Mascarriel
*La comezón del séptimo año: AMLO ante la historia…*La mentalidad cuatroteísta…. Mario IbarraDentro de un año, lunes 7 de octubre del 2024, la flamante primera presidenta de México, estará cumpliendo su primera semana al frente de los destinos de la república (me excuso: así se dice en los anales).Echen la lectora, el lector, la imaginación […]
9 de octubre de 2023

*La comezón del séptimo año: AMLO ante la historia…
*La mentalidad cuatroteísta….

Mario Ibarra
Dentro de un año, lunes 7 de octubre del 2024, la flamante primera presidenta de México, estará cumpliendo su primera semana al frente de los destinos de la república (me excuso: así se dice en los anales).
Echen la lectora, el lector, la imaginación al vacío del espacio/tiempo (su ‘hábitat’ natural, diríamos) y traten de columbrar como amanecerá México ese lunes, exactamente dentro de un año.
Ahora, hay algunas cosas que sabemos desde ya.
Por ejemplo, los índices en seguridad, en asesinatos violentos, en desapariciones, en educación, en salud, en pobreza extrema, en el control de zonas enteras del país en manos del crimen organizado, poco o nada habrán mejorado.
Esa clase de realidades no se pueden cambiar de la noche a la mañana ni por arte de magia.
Nos daremos de buenas (es un decir) con que no hayan empeorado.
Pero hay otras variantes que pueden presentar diferencias de aquí a entonces.

Por ejemplo, la política.
Si la presidenta se llamare Xóchitl, la situación y las perspectivas habrán variado sustantivamente.
Si, por el contrario, se llama Claudia, las cosas seguirían más o menos igual, aunque con sus reservas: porque, como diría la Chimoltrufia: “AMLO es una cosa y Claudia es otra cosa…”

El camino…
Mucho dependerá como se hayan desarrollado las elecciones: si Claudia gana por margen amplio y el MoReNa obtiene la mayoría en el Congreso, la 4T tendrá el camino despejado.
Si, en cambio, el resultado de la elección presidencial resulta cerrado o MUY cerrado y si los morenos pierden la mayoría en el Congreso, pues el camino se verá cuesta arriba y bastante accidentado para el cuatroteismo.
Ora, si gana Xóchitl, estaremos hablando de un cambio de rumbo de 180 grados.
Como quiera, exactamente dentro de un año, el lunes 7 de octubre del 2024, estaremos frente a unas condiciones políticas y sociales que, hoy, hoy, hoy nos parecen impredecibles.
“Que dios nos agarre confesados”, decía doña Bernarda…

Don Adolfo…
En esa misma fecha, allá por la Chingada, la finca de tan eufónico nombre del expresidente López Obrador, las cosas pintarán del mismo color que le hayan pintado a Claudia, ni más ni menos.
Pero para AMLO los mismos acontecimientos tendrán un peso distinto, un peso mayor: estará en el arranque del año más difícil de su gobierno: el séptimo.
Ya he contado la anécdota: Adolfo Ruiz Cortínez le ciñó la banda presidencial a su tocayo, Adolfo López Mateos, y se fue a su natal Veracruz.
Retirado, Ruiz Cortínez se dedicaba a su deporte favorito: el dominó.
Entre ficha y ficha, uno de los integrantes de la partida, amigo del expresidente le pregunta: “Adolfo, ¿Cuál fue tu año más difícil como presidente?”
-Este, contestó lacónico don Adolfo…

El séptimo año…

Ciertamente, el año más difícil del sexenio para un expresidente del priato era ¡el séptimo!
¿Por qué?
Porque tenía que enfrentar las consecuencias de la decisión más delicada, peligrosa e irreversible de su vida: la inapelable elección de su heredero en la presidencia.
Porque sabría si había acertado o, de plano, se había equivocado.
Y empezaría a enfrentar el juicio de la historia sobre su gobierno y sobre su persona
El séptimo año fue infernal para Díaz Ordaz, Luis Echeverría, López Portillo y Carlos Salinas.
Cierto, el año más difícil del sexenio es el séptimo…

Aspiración…
Pero para Andrés Manuel lo será categóricamente.
¿Por qué?
Porque así lo eligió.
Nadie, ningún presidente antes de él se propuso, expresamente, igualarse con Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Lázaro Cárdenas.
“Aspiración desmesurada”, dijeron muchos.
“Pretensión delirante”, acusaron otros.
Será el sereno, pero la Cuarta Transformación, para su creador, es (o debe ser) nada menos que la cuarta gran gesta nacional de nuestra historia, luego de la independencia, la reforma y la revolución.
Y a ello AMLO ha dedicado toda su voluntad, todo su talento, toda su pasión y su astucia.
“La cuarta transformación es una revolución”, le dijo a Epigmenio Ibarra en una entrevista.
El presidente se refiere con frecuencia a “la revolución de las conciencias”.
Pero ¿ha sido la 4T una revolución en el sentido categórico del término?

Revolución…
No. López Obrador y su movimiento ganaron una elección democrática, organizada, realizada y sancionada por órganos autónomos: el INE y el Tribunal Electoral; una elección sufragada por ciudadanos libres y con los votos contados por los mismos ciudadanos.
AMLO obtuvo 30 millones de votos; los demás partidos en su conjunto poco más de 25 millones.
Votaron por AMLO el 53% de los ciudadanos.
Y el 47% por los otros candidatos. (Una diferencia de 6%).
La clave radica en la aplastante diferencia, en lo individual, de AMLO sobre los otros candidatos: AMLO 53%; Ricardo Anaya 26.4%, José Antonio Meade 14.1% y el Bronco 5.1%.
Visto así, el triunfo de AMLO resulta demoledor.
Y así lo percibió todo mundo.
Principalmente Andrés Manuel y el obradorismo en su conjunto.
De ahí que, para la mentalidad cuatroteísta, no fue que ganaron una elección, sino que triunfó su revolución…

Lo imposible…
Todas las revoluciones se presentan en tres etapas:-

  1. Su triunfo violento seguido de la demolición sistemática de TODO el pasado, empezando por el régimen y sus instituciones…
  2. Su instalación y afianzamiento sobre las ruinas del pasado 3
  3. La cimentación del nuevo régimen, la construcción de su estructura, la edificación de sus primeros niveles…
    López Obrador no ha intentado engañar a nadie: lo dijo incluso antes de ganar la elección presidencial: “La 4T significa el cambio de régimen”.
    Y lo repite en cada una de su mañaneras.

(Por cierto: nada más lógico que su primera decisión de gran envergadura, la demolición del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM) en Texcoco, tomada incluso antes de protestar como presidente: determinación de profundo simbolismo: el NAIM no podía de ninguna manera ser edificado bajo el ‘nuevo régimen’ de la 4T: para la mentalidad cuatroteísta, equivaldría a levantar una gran mezquita en la plaza de San Pedro en Roma, a erigir un monumento a mitad del Zócalo en honor de Carlos Salinas de Gortari: el NAIM sería el templo imponente del antiguo régimen, del viejo culto: hubiera sido el símbolo del triunfo del neoliberalismo, que es la vestía negra de AMLO: ergo era psicológica e ideológicamente IMPOSIBLE que AMLO permitiera su terminación -Bajo esta misma lógica debemos evaluar los megaproyectos de la 4T)…

Las urnas…
Pero en el 2018 Obrador ganó una elección ejemplarmente democrática, no entró a la CDMX al frente de un ejército revolucionario triunfante al cabo de
derrotar a las fuerzas del ‘supremo gobierno’, como amenazó hacerlo el subcomandante Marcos el 1 de enero de 1994.
El triunfo de AMLO viene de las urnas electorales.
Ese sólo hecho hace imposible una revolución como se la plantea el cuatroteísmo, azas de otros factores muy poderosos que se alzan como muros infranqueables para que la 4T pueda considerarse una Revolución, como la concibe el núcleo más duro del lopezobradorismo…

La realidad…
Así, dentro de un año, el expresidente López Obrador estará asumiendo que las cosas no se dieron como se pensaron, como se planearon, como se idealizaron.
Normal: nunca un gobernante -monarca, dictador, líder autoritario o presidente democrático-, ha jamás logrado estampar sobre la realidad y en el lienzo del tiempo su régimen ideal.
De Stalin a de Gaulle, de Hitler a Rooselvelt, de Mao a Madero, De Franco a Cárdenas, de Pol Pot a Kennedy, de Castro a Felipe González, ninguno logró instaurar el régimen que soñó.
Toda proporción guardada, Obrador no iba a ser la excepción….

Lunes 7-10-2024…
Sin duda el lunes 7 de octubre del 2024, el expresidente Obrador considerará sobre esta y otras cuestiones de la realidad y el devenir.
Sabe AMLO que tiene asegurado entrar a la historia como el principal líder político y social de México de la primera mitad del siglo XXI.
Pero la historia la escriben los historiadores, no los protagonistas.
Ellos juzgarán qué quiso AMLO hacer con ese liderazgo y que fue lo que pudo hacer.
Consignarán, sobre todo, CÓMO quiso hacerlo y CÓMO terminó haciéndolo.
(Para la historia, más importante es el CÓMO que el QUÉ).
La historia nos entregará al AMLO real: al de los hechos no al de las intenciones.
Al de las acciones, no al de los propósitos.
Al de los resultados, no al de los ideales.
Al de los éxitos y al de los fracasos.
En cosas así estará pensando Andrés Manuel López Obrador exactamente dentro de un año, allá en La Chingada…
“Imposible para sus contemporáneos evaluar objetivamente a los protagonistas de la historia; esa labor corresponde a los historiadores”.

Jean Paúl Richter.

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