Mascarriel
Mario Ibarra *Para entender a senadores y diputados morenistas…*Entre la política, la politiquería, la grilla y el sainete…La discusión política se desarrolla siempre en tiempo presente.El presente, anegado por la política, es por naturaleza mezquino, difuso, estridente, amazacotado, promiscuo, impreciso, borroso.Por eso es que, cuando el presente es ya pretérito, tiene que venir la historia […]
8 de mayo de 2023

Mario Ibarra

*Para entender a senadores y diputados morenistas…
*Entre la política, la politiquería, la grilla y el sainete…
La discusión política se desarrolla siempre en tiempo presente.
El presente, anegado por la política, es por naturaleza mezquino, difuso, estridente, amazacotado, promiscuo, impreciso, borroso.
Por eso es que, cuando el presente es ya pretérito, tiene que venir la historia a ordenar los sucesos, a situar las cosas en su sitio y a poner a cada quien en su lugar.
O sea: buscar la claridad, la concisión, la precisión, la objetividad y certeza en la discusión política del momento -o peor: en medio de ella-, resulta tarea sumamente aventurada, cuando no imposible.
Tales cavilaciones nos asaltaban en días pasados cuando a los legisladores del MoReNa la comentocracia, la academia, la oposición y las redes sociales les tiraron cachaza a raudales.
Normal. Tampoco hay que tirarse de los pelos. Es connatural a la democracia que los adversarios se digan de todo y sin medida, que se pinchen sus respectivas póstulas, que se mienten la madre y que, de vez en cuando, la diputadas y senadoras se desgreñen entre ellas y los diputados y senadores se reten a duelo: “afuera de este sagrado recinto, caballero, usted elija las armas”… así se dicen.
¿En qué punto, en qué momento, la política se convierte en politiquería, la politiquería en grilla vil y, todas juntas, en un espectáculo condenable, en una farsa vergonzante, en un sainete detestable?
Depende del punto de vista de cada ciudadano, por supuesto…

EL OPROVIO…
El tema es que, en el caso que nos ocupa, un buen número de ciudadanos coincidieron a la hora de juzgar, condenar, denostar y execrar a diputados y senadores morenistas que, como tales, cobran sus jugosas dietas en la nómina el Congreso de la Unión.
La historia es de sobra conocida; el hombre de Palacio envió al Congreso un largo listado de reformas a leyes secundarias, lo hizo al cuarto para las doce, con el periodo ordinario de sesiones a punto del cierre y con la instrucción de que a esas iniciativas no se les cambiase ni una coma.
Dicho y hecho, como es ya norma en la dinámica legislativa entre AMLO y su bancada en el Congreso.
¿Y qué crimen, que herejía, que abominación cometieron los legisladores federales del MoReNa para merecer el oprobio por parte de sus críticos?
Una: obedecer puntualmente, firmemente, diligentemente a su jefe, el Presidente de la República.
Para empezar, ha menester hacer notar que a ninguno de los diputados y senadores guindas se les amenazó, con una pistola en la cien -ni mucho menos-, para que aprobaran el bonche de iniciativas que les envió su patrón.
Todo lo contrario, todos, sin excepción, lo hicieron no sólo de manera convencida, sino hasta entusiasta…

EN PALACIO…
Veamos el caso de los senadores.
El bloque opositor tomó la tribuna para impedir que se llevara a cabo la sesión en la cual, lo sabían, la mayoría morenista les pasaría por encima como una aplanadora, para terminar aprobando la totalidad de las iniciativas de que les había enviado el Presidente.
Acto seguido, el hombre de Palacio citó a sus senadores a su chante, donde los achechó, los reconfortó y los envió a sesionar en la sede alterna de la antigua casona senatorial para aprobar sus reformas.
Dicho y hecho.
Y aquí llegamos al meollo de este asunto.
En Palacio, frente a su líder, los senadores estaban felices, entusiasmados.
Y así se fueron a la antigua sede del Senado.
En dos por tres aprobaron las reformas todas del ejecutivo y luego, consecuentemente, lo celebraron con bombos y platillos.
Y les llovieron el ludibrio, la ignominia y el estigma de parte de la comentocracia, la oposición en bloque, la opinión pública contraría al obradorismo y la intelectualidad en su conjunto…

REVELACIÓN Y DOGMA…
A ver: no se intenta aquí hacer la defensa de los diputados y senadores morenistas, a la mayoría de los cuales este MASCARRIEL considera muy poco aptos para el desempeño de sus altas responsabilidades republicanas, al igual que sus pares del PAN, PRI, PRD y MC.
(De estar en nuestras manos, a 9 de cada 10 legisladores federales les rebajaríamos su salario al rango que, a nuestro entender merecen: unos 20 pesos diarios, cuando mucho. A todos, sin distinción partidista).
Se trata de entender, con honestidad intelectual, el comportamiento de diputados y senadores morenos a la hora de legislar.
La explicación es muy sencilla: adoran al Presidente Obrador.
Son sus fans.
Lo consideran su líder, su guía, su caudillo, su jefe nato, su paladín, su adalid.
No pocos de ellos sostienen, con el padre Solalinde, en que Obrador es algo así como un “santo laico, un profeta” (epítetos del sacerdote), un héroe de carne y hueso.
Para ellos la palabra de AMLO es revelación y dogma, iluminación y ley.
¿No resulta, por lo tanto, totalmente lógico, comprensible entonces, que ejecuten las consignas presidenciales con total convencimiento y vehemencia?
Quien lo dude puede ver el video del festejo después de la sesión donde los senadores morenos aprobaron las reformas propuestas por su líder.
Ahí están: felices, exultantes, febriles, paroxísticos, encantados, extasiados…

CONVICCIONES…
Y eso es real, auténtico, genuino en todos y cada uno de ellos.
Digamos que para mucha gente, tal actitud denota falta de madurez ciudadana y de responsabilidad republicana.
Puede ser. Pero lo que aquí intentamos poner en relieve, es que los diputados y senadores de la 4T actúan como lo hacen con total convicción.
Individualmente, cada uno ellos, vota, opera, actúa (y hasta podríamos decir que vive) en cumplimiento de su fe obradorista y del código subsecuente.
Hace 30 años apunté (creo que fui el primero en hacerlo) que el obradorismo era un movimiento con tintes pararreligiosos, lo que explica el comportamiento de su feligresía.
Entonces, debemos asumir que cada uno de esos diputados y senadores que aprueban las iniciativas de ley presidenciales sin moverle ni una coma y de manera expedita son, cada uno de ellos, individuos que actúan convencidos de que lo que hacen y deciden como legisladores es no sólo lo correcto y lo debido, sino lo patriótico y encomiable.
Podemos, política e ideológicamente estar en desacuerdo, podemos incluso recurrir a la ética y la moral al cuestionar su comportamiento, podríamos hasta demostrar que se equivocan, pero si en verdad somos demócratas, hemos de reconocer que están en su derecho. Y respetar ese derecho…

COMPRENDER…
Ahora, si nos remitimos a sus aptitudes personales y generales para el desempeño del alto cargo republicano que desempeñan, podemos, con bases firmes, reprobar a la mayoría.
Pero aquí sí que son iguales todos de todos los partidos.
Pero ese es otro cuento.
Y para rematar: todos, absolutamente todos los diputados federales y senadores del MoReNa, le deben su puesto a López Obrador.
Él los puso donde están para que hicieran exactamente lo que hacen.
Hablamos de política.
Como hacen los historiadores, no juzgamos: intentamos comprender…

“Por lo general, los políticos exitosos se atribuyen a sí mismos un precio mucho más alto al de su verdadero valor”.
Felipe González.

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