Mascarriel
*El MoReNa y la muerte del PRI… *Sinopsis de una prolongada agonía… Mario Ibarra En 1976 sólo hubo un candidato presidencial: José López Portillo, del PRI. Tuvo que pasar casi medio siglo para que sucediera lo impensable: en las elecciones del 2024, el PRI no tendrá candidato presidencial. Este hecho les aporta a las elecciones […]
13 de marzo de 2023

*El MoReNa y la muerte del PRI…
*Sinopsis de una prolongada agonía…

Mario Ibarra
En 1976 sólo hubo un candidato presidencial: José López Portillo, del PRI.
Tuvo que pasar casi medio siglo para que sucediera lo impensable: en las elecciones del 2024, el PRI no tendrá candidato presidencial.
Este hecho les aporta a las elecciones presidenciales del próximo año un caris único: por vez primera en casi un siglo de existencia, el PRI no presentará candidato a la presidencia de México.
Se antoja pensar que un partido político al que no le alcanza su fuerza para presentar candidato a la presidencia de la república, es un partido en agonía terminal, y ya muy cercano a la tumba.
Los mandones del PRI, alito Moreno y del PAN, Marko Cortez (¡tronco de dirigentes!) acordaron que el PRI ponía a los candidatos a las gubernaturas del Estado de México y de Coahuila y el blanquiazul al candidato(a) presidencial, acuerdo que, por cierto, hizo encabronar a Jesús Zambrano, presidente de esa entelequia que lleva el nombre del PRD, pues alito y Marko (¿a poco no parece agente de ventas de Gayosso?) ni en cuenta lo tomaron…

EL TUMOR…
Cierto, en 1976 el invencible partidazo aún parecía eterno e invencible, pero el tumor canceroso que hoy lo tiene al borde de la tumba, ya había sido detectado.
Como lo hemos citado aquí en varias ocasiones, desde principios de los años setenta, el gran Gabriel Zaid empezó a dibujarnos algunos escenarios de la muerte del PRI.
50 años después, vemos con admiración que muchos de sus pronósticos resultaron asombrosamente precisos.
Cantar hoy las exequias del otrora “partidazo” no deja de resultar arriesgado, dado que, recuérdese, cuando en el 2000 Fox sacó al PRI de los Pinos, no pocos se apresuraron anunciado “el inminente deceso” de este partido y, ya lo vimos, en el 2012 reconquistó la presidencia de la república.
Pero hoy las circunstancias son muy diferentes a las del 2000.
En ese entonces, no obstante su derrota en la elección presidencial, el PRI seguía siendo gobierno en 24 estados, y la bancada tricolor en el Congreso federal seguía siendo nutrida y poderosa.
Hoy gobierna solamente los estados de Coahuila y Edomex y, como se ven las cosas en este momento, es probable que pierda su prolongado dominio en esta entidad.
Si retiene la gubernatura de Coahuila, será su patada de ahogado, pero su extinción completa será su único horizonte…

LA BANCARROTA…
Pero ¿ha muerto el PRI verdaderamente?
Hay analistas, como Macario Schetino, que sostienen que el PRI creado por Lázaro Cárdenas subsiste hoy día en la médula y el ADN del MoReNa.
Y este argumento se sostiene en base a datos históricos contundentes.
Producto de los pésimos gobiernos de Luis Echeverría y de José López Portillo, que dejaron al país en una dolorosa y catastrófica bancarrota, el PRI padeció una especie de revolución histórica.
A su manera, el PRI aplicó la máxima de renovarse o morir, y decidió abrirle el pasó a una generación política de universitarios convencidos de que la ideología del “nacionalismo revolucionario” practicada arteramente por Echeverría y López Portillo, era la responsable de los terribles fracasos económicos del régimen.
López Portillo designó candidato a la presidencia a Miguel de la Madrid, un economista competente pero un político de una grisura apabullante.
Paradójicamente, la mediocridad política de don Miguel resultó positiva para que la revolución ideológica al interior del PRI funcionara…

LA RUPTURA…
Con de la Madrid los tecnócratas tomaron el control del PRI.
Pero el priísmo conservador, tradicional y escolástico, fiel al nacionalismo revolucionario implantado por Lázaro Cárdenas no arrió sus velas, al contrario, se asumió a sí mismo como el priismo verdadero, genuino, auténtico.
Desde un primer momento vieron a los tecnócratas (ellos les endilgaron el apodo) como enemigos.
Al interior del gabinete de Miguel de la Madrid, el secretario de gobernación, Manuel Bartlett, encabezaba la corriente tradicionalista, y Carlos Salinas de Gortari y Manuel Camacho lidereaban a los tecnócratas.
Cuando llegó la hora de la sucesión presidencial, de la Madrid designó como candidato del PRI a Salinas de Gortari.
Perdida esa batalla, los priístas conservadores se salieron del PRI.
Los cabecillas de esa ruptura fueron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, y, en un plano menor, Andrés Manuel López Obrador en Tabasco…

DEL FDN AL PRD…
Rumbo a las elecciones presidenciales del 88, la muchas y diversas corrientes de las izquierdas históricas de México, se habían unido en torno a la candidatura de Heberto Castillo.
Cuando la autollamada “corriente democrática” encabezada por Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas se separa del PRI, Heberto entiende que como candidato de la izquierda no tiene posibilidad de competirle al PRI-gobierno, y le cede su candidatura a Cuauhtémoc.
Se conforma el Frente Democrático Nacional y, bueno, ya sabemos la historia: la caída del sistema con Manuel Bartlett como operador de la Comisión Federal Electoral y la muy cuestionada victoria de Carlos Salinas.
En 1989 el FDN se convierte en el PRD, partido supuestamente de izquierda.
Pero ¿Quién es su primer presidente?
El priísta Cuauhtémoc Cárdenas.
Y el siguiente es el priísta Porfirio Muñoz Ledo.
Y el siguiente el priísta Andrés Manuel López Obrador…

DEL PRD AL MORENA…
En el 2014, AMLO convierte al PRD en el MoReNa (el PRD actual es cualquier cosa, menos un partido político).
Y en el 2018 MoReNa gana la elección presidencial.
Esta interpretación de los sucesos históricos es lo que hace decir a estudiosos como Schetino que, en realidad, fue el priísmo cardenista que se separó del priísmo tecnocrático (hoy conocido como neoliberal) en 1988 el que regresó al poder con AMLO en 2018.
Por supuesto, en el inter de 1988 al 2018, el obradorismo se convirtió en un movimiento abigarrado, múltiple, difícil de definir, pero que, según la tesis de Schetino y otros, en su ADN es el gen del priísmo cardenista es dominante.
Y, bueno, el propio López Obrador contribuye a la verosimilitud de esta idea: ha reiterado su identificación con el cardenismo y condena diariamente a los tecnócratas, mejor conocidos como neoliberales, al círculo infernal de los apostatas y los herejes.
Pero, bueno, como sea, el PRI de alito, de Alfredo del Mazo, de Claudia Ruiz Massieu, de los Labastida, los Madrazo et al, ese PRI está al borde de la tumba…

“La monocracia modernizadora es una contradicción: modernizar exige democratizar”.
Gabriel Zaid.

Compartir: