Mascarriel
*El presidencialismo en América: de Washington a López Obrador…*Las apuestas de Adán, Marcelo y Claudia… Mario Ibarra“En el presidencialismo el jefe de Estado es al mismo tiempo el jefe de gobierno, con el título de Presidente. Ostenta las dos calidades.En consecuencia, reúne todos los poderes políticos y administrativos inherentes a la función ejecutiva más los […]
3 de julio de 2023

*El presidencialismo en América: de Washington a López Obrador…
*Las apuestas de Adán, Marcelo y Claudia…

Mario Ibarra
“En el presidencialismo el jefe de Estado es al mismo tiempo el jefe de gobierno, con el título de Presidente. Ostenta las dos calidades.
En consecuencia, reúne todos los poderes políticos y administrativos inherentes a la función ejecutiva más los poderes representativos propios de la jefatura de Estado. Puede nombrar y remover libremente a los ministros, que son sus secretarios. Este sistema, como es lógico, acrecienta los poderes presidenciales. Su método fue impuesto por la Constitución Norteamericana de 1787, que creo el Estado Federal y el gobierno republicano presidencial”.
(Enciclopedia de la política. R. Borja. FCE, 1999).
Las logias masónicas republicanas e inglesas fueron, sobresalientemente, los vectores intelectuales, políticos e ideológicos de la revolución de independencia de la Nueva España y estuvieron en el centro de la disputa por el poder en el México independiente desde 1824 hasta la muerte de Benito Juárez en 1872.
Los caudillos políticos, intelectuales, ideológicos y culturales del bando liberal y republicano, la gran mayoría, estaban imbuidos del pensamiento masónico; de Guadalupe Victoria a Juárez, de Santa Anna a Comonfort, de Ocampo a los Lerdo de Tejada, todos ellos habían abrevado en las sectas Yorkina, Escocesa y del Nuevo Rito Mexicano (derivación de las dos anteriores).
Ello explica con claridad porque las constituciones mexicanas de 1924 y de 1957 son transcripciones apresuradas, palimpsestos deliberados de la Constitución norteamericana de 1787.
(“Hasta aquí, una pequeña dosis de historia política nacional”… ¡Órale!, como diría el respetabilísimo doctor René Drucker)…

LA LETRA Y EL ESPIRITU…
Si queremos entender de qué va hoy por hoy la cosa, si queremos entender las formas de ejercer el poder de López Obrador, ha menester que sepamos como y cuando nace el presidencialismo mexicano (invención única en su género, nuestra original aportación a la historia política universal de la segunda mitad del siglo XX), cómo se desarrolla, cómo y cuándo declina y cómo resurge impetuoso con el proyecto de nuevo régimen de AMLO: su famosa cuarta transformación.
El presidencialismo norteamericano, nunca, en sus 250 años de historia, se apartó de la letra, del espíritu y los ideales de su constitución, hasta que lo hizo Donald Trump hace 3 años.
En cambio, el presidencialismo mexicano hizo de los ideales, del espíritu y de la letra de nuestras sucesivas constituciones, lo que le vino en gana al mandatario en turno…

LA CANCIÓN…
Ahí tenemos a José Antonio López de Santa Anna: ¡11 veces presidente de la república, mandamás de la nación de 1833 a 1855, mangoneado el poder durante 22 años, exigiendo al final el trato de “su Alteza Serenísima”.
Ahí tenemos a don Benito. “Si Juárez no hubiera muerto/ otro gallo cantaría/ la patria se salvaría/ etc., etc., etc.”, dice la canción.
Sí, pero si Beno (así le decían sus contemporáneos) no se hubiera muerto ¡seguiría sentado en la silla del águila!
A base de triquiñuelas y valido de las circunstancias se negó siempre a soltar el poder presidencial.
Su ultima reelección la compró, voto por voto de los diputados que lo eligieron, con monedas de oro contantes y sonantes, y aún así apenas alcanzó una mayoría de 2 votos a su favor. Como quiera, se mantuvo 14 años en el poder…

“SUFRAGIO EFECTIVO…”
Natural, don Porfirio (creador de la consigna “sufragio efectivo, no reelección) se propuso romper con los récords de Juárez y de Santa Anna, tirándose la friolera de ¡30 años cómo prócer, amo y señor y presidente!
Luego de la revolución y la nueva carta magna, el primer presidente constitucional, Venustiano Carranza, quiso heredarle la silla a un pelele para mangonearlo tras el trono. Obvio: se escabecharon a don Venus.
El caudillo resultante como hombre fuerte del México revolucionario, intentó mañosamente reelegirse. Obvio: lo acribillaron…

EL MÉTODO…
Su heredero como “jefe máximo” de la revolución, Plutarco Elías Calles, se avispó. Se dijo: “si me siento de nuevo en la silla, de seguro estos igual me balacean”.
Así, inventó un método ingenioso y efectivo: creó al Partido Nacional Revolucionario (el abuelo del PRI).
“País de instituciones, no de caudillos”, proclamó.
Y sí, pero con una ‘pequeña’ salvedad: la máxima institución era él mismo.
Por ende, ponía y quitaba presidentes a su real saber y entender.
Hasta que se equivocó con Lázaro Cárdenas quien, sin mayores miramientos lo corrió de México…

“PAÍS DE INSTITUCIONES…”
Cárdenas es el inventor del presidencialismo mexicano.
Creó su Partido de la Revolución Mexicana, que su heredero en la silla, el general Ávila Camacho, convirtió en el PRI.
Ahora sí, México era ‘un país de instituciones’: las principales: la presidencia de la república y su ‘instituto’ político: el PRI.
Asunto arreglado: durante 6 años el presidente en turno era un monarca todopoderoso. Con un añadido colosal: él y nadie más que él elegiría al heredero de la silla del águila. Pero tenía que entregar el poder.
Así se hizo, aquello funcionó durante 70 años…

“A PATADAS…”
López Portillo se declaró “el último presidente de la revolución”.
Miguel de la Madrid admite: “el sistema ya no da para más”.
A Salinas de Gortari le mataron a su candidato presidencial.
En 1999 Fox prometió “sacar al PRI a patadas de los Pinos”.
Y lo hizo.
La presidencia imperial había muerto.
La potestad mayor del presidencialismo fue la herencia.
El monarca sexenal en turno elegía a su heredero.
Ni Salinas, ni Zedillo, ni Fox, ni Calderón ni Peña Nieto pudieron heredar el poder.
El presidencialismo, efectivamente, estaba muerto…

EL HOMBRE DE LOS POPALES…
Pero en tanto esto sucedía en los recientes 30 años, desde los pantanos del sureste, desde los popales tabasqueños, se encaminada hacia el altiplano un hombre.
Su destino: el zócalo: santuario histórico del poder en México.
Su meta: vivir en el Palacio Nacional como presidente de la república.
Alcanzó ambas cosas.
Y, oh sorpresa ¡que revive el difunto presidencialismo mexicano!
Andrés Manuel López Obrador es uno de los dos o tres más poderosos presidentes de los últimos 70 años.
Quien no ponga la relación histórica anterior en la perspectiva de lo que se juega en las urnas dentro de 11 meses exactamente, no está entendiendo
de qué va la cosa…

“PRESIDENCIALISMO DEMOCRÁTICO…”
Obvio: todos -y aquí todos es TODOS- los que estamos al pendiente de la política nacional, tenemos la certeza de que el candidato(a) del MoReNa
a la presidencia será decisión única de AMLO.
Que la campaña de las corcholatas, que las encuestas, que esto y que lo otro… a pesar que él Presidente terquea en convencernos de lo contrario, nadie nos quita de la cabeza que él será el gran elector será.
(“los tiempos del señor son perfectos”, dice Adán Augusto).
Y es patente que para este y para Marcelo y Claudia, las encuestas valen gorro: los 3 trabajan para convencer a YSQ de que uno de ellos es su mejor opción.
(Monreal, el Noroñas, el güero Velasco son meros actores de relleno).
Alguien habla de un “presidencialismo democrático…”

“El fiel de la balanza iba a determinar hacia dónde señalaba y se resolvían los problemas”.
José López Portillo

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