Mascarriel
*AMLO, la 4T y la comezón del séptimo año… (V) *Adán, Marcelo y Claudia en sus escenarios… “A diferencia de sus antecesores, Andrés Manuel López Obrador ha sostenido expresa, tozudamente, que su propósito esencial es pasar ipsofacto a la galería de los héroes nacionales e integrarse al excelso panteón donde irradian Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero […]
12 de diciembre de 2022

*AMLO, la 4T y la comezón del séptimo año… (V)

*Adán, Marcelo y Claudia en sus escenarios…

“A diferencia de sus antecesores, Andrés Manuel López Obrador ha sostenido expresa, tozudamente, que su propósito esencial es pasar ipsofacto a la galería de los héroes nacionales e integrarse al excelso panteón donde irradian Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas.
Nada menos”
Ahí nos quedamos, preguntándonos: ¿Dónde estamos…?
Cambiando de caballo a mitad del rio. Y de un río que baja de la sierra crecido, incontrolable.
Si bien resulta indiscutible que la 4T ha realizado importantes avances en la destrucción estructural y sistémica del antiguo régimen, es también cierto que la revolución perseguida por la 4T se encuentra distante de su realización.
La 4T se plantea como un cambio de régimen, como el propio AMLO lo ha dicho y reiterado.
Así que ha menester hacer la distinción, fundamental, que él hace: “la 4T no es un cambio de gobierno, es un cambio de régimen”.
Mucha gente confunde los términos ‘gobierno’ y ‘régimen’, pero, como el propio Obrador subraya, son cosas distintas.
Un Régimen implica una forma de organización del Estado / Nación que trasciende las leyes, las normas y las instituciones.
Es un acuerdo voluntario o impuesto, mayoritario o unilateral.
En Democracia, el régimen es un acuerdo voluntario, mayoritario y asumido por ciudadanos libres.
El autoritarismo o la dictadura son regímenes en donde el Estado impone las formas e interpretaciones de la libertad, la convivencia, la interpretación y aplicación de las leyes y el control de las instituciones.
Un ‘Régimen’, es pues el conjunto de formas y fórmulas meta legales que dan cause a la interacción de Estado y Sociedad…

EL PRIATO…
Sabemos que de 1930 al 2000, en México teníamos un régimen autoritario: el priato.
No era una dictadura, porque el régimen estaba muy bien maquillado con afeites democráticos: las elecciones “libres y democráticas”, por ejemplo, que no eran tales.
Los poderes judicial y legislativo eran controlados por el Estado.
El presidente designaba a su sucesor – y a los gobernadores, y a los diputados y senadores.
Controlaba casi totalmente a los medios masivos de comunicación -prensa, radio y TV.
Pero junto a esto (y aquí radica la ‘genialidad’ del priísmo) los mexicanos nos sentíamos libres (y en buena medida lo éramos), protegidos por el Estado, el país se transformaba positiva y espectacularmente; en educación, salud, economía, movilidad de social (crecimiento extraordinario de las clases medias) y un montón de etcéteras.
El priato tuvo su época de oro, es cierto, y el país que hoy tenemos, lo construyó el PRI, para bien y para mal…

EL COPALSO…
El sistema colapsó en 1982.
Los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo destrozaron la economía del país y dejaron en la quiebra total a las finanzas nacionales.
Con Miguel de la Madrid inicia la reforma, porque no había de otra, de la conducción de la economía, la producción y las finanzas nacionales.
Pero los modos del autoritarismo político del PRI-Gobierno continuaron…

LA DIVISIÓN…
En 1988 viene el quiebre político.
El PRI se divide.
Encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez (y allá, en el incógnito Tabasco, por Andrés Manuel López Obrador),
el ala más ortodoxa y tradicionalista se viste con los ropajes de la izquierda histórica mexicana (generosamente cedidos por esta) y compite en las elecciones presidenciales de 1988 y, según ellos, y muchos miles de mexicanos de entonces y después, las ganaron.
Y su prueba contundente fue entonces, y es hoy, que a don Manuel Bartlett, a la sazón secretario de gobierno y santo patrón de las elecciones, “se le cayó el sistema”.
Como sea, ahí inició, ya expresamente, nuestra llamada “transición democrática”.
A partir de ahí la democracia le empezó ganar espacios al sistema.
Forzó reformas políticas y electorales (hay que reconocer que el priato supo reconocer que eran inevitables) hasta arrebatarle la mayoría del Congreso en 1997 y la presidencia de la República en el 2000…

LA TRANSICIÓN…
Previamente, Ernesto Zedillo, con su reforma judicial, cimentó la independencia de la SCJN.
¿La transición, esa etapa que va de 1982 al 2018, que AMLO alude y demoniza y condena bajo el genérico de ‘neoliberalismo’ ¿fue un cambio de régimen?
No. La transición ha sido una serie de reformas y transformaciones que, entre otras muchas cosas, democratizó y legitimo el sistema electoral y sus procesos de elecciones.
Limitó el poder del ejecutivo y propulsó la independencia de los poderes.
Trajo consigo el TLC -hoy TMEC- que ha puesto a México entre las principales economías del mundo y como uno de los líderes exportadores a nivel global.
Pero ni Fox, ni Calderón ni Peña personalizaron un cambio de régimen.

EL PROYECTO…
Bien, pues ahora, la 4T se propone serlo.
¿Qué tan avanzado va el proyecto?
Bastante en lo que respecta a los modos de ser gobierno, a las formas con que el ejecutivo asume su fuerza y su poder de mando, a las fórmulas creadas para la administración del erario y la obra pública, a las atribuciones de las fuerzas armadas, redistribución de la riqueza vía programas asistenciales y de becas directas, etcétera.
Pero poco en el combate al crimen organizado y la inseguridad, en lo que se refiere a los índices de salud, de crecimiento económico, de disminución de la pobreza, de la cantidad de homicidios dolosos y desapariciones, en los sistemas de procuración de la justicia (ese señor Gertz ha fallado terriblemente) y penitenciario, en educación, etcétera.
Lógico, una revolución como se propone la 4T no se hace en un sexenio.
Para afianzarse y edificar su aparato y convertirse en sistema (en un régimen), el movimiento posrevolucionario precisó 20 años: de Venustiano Carranza a Lázaro Cárdenas…

LA ESTRATEGIA…
He aquí pues la encrucijada de AMLO.
Dice Epigmenio Ibarra que la marcha en defensa del INE fue expresión de “lo que no acaba de morir”, y que la contramarcha encabezada por el Presidente fue muestra de “lo que no acaba de nacer”.
Frase recurrente que no es más que un punto de vista.
Lo cierto es que ninguno de los presidentes de la transición -ni Zedillo, ni Fox, ni Calderón ni Peña, se jugaron tanto, en lo personal, en lo político y en lo histórico, como lo que se juega AMLO en el 2024: Todo.
De ahí que perder la elección presidencial dentro de 17 meses sea un escenario que, sencillamente, no cabe en su cabeza.
Por lo tanto, hará todo lo que esté a su alcance -y todo es TODO- para que su candidato (a) se ciña la banda presidencial cedida por sus manos.
Pero AMLO sabe que la elección no está ganada.
Su estrategia electoral parte de un dato muy duro: en las elecciones federales del 2021 la oposición superó al MoReNa y sus aliados por casi 2 millones de votos…

LA CLAVE…
El candidato (a) será clave. AMLO lo designará de acuerdo a las condiciones imperantes en el momento de la decisión, que serán distintas a las de hoy.
Influirá, entre otras cosas, el candidato (a) que presente la alianza opositora.
En las condiciones existentes para el primer domingo de junio del 2024, Obrador no podrá poner al candidato (a) que más le simpatice, que más estime, que más quiera.
Tendrá que poner a quien le garantice competitividad y más: probabilidades de triunfo.
Adán, Marcelo y Claudia no sólo tienen que convencer al Presidente de que son los indicados, sino que tambien serán aquilatados por las circunstancias imperantes.
No hay nada decidido…

“La realidad no tiene compromiso con las ilusiones de los hombres y sus generaciones”.
Jorge Luis Borges.

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