempos, no había el dinero y la relación con el todopoderoso supremo gobierno de Pinos no eran las mejores.

El último gran intento fue de un grupo de inversionistas estadunidenses y nacionales que le plantearon el proyecto a Andrés Granier.

MASCARRIEL no habla de oído. Estuvo presente en tres reuniones que sostuvieron esos empresarios petroleros con el químico en la quinta Grijalva.

El socio tabasqueño iba a ser Patricio Bosch, quien pondría los terrenos y que, llevado por su entusiasmo, se arriesgó a iniciar los trabajos de desmonte aun si contar con los permisos de SEMARNAT y PROFEPA para ello.

El más convencido impulsor del proyecto ante el gobernador Granier fue el entonces secretario de gobierno Humberto Mayans.

Había todo lo necesario: el deseo de los empresarios para desarrollar un enorme patio de construcción y reparación de plataformas petroleras marinas y terrestres, y el dinero y los terrenos para su realización.

No se pudo.

Hoy, Adán, Augusto tiene en sus manos, con posibilidades mayores que todos sus antecesores, de hacer el sueño realidad.

Como con Granier, está todo: el dinero, el proyecto y los inversionistas.

Con una enorme ventaja: la cercanía, la amistad, la enorme confianza y la compatibilidad de Adán Augusto con el presidente de la república.

Tabasco puede contar con uno de los más importantes puertos del golfo de México.

La mesa está puesta…

“Exegi monumentum aere perennius”
Horacio.

Pier
Patricio Bosch, el gran socio inversionista

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