Mascarriel
*AMLO y su testamento político: la herencia en vilo… *Los herederos y lo que el Presidente no puede heredarles… Mario Ibarra ¿Habrá Lópezobradorismo después de AMLO? Pregunta reiterada…e inevitablemente reiterativa. Y de acuciosa respuesta. ¿Habrá lopezobradorismo con Andrés Manuel lejos de Palacio Nacional? La respuesta es afirmativa, en eso no hay duda. La cuestión se […]
24 de enero de 2022

*AMLO y su testamento político: la herencia en vilo…
*Los herederos y lo que el Presidente no puede heredarles…

Mario Ibarra
¿Habrá Lópezobradorismo después de AMLO?
Pregunta reiterada…e inevitablemente reiterativa.
Y de acuciosa respuesta.
¿Habrá lopezobradorismo con Andrés Manuel lejos de Palacio Nacional?
La respuesta es afirmativa, en eso no hay duda.
La cuestión se pone ardua y caminamos sobre arenas movedizas cuando nos hacemos, por fuerza, la segunda pregunta: ¿Y qué clase de lopezobradorismo será?
Lo que nos lleva a una tercera interrogante: ¿Puede haber distintos modos de lopezobradorismo?
La cuestión no es banal.
Al contrario, es medular: estamos hablando del futuro inmediato de la nación, nada menos.
Para intentar respuestas razonables primero hay que contestar la pregunta esencial: ¿Qué es el lopezobradorismo…?
De inmediato estamos en dificultades.
No es una ideología.
No es una filosofía política ni una teoría del Estado.
No es un nuevo régimen aún (trata de serlo, intenta serlo, sostiene que lo será), aunque se presenta a sí mismo como eso, como un cambio de régimen, al que su creador, AMLO, le ha dado el nombre de Cuarta Transformación, la que todos abreviamos como 4T.
Visto lo que el lopezobradorismo no es, intentemos entonces definir lo que, en los hechos, es.
Es un movimiento variopinto, abigarrado, confuso, múltiple, polifacético.
Es un movimiento político, claro, pero también social, con aspectos pararreligiosos (advertidos y señalados por este reportero desde los “éxodos” obradoristas de los noventas, las largas caminatas desde su Tabasco hasta el corazón político e histórico de la nación mexicana, el zócalo, símbolo de su sobresaliente conquista).
Si: AMLO salió de los popales tabasqueños y encabezó a sus huestes a la conquista de la antigua Tenochtitlan, lo cual logró luego de una lucha tenaz que duro 30 años, nada menos.
Por lo tanto, el lopezobradorismo es ese movimiento casi indefinible que partió de los pantanos del sureste hasta no parar, incontenible, sino hasta en Palacio Nacional, ya convertido en gobierno, el cual, en la teoría obradorista, es el inicio de la cuarta transformación que -siempre en el contexto de la lectura muy particular a hace AMLO de nuestra historia-, nos traerá todos los bienes, los dones y las jaujas que andamos buscando desde hace más de 200 años de vida independiente.
Por lo tanto, tenemos una definición, así sea precaria y eventual, del lopezobradorismo: es un movimiento multitudinario, abigarrado y heterogéneo que se ha convertido en gobierno de la república y que se propone el cambio de régimen. Nada menos.
Así que, cuando Andrés Manuel, como lo ha reiterado, se retire totalmente de la política y, muy lejos de Palacio Nacional, se dedique a la escritura y al cultivo de su huerta de árboles frutales allá en su finca tropical de restallante nombre ¿habrá lopezobradorismo?
Lo habrá, sin duda.
Ahora, qué clase de lopezobradorismo será; se puede apostar a que eso ni el mismo AMLO lo sabe.
Lo que nos lleva a otra derivación ¿puede haber distintos modos de lopezobradorismo?
Afirmativo…

EL ALBACEA…
O sea: de que AMLO dejará su herencia política, no hay duda.
(Por algo ha dictado su testamento político recientemente).
Lo que no se sabe es la suerte de esa herencia enorme y tremenda.
Dependerá, claro, de los herederos.
De ahí la colosal importancia que contiene la decisión de Obrador a la hora de designar al albacea.
En esa determinación va en juego, en determinante medida, el destino inmediato, mediato y final de esa herencia.
Nada menos…

LA REALIDAD…
De ahí la importancia del asunto de cambio de régimen.
Como arquitecto del proyecto y como ejecutor de la obra llamada de la 4T, es natural pues, es comprensible que cada vez que se requiere, López Obrador reitere que los cimientos de esa 4T están ya firmemente asentados, que ya se levantan las primeras columnas de la estructura y que, en suma, aunque él no termine de construir el edificio, este se alzará a la altura y las dimensiones proyectadas por su arquitecto.
Esa es la visión que AMLO le extiende a sus millones de seguidores y que estos creen a pie juntillas.
(El lopezobradorismo es, entre otras cosas, la fe ciega de una gran multitud en la palabra de un hombre, de un líder, como veremos más adelante; de ahí sus rasgos pararreligiosos).
Pero falta que la realidad suscriba lo que el Presidente de la 4T sostiene en su discurso.
Y ya sabemos cómo la realidad es canija con los seres humanos.
Lo decía Borges con acierto: “la realidad no se siente nunca obligada a coincidir con nuestras intenciones…”

LA HISTORIA…
De ahí que lo del cambio de régimen sea toral en la suerte futura del lopezobradorismo.
La historia nos obliga a ser cautos, sensatos, prudentes, agudos.
Por eso hay que estudiarla permanentemente.
Y nuestra historia nos dice que, en cuestiones de cambios de régimen, los mexicanos solemos tomarnos de 3 a 5 décadas para enterrar un régimen y crear uno nuevo.
Luego de la consumación de la independencia lograda por Agustín de Iturbide (el “verdadero padre de la patria” durante mucho tiempo para muchos -y también para algunos contemporáneos hoy en día), nos llevó 40 años de sangrientas guerras civiles hasta que, con Juárez al frente, los liberales instauraron un nuevo régimen…

LA TRANSICIÓN…
Luego, para medio acabar con el porfiriato, nos tomamos otros 30 años, hasta que Lázaro Cárdenas pudo institucionalizar el poder dando paso al priato, que todavía nos dura.
Para migrar del presidencialismo autoritario del priato a la democracia, la transición ha sido larga, si convenimos en que arrancó en 1988, y aún estamos en ella.
En ese sentido, tendría razón Carlos Slim, a quien se le atribuye haber dicho a sus pares de la clase empresarial. “tranquilos, es (AMLO) un presidente de transición, no se acalambren”).
De manera que, conocedor de la historia como AMLO es (ya si estamos de acuerdo o no con su lectura, es otro asunto), sabe que un cambio de régimen no se da de la noche a la mañana, ni por encanto ni por ayuda del espíritu santo.
Sabe que para ello no basta la voluntad férrea del quizá mayor líder político y social de nuestra historia y el poder enorme de uno de los presidentes más poderosos que hemos tenido, que en su persona encarnan.
Lo sabe.
De ahí su preocupación enorme…

EL VOTO…
El cambio de régimen se lleva décadas.
Dos generaciones cuando menos.
Cuando los mexicanos lo hemos intentado, nos ha costado largas guerras que han dejado al país postrado, desfalleciente.
50 años guerreando, de 1810 a 1860 para poder sustituir al orden colonial.
10 años de guerra civil y otros tantos de asonadas caudillistas para sustituir al porfiriato.
Para pasar del autoritarismo presidencial del PRI-gobierno y, por primera vez en nuestra historia, ensayar la verdadera democracia, decidimos hacerlo por la vía civilizada del voto ciudadano.
En esas andamos.
Una diferencia que hay que apuntar: la Independencia, la Reforma y la Revolución tuvieron como causa la ruptura violenta del orden vigente y sus consecuentes guerras civiles.
El lopezobradorismo se hizo gobierno a través del voto libre y democrático.
El asunto, es que los grupos duros, dogmáticos y extremistas al interior del lopezobradorismo, actúan como si hubieran ganado una guerra civil, como si fueran los actores de una revolución semejante al asalto al palacio zarista en san Petersburgo.
Y eso es la principal dificultad que enfrenta la 4T para sentar las bases de un cambio de régimen.

LA PRESIDENCIA…
Otro dato histórico a tomar en cuenta: cuando Plutarco Elías Calles crea el PNR, “para hacer de México un país de instituciones y no de caudillos”, resultó que la primera institución era él, su persona.
El poder supremo personalizado en “el jefe máximo” de la Revolución.
El gran acierto de Cárdenas es crear la verdadera institucionalidad.
Pasar el poder totalitario del caudillo a la institución presidencial.
A partir de él, el presidente mexicano fue un monarca sexenal.
Pero, luego de su acto supremo de poder: designar a su sucesor, los presidentes del PRI-gobierno empezaban a empacar sus chivas rumbo a un destino manifiesto: el desván de la historia.
El poder residía en la Presidencia, que se lo prestaba al presidente en turno…

EL PRIATO…
Con la transición democrática, la Presidencia y los presidentes fueron perdiendo el poder supremo que ostentaban.
En 1997 el PRI pierde la mayoría en la Cámara de Diputados.
Ernesto Zedillo fue ya un presidente muy acotado.
Fox, Calderón y Peña lo fueron aún más.
El congreso de la unión, independiente, plural y sin mayorías y la SCJN, independiente y democratizada, eran, entre otros, contrapesos del poder presidencial.
Sin embargo, AMLO ha recuperado el inmenso poder que ejercieron los presidentes del priato.
Pero, como con Calles, el poder es él, no la institución presidencial.
¿Cómo heredar ese poder personal, personalizado, carismático, imponente…?

LA HERENCIA…
Otrosí: AMLO es lo que es y está donde está porque es producto de las circunstancias históricas de los últimos 30 años.
Su enorme mérito es haber leído correctamente esas circunstancias para montarse en ellas y convertirlas en su vehículo y su fuerza.
Para ello se valió de su talento, su agudeza, su sensibilidad, su sentido de la oportunidad y su conocimiento profundo de la naturaleza de los tiempos y los momentos políticos.
De su capacidad para crear un discurso, una narrativa, que sus huestes fueron convirtiendo en catecismo y que hoy siguen como dogma.
De su intuición para atacar al sistema en el momento preciso y por el flanco más débil.
De su perseverancia incansable y de su temeraria voluntad de poder.
De su capacidad de liderazgo y eficacia en la concentración del poder.
Eso, todo eso ¿cómo podría heredarse…?

LOS PASILLOS…
Aparte, AMLO sabe hoy que el carisma, el liderazgo político y social, la fe depositada en él por millones de mexicanos, no bastan para garantizar un gobierno exitoso.
Lo sabe muy bien.
Y si él, con tantas basas a su favor, sabe que al cierre de su sexenio habrá déficits innegables en varios rubros del quehacer gubernamental (la famosa realidad aludida por Borges), no hace falta mucha imaginación para pensar como son, en ciertas noches, sus silenciosas caminatas por los desiertos pasillos del Palacio Nacional.
Como apuntábamos en nuestra pasada entrega: no es nada seguro que vaya a ser Claudia la albacea.
Y Ebrard menos…

“Cuida tu corazón. Naciste para la belleza, la inteligencia y la gloria”.
Carta de Carlos Pellicer a Octavio Paz.

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