Mascarriel
Mario Ibarra *Las artes camaleónicas de Saldívar… *Ascenso y caída de una ambición… -Lo de Arturo Saldívar, lo suyo lo suyo, es el poder: la acumulación de poder.Poder económico y poder político.Desde que se aventó al ruedo del poder y los poderes, entendió de inmediato que su insaciable gula por la riqueza económica y su […]
22 de abril de 2024

Mario Ibarra

*Las artes camaleónicas de Saldívar…

*Ascenso y caída de una ambición…

-Lo de Arturo Saldívar, lo suyo lo suyo, es el poder: la acumulación de poder.
Poder económico y poder político.
Desde que se aventó al ruedo del poder y los poderes, entendió de inmediato que su insaciable gula por la riqueza económica y su inagotable sed de poder político, le demandaban la acumulación creciente de ambos y a eso de dedicó, se dedica y se dedicará mientras pueda.
Con bastante éxito hasta ahora, hay que decirlo.
Otrosí: Arturo Saldívar es un obseso del poder, un avaro del poder.
Y como buen obseso, no para mientes para alcanzar su objetivo.
Sabe Saldívar que en la fragosa senda que se ha trazado, la ética sale sobrando; sabe que en ese arduo camino la moral es un lastre, la congruencia un ancla, la virtud una debilidad, los escrúpulos una deficiencia del carácter…

LA CONJETURA…
Arturo Saldívar se trazó, repitámoslo, un fin supremo: llegar a ser inmensamente rico y enormemente poderoso.
Visto así, para nada sorprende que haya decidido abandonar, a la manera de los entenados malagradecidos, su puesto de ministro en la SCJN, para saltar al carro electoral de Claudia Sheinbaum.
Conjeturó que en el (igualmente conjetural) gobierno de Sheinbaum, podría alcanzar la Consejuría Jurídica de la Presidencia, desde ahí escalar a la Fiscalía General de la República para, finalmente, quedarse con la candidatura presidencial del MoReNa en el 2030.
¿Qué cómo sé lo anterior? Bueno, soy reportero.
Por lo demás, las altas aspiraciones del exministro son conocidas.
Recientemente el muy bien informado columnista, Raymundo Riva Palacio, se refirió al asunto en los mismos términos.
Todo esto viene desde lejos.
Como todo individuo que hace carrera en el mundo del dinero del poder, a Arturo Saldívar su trayectoria lo define…

EL FOBAPROA…
Primero era lo primero: la acumulación del oro.
Eficiente y talentoso, habilidoso en la relaciones públicas, para el año 2000, Saldívar había ya colocado a su despacho jurídico -especializado en los juicios de amparo-, entre los más prestigiosos del país.
No fue raro, entonces, que le cayera en manos el asunto del siglo: amparar a los bancos y banqueros beneficiados con el FOBAPROA.
El lunes pasado, Héctor de Mauleon, escritor y periodista, titula su columna diaria en El Universal así: “Zaldívar fue parte del robo más grande desde la colonia”.
Consigna en su texto que, en su libro de 1999, ‘Fobaproa, expediente abierto’, López Obrador denunciaba que el Fobaproa beneficiaba únicamente a “traficantes del influencias y hombres de negocios vinculados al poder”.
El ese libro, AMLO relata como “los neobanqueros operaron sin ningún tipo de control, se prestaron millones unos a otros y se otorgaron créditos a nombre de sus propias empresas”.
Todo cierto y comprobado…

MEGAMILLONARIO…
El gobierno de Zedillo obliga a los “neobanqueros” denunciados por Obrador a vender sus bancos, ya rescatados.
En el 2000, el nuevo Instituto para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB) ordena auditorias “a fin de determinar si existían irregularidades en la compra de la cartera vencida de los bancos”, apunta de Mauleón, y es entonces que los grandes bancos acuden en masa al despacho de Arturo Saldívar para tramitar sus amparos contra esas auditorias.
De Mauleón: “el hoy apasionado defensor de la Cuarta Transformación, el heroico funcionario que abandonó la Corte para emprender la defensa ‘de los más pobres, de los desposeídos, de los olvidados de este país’ litigó hace 20 años en favor del saqueo de que estos eran víctimas”.
El despacho de Saldívar obtuvo los amparos federales.
El 23 de septiembre de 2003 en una entrevista a La Jornada (!!!), Saldívar señala que “la protección de la justicia federal a los bancos era necesaria en beneficio de la economía nacional”.
Y de la suya propia: de ahí salió mega millonario, con los fondos y relaciones suficientes para el siguiente paso: el asalto al poder político…

EL ZALAMERO…
Su amigo y a la sazón secretario de gobernación de Felipe Calderón, Fernando Gómez Mont promueve su ingreso a la SCJN.
Ya estaba donde quería.
Ahora quería más: la presidencia de la SCJN, nada menos.
La primera vez que lo intentó fue en 2014, justamente cuando Peña Nieto destellaba a nivel mundial y el “Pacto por México” lo mostraba como un potencial Gran Presidente.
AMLO había encabezado manifestaciones contra el Pacto.
Decía que en realidad era “un pacto contra México… La preparación de un gran golpe, un gran atraco”.
Saldívar elogiaba al pacto y abundaba en zalamerías hacia Peña Nieto; apuntaba que:
“La enorme transformación prevista en esas reformas (exigía) la participación de todos los actores…
“La corte debía contribuir a alcanzar los fines del pacto (…) Y la función de la Suprema Corte es defender esa visión y contribuir a que se haga realidad”.
En su búsqueda de la presidencia de la SCJN, Saldívar se presentaba a sí mismo como “el custodio jurídico del pacto”, lo que equivale a decir que se le quiso vender a Peña Nieto como el adalid constitucional de del Pacto y sus reformas.
Ese es Arturo Saldívar…
(Los entrecomillados de este segmento pertenecen al ensayo de Javier Martín Reyes ‘La batalla por la Suprema Corte’. Nexos, feb 2024)…

EL CAMALEÓN…
Pero los vientos de la política cambiaban de aire.
Saldívar no tiene un pelo de tonto: vio con antelación que nada pararía la estrella ascendente de AMLO. “De aquí soy”, se dijo, y compró boleto para subirse el barco de la 4T. (Se lo vendió Julio Scherer, pero esa es otra historia).
Con este preparó su segundo salto a la Presidencia de la Corte.
De adalid de la reformas de Peña Nieto (condenadas por AMLO por ‘neoliberales’), de un día para otro pasó a ser un ferviente defensor de los postulados de la 4T.
Según el Saldívar del 2018, los resultados de las elecciones del 2 de julio de ese año, fueron “un moción de censura al orden institucional imperante, percibido como totalmente desgastado, corrompido, permeado por el cinismo y la simulación”, decía, haciendo suyos los pareceres del obradorismo.
En el ensayo citado, Javier Martín Reyes expresa inmejorablemente el camaleonismo de Saldívar: “¿Cómo explicar las mutaciones de Saldívar? Es difícil pensar que el otrora defensor de las reformas neoliberales experimentó, en menos de un lustro, una especie de revelación divina que transformó radicalmente sus convicciones políticas y jurídicas. La ambición personal y el oportunismo político parecen ser las mejores explicaciones de esa transformación”.
Lo dicho: lo de Saldívar, lo suyo lo suyo es el Poder… al precio que sea y por cualquier medio…

LA DENUNCIA
“No es posible, en este espacio, hacer un recuento puntual de las muchas formas en que como presidente de la Corte colaboró y se mimetizó con el gobierno de López Obrador”, Apunta Martín Reyes.
Pero todos estamos enterados de ello.
Y los cargos que le imputa la denuncia anónima que detonó el escándalo que será la tumba política de Saldívar, son ciertos y muchos serán probados.
Ahora: no fue la 4T y mucho menos AMLO quienes buscaron a Saldívar: fue al revés: él ofreció, a cambio del apoyo para acceder al cargo, poner al servicio del gobierno todo el poder del presidente de la Suprema Corte.
En su comentadísimo libro ‘Traición en Palacio. El negocio de la justicia en la 4T’, Hernán Gómez Bruera lo deja clarísimo: “En 2018 no pintaban fácil las cosas para que Saldívar llegara a la presidencia de la Corte (…) Los votos no le daban y no le hubieran dado de no ser por la intervención de [Julio] Scherer. Si bien en el entorno de Saldívar se asegura que el ministro llegó a la presidencia por el apoyo de López Obrador, el Presidente no lo conocía realmente”.

“Era tan capaz en materia de mentiras, que sabía agruparlas y llevarlas al triunfo en cualquier encuentro con la Verdad”.
Cayo Galo Cornelio.

Compartir: