Mascarriel
*AMLO, la 4T y la comezón del séptimo año… (III) *Monreal: “CDMX es plaza perdida…” Mario Ibarra “El séptimo año del sexenio era de una mordiente incertidumbre para el expresidente.. “Era el lapso de prueba para constatar que había dejado la conducción de la República en buenas manos”. Pero, además de ser el año de […]
28 de noviembre de 2022

*AMLO, la 4T y la comezón del séptimo año… (III)
*Monreal: “CDMX es plaza perdida…”

Mario Ibarra
“El séptimo año del sexenio era de una mordiente incertidumbre para el expresidente..
“Era el lapso de prueba para constatar que había dejado la conducción de la República en buenas manos”.
Pero, además de ser el año de la melancolía del poder, el “séptimo año del sexenio” era el de la entrada a la historia: apenas de regreso a su condición de ciudadano luego de haber sido, en toda la extensión de la palabra, un monarca con un poder incontestable, el ex mandatario enfrentaba su experiencia más contundente, irreversible y, casi siempre, fatal: el conocimiento de cómo sería medido y ubicado por la historia: como héroe, como villano o como presidente mediocre que no estuvo a la altura de las circunstancias históricas que lo encumbraron, que no entendió el desafió que México le ofreció.
Al repasar las particularidades del “séptimo año del sexenio”, de los expresidentes mexicanos, de Lázaro Cárdenas a Enrique Peña Nieto, encontramos que, luego del “Tata”, que al decidir heredarle el poder a Manuel Ávila Camacho y al entregarle la silla del águila, sabía sin lugar a dudas que había entrado a la historia patria por la puerta grande, sus sucesores, a partir del propio Ávila Camacho y hasta Adolfo López Mateos. Todos tuvieron, unos más y otros menos, un “séptimo año del sexenio” apacible, disfrutable, asumible.
Ninguno, de Ávila Camacho a López Mateos fue un gran estadista, pero fueron, en su circunstancia y en sus tiempos, buenos presidentes.
Los problemas del “séptimo año del sexenio” para los “EX” empezaron con Días Ordaz, quedó claro.
Echeverría y López Portillo fueron cretinizados, injuriados y denigrados un minuto después de haber entregado el poder.
A Carlos Salinas le fue peor.
Ya vimos como más o menos la libraron Zedillo, Fox, Calderón y Peña, a pesar de que han quedado lejos de merecer los laureles de la historia.
Pero ninguno de ellos, desde el “Tata” Lázaro hasta Peña, habrá enfrentado un séptimo año tan incierto y tan álgido como Andrés Manuel López Obrador…

LA VARA HISTÓRICA…
La causa es sencilla, aclaramos en nuestras dos pasadas entregas: ninguno de los presidentes mexicanos, de don Lázaro a Peña Nieto, se propusieron elocuente, reiterada y expresamente, y se fijaron como meta, tal lo ha hecho López Obrador, entrar en la historia nacional por todo lo alto, con “el ciña oh Patria tus cienes de oliva” como una una merecida alusión particular a su gestión como presidente de la república.
La pretensión del Presidente Obrador de figurar a la altura y en similar nicho junto a Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas, siendo legitima (allá y cada quien con sus personales aspiraciones) resulta, claro, un anhelo altamente riesgoso: lo que no quede a la altura de la epopeya del héroe puede ser interpretado como un revés.
O sea: de arranque, AMLO su puso la vara histórica muy, muy alta.

PALABRAS MAYORES…
Esto habla bien de él, podría decirse.
En sus propósitos, AMLO se equiparó a sus héroes tutelares.
Ha planteado a su gobierno no como una administración federal más, no como un sexenio no muy distinto entre el precedente y el que le sigue… NO: López Obrador se propone nada menos que un cambio de régimen, nada menos que la construcción de un México distinto, mucho mejor que el que recibió.
Persigue lo que él mismo ha llamado la Cuarta Transformación, es decir, una verdadera revolución, equiparable en sus dimensiones y en sus consecuencias a las convulsiones de la Independencia, la Reforma y la Revolución (sí, con mayúsculas), y con el aderezo de la gesta nacionalista de Lázaro Cárdenas, tal y como los registra la historia patria.
O sea: palabras mayores….

LA DEMOCRACIA…
Para que esto le haya parecido no sólo atractivo sino verosímil, posible y una opción política electoral comprable a una contundente mayoría de votantes mexicanos en el 2018, hubieron de conjuntarse una serie de circunstancias históricas, sociales, económicas y políticas talentosamente, sagazmente y, por momentos, hasta genialmente aprovechadas por AMLO la envolver su propuesta: su Cuarta Transformación.
El votante mexicano había puesto, desde 1988, grandes esperanzas en la transición democrática.
Decidió creer, erróneamente, que la democracia era el remedio definitivo no sólo para el desacreditado régimen posrevolucionario, sino para todos los males y todas las taras históricas que han lastrado al país a lo largo de su existencia como nación independiente.
Por supuesto, era demasiado esperar de la democracia, que, como dijo Churchill, es el peor de los regímenes inventados, con excepción de todos los demás, pero tampoco produce milagros económicos y sociales instantáneos, ni mucho menos.
La democracia le promete al ciudadano la libertad, las garantías individuales, el Estado de Derecho, la rendición de cuentas de los gobiernos y los gobernantes, y la posibilidad de cambiar de gobierno si estima que el que eligió ha fallado, que no es poco…

LA MESA PUESTA…
El votante mexicano decidió sacar al PRI de Los Pinos en el 2000.
Con Fox y Calderón, le dio al PAN doce años para transformar al país.
Como estos no cumplieron con las expectativas, decidió regresarle el poder a los que “son corruptos pero saben gobernar”, y así regresó el PRI al gobierno personificado en Peña Nieto.
Resultó peor el remedio que la enfermedad.
La mesa estaba puesta para López Obrador…

QUERER Y PODER…
Un México sin corrupción, sin impunidad, sin pobreza, con salud como la de Dinamarca, de abrazos y no balazos; sin inseguridad ni violencia criminal, sin mascares todos los días, un México en el cual “primero son los pobres y el gobierno manda obedeciendo” era una promesa que los votantes, fascinados y entusiastas compraron con arrolladora mayoría.
A este proyecto AMLO le llama la 4T.
Pero una cosa es querer y otra es poder.
La elección del 2024 será más bien un referéndum.
Como lo fue la elección federal intermedia del 2021, en la que la coalición opositora superó al MoReNa y sus aliados por más de un millón de votos.
El séptimo año de AMLO ha empezado.
Él lo sabe mejor que nadie.
Ahora ¿Qué hará o, mejor dicho, que podrá hacer en los próximos 17 meses para que su entrada en la historia sea como la ha soñado?
Intentemos dibujar sus posibles escenarios en la próxima entrega.

PLAZA PERDIDA…
Referíamos las contradicciones que jalonan la (posible) candidatura presidencial de Claudia Sheinbaum.
Perdió la principal plaza política, económica, social y cultural e histórica del país en el 2021.
Diversas fuentes (reflejadas en las columnas políticas de Tenochtitlan) aseguran, sostienen, reiteran que, cada uno por su lado, Mario Delgado y Adán Augusto, conminaron a Ricardo Monreal a que se deje de veleidades y que prepare desde ya su campaña electoral como candidato del MoReNa al gobierno de la CDMX.
La respuesta para ambos, sostienen, reiteran, aseguran, fue la misma: “Me están ofreciendo una plaza que está perdida desde hace dos años”.
Y se fue a Madrid a cotorrear con sus similares españoles y a regalarse una buena paella…

“En política, como en la guerra y en el gobierno, lo importante es el qué, pero lo determinante es el cómo”.
Gonzalo N. Santos.

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