Mario Ibarra
*El año que viviremos en peligro…
*Costos y riesgos del humo blanco en el MoReNa…
“No hay quinto malo”, reza el refrán taurino.
La sentencia se refería a que, en las corridas de toros, el burel sorteado en el quinto turno -vaya usted a saber por qué caprichos del azar o de la providencia- resultaba excelente para la lidia y, por consecuencia, para el lucimiento del torero.
Luego, en la larga tradición del presidencialismo mexicano, el axioma se aplicó a los sexenios presidenciales.
“No hay quinto malo” se decían, desde Lázaro Cárdenas hasta Enrique Peña Nieto, los grandes, medianos y pequeños benefactores del sistema,
saboreándose las rebanadas del pastel que les tocaba.
Y peor, para esas sanguijuelas del erario, después del quinto venía el sexto año del sexenio, el año del cierre, el año de Hidalgo: el de “chingue a su madre el que deje algo…”
(Recuerdo una ocasión en Tabasco, por allá en los años noventa. En mi labor de reportero, acudí a las oficinas de la Seguridad Pública estatal, días antes del cambio de gobierno en esa entidad. Me sorprendió la actividad febril de los asistentes de los altos mandos. Guardaban máquinas de escribir, cafeteras, teléfonos, lámparas, etcétera. “¿Y ahora que hacen? -le pregunté al particular del Director.
-“Cumpliendo instrucciones -me contestó-; el jefe nos acaba de decir: hay que llevarnos todo ¡porque los que vienen ¡son unos pinches rateros…!”).
Ahora, no nos engañemos: esos insaciables chupasangres del erario siguen existiendo, y por supuesto que en este año de Hidalgo tratarán de atiborrarse con lo más que puedan. Pero volvamos a nuestro tema…
EL ZORRO…
Sí, el quinto año del sexenio era el mejor para los presidentes mexicanos.
Estaban en la cúspide de su casi omnipotencia, inauguraban obras cada semana y era el momento en que cumplían con la más grande expresión de su poder: heredar la presidencia a quien se les antojara.
Pero el año del cierre se les complicaba.
En tiempos de Ruiz Cortínez, por ejemplo, cuando el PRI-Gobierno llegaba al epítome de su perfección como sistema político extraordinariamente efectivo, como maquinaria de poder incontestable, don Adolfo fue desafiado por los dos sindicatos más poderosos de aquellos años, el de maestros y el de ferrocarrileros.
Metieron en grandes aprietos al viejo zorro que era Ruiz Cortínez, que atinó apenas a patear el bote hacia adelante, dejándole el problema a su heredero, Adolfo López Mateos.
Lo primero que hizo este como Presidente fue meter a la cárcel a los líderes ferrocarrileros Valentín Campa y Demetrio Vallejo y poner quietecito a Othón Salazar, el dirigente de los maestros.
(Al líder campesino morelense, Rubén Jaramillo, le fue mucho peor: lo mataron junto con su familia).
Años después Campa y Vallejo reconocerían que no le midieron el agua a los camotes, que no supieron ponderar que se enfrentaban al imponente, invencible, letal poder del Estado mexicano, es decir: el poder del Presidente, porque el Estado era él…
EL SOL NACIENTE…
Pero férreo, imponente, incontestable y temible, el sistema tenía sus debilidades.
Una de ellas, el sexto año del sexenio.
Sucedía que, en cuando el monarca sexenal saliente destapaba a su heredero, en automático empezaba su declinación, pues la tribuna completa concentraba su atención -y sus esperanzas y sus expectativas y sus ilusiones y su lambisconería en el flamante lucero de los mexicanos, en el sol naciente de Anáhuac, en el redivivo Quetzalcóatl sexenal, deidad laica de la Nación: ¡el candidato del PRI a la presidencia…!
LAS TRAGEDIAS…
El sexto año fue:
-tortuoso para Díaz Ordaz…
-una alucinación para Echeverría y un desastre para el país…
-una pesadilla para López Portillo y un tormento para la república…
-Una calamidad para de la Madrid y una ruina para México (150% de inflación…)
Salinas de Gortari merece punto y aparte: llegó al último día de su quinto año de gobierno con un poder tan enorme como el de Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán o Ruiz Cortínez en los suyos. Gozaba de un nivel de aprobación del ¡80%!. Había designado candidato a su delfín, Luis Donaldo Colosio. Acaba de firmarse el TLCAN. La economía parecía boyante…
Y el día 1 de su sexto año de gobierno vino el terremoto y el subsecuente colapso: se levantó en armas el EZLN en Chiapas, la economía sufrió un quiebre que nos costó el 40% de los activos nacionales, le mataron a su candidato…Total: una tragedia para Salinas y una catástrofe para la nación…
EL GUIÑAPO…
Zedillo fue la excepción: cerró bien y con una aprobación cercana al 70 por ciento.
Fox mal: no pudo poner candidato, no aprovechó la oportunidad que le habían dado los votantes para hacer grandes cosas por el país, y terminó gobernando con “la señora Martha”, que en los hechos, mandaba más que él.
Calderón más mal que bien: no pudo poner candidato presidencial; le declaró la guerra al narco y terminó cargando con los miles de asesinatos -“los muertos de Calderón”-, y con el PAN cayendo al tercer lugar en votos en la elección presidencial.
Peña Nieto empezó su declive con el asunto de Ayotzinapa, y de ahí pa’l real su gestión se convirtió en un tobogán vertiginoso; al inicio de su quinto año era ya un guiñapo político; en el sexto prácticamente desapareció y, en los hechos, le cedió el mando a Obrador al día siguiente de la elección presidencial.
¿Cómo le irá a este en su último año, al cual le restan tan sólo 317 días….?
UBICUIDAD Y VÉRTIGO…
No declinará ni un grado en su poder y en su liderazgo. Seguirá con altos índices de popularidad, arriba del 50%. No cederá ni un ápice del mando a la candidata Claudia (ahí está el ejemplo de la fallida candidatura de García Harfuch en CDMX).
Inaugurará el tren maya, el transístmico y la refinería en varias etapas, todas ellas con eventos multitudinarios.
Multiplicará las giras por todo el país.
Su actividad se intensificará hasta el vértigo; su presencia será más ubicua y espectacular.
Más aún: a diferencia de todos sus antecesores, AMLO será un elemento principalísimo en la campaña presidencial, más que Claudia.
Lo anterior sentará un precedente nuevo en la historia mexicana de las sucesiones presidenciales.
¿Se traducirá lo anterior en una candidatura gris, apocada, condicionada e, incluso, dependiente, de la candidata oficial, que podría favorecer el crecimiento de Xóchitl Gálvez?
Es lo que está por verse…
EL PELIGRO…
Ahora, en este su sexto año ¿está el Presidente Obrador blindado contra las desgracias que tanto dañaron a sus antecesores… y al país?
No.
En política los cataclismos son imprevisibles.
Y el sexenio está cerrando con demasiada breña inflamable.
Un chispazo y puede desatarse la conflagración.
Acapulco es ya una piedra en el zapato; y crecerá.
175 mil asesinatos dolosos y cerca de 45 mil desaparecidos en lo que va del sexenio pueden cobrar factura.
El problema del sistema de salud es una amenaza.
Las obras icónicas del Presidente podrían derivar en cuestiones espinosas.
Las elecciones, contra lo que dicen las encuestas, van a ser un volado.
En fin, el año del peligro, el sexto, apenas arranca.
Y el trance no es sólo para el Presidente. Es también para el país…
HERIDAS…
El MoReNa tiene candidatos.
Con raspones en 2 o 3 estados, pero el trámite está cumplido.
La nota es CDMX, por supuesto.
García Harfuch ganó todas las encuestas ¡pero perdió la candidatura!
La decisión final correspondió a… Ya Sabes Quien. Y punto.
¿Heridas? Si. Y de esas que se infectan y se convierten en llagas.
Los duros, que en esta refriega interna capitaneó el vocero presidencial, Jesús Ramírez, le comieron el mandado a Claudia.
Al final, AMLO asumió el papel de Salomón.
García Harfuch fue sacrificado en lo mero alto de la pirámide morenista.
Habrá costos. Altos.
La factura vence el 2 de junio del 2024.
Dentro de 184 días…
“En política, el infierno es el paraíso visto desde la otra parte; y viceversa…”
Adso de Melk (Personaje de El libro de la rosa, de Humberto Eco).