Mascarriel
*En el cuarto año de la 4T, campaña presidencial habemus… *AMLO adelantó el reloj político. ¿Por qué? Sólo él lo sabe… Mario Ibarra Podría no ser Claudia. Y esto, en términos históricos, no sería ninguna sorpresa. Para nada. Fue Lázaro Cárdenas quien ideó, diseño y puso en práctica el presidencialismo mexicano, sistema conocido como el […]
17 de enero de 2022

*En el cuarto año de la 4T, campaña presidencial habemus…
*AMLO adelantó el reloj político. ¿Por qué? Sólo él lo sabe…

Mario Ibarra

Podría no ser Claudia.
Y esto, en términos históricos, no sería ninguna sorpresa. Para nada.
Fue Lázaro Cárdenas quien ideó, diseño y puso en práctica el presidencialismo mexicano, sistema conocido como el del PRI-Gobierno, cuya principal característica fue, de 1940 al año 2000, el poder incontestable de la presidencia de la república, que convertía al presidente en turno en un monarca sexenal, con poderes cuasi absolutos y cuya principal prerrogativa era la designación de su sucesor.
Y el principal instrumento de gobierno de la Presidencia era el partido, el PRI.
Por supuesto, si el Presidente podía designar a su heredero, igual nombraba gobernadores, presidentes del PRI y, de ahí para abajo, lo que se le antojara.
El tema es hoy ineludible porque, en el arranque del cuarto año del gobierno del presidente López Obrador, estamos ya, innegablemente, en plena campaña por la sucesión presidencial.
Sí, los tiempos se adelantaron en el reloj de la política mexicana.
Y los adelantó don Andrés Manuel.
¿Por qué y para qué?
Sólo el Presidente lo sabe.
¿Qué tan bien le resultará la decisión?
Sólo el tiempo lo dirá.
Pero, en tanto, campaña (o precampaña, si usted gusta) habemus…

DON LÁZARO…
Fue Cárdenas, decíamos, quien diseñó el sistema del presidencialismo autoritario mexicano.
Su principal característica, su columna vertebral fue, apuntábamos, la autoridad metaconstitucional del presidente en turno para designar a su sucesor.
Y así operó el sistema de 1940 al 2000.
Y, desde el principio mismo, fueron varias las ocasiones en que, desde su poder incontrastable, la presidencia imperial dejó al sistema, y al país entero, pasmados y boquiabiertos, al decidirse por un candidato presidencial distinto al que todo mundo -y todo mundo era ¡todo mundo! -, al que todos daban por seguro abanderado del partido en el poder…

MÚJICA…
Y Cárdenas fue el primero en ponerle el cascabel al gato.
Hasta mediados de 1939, el gobierno en su conjunto, la clase política entera, y la nación en su conjunto, daban por hecho que don Lázaro le heredaría la presidencia a su compañero de armas; a su más confiable mentor político; a su más entrañable amigo; a su camarada ideológico, a su hermano electivo, vaya.
Más cuando en el 16 de enero de 1939, el presidente Cárdenas les pidió a Ávila Camacho, a Mújica y al general Sánchez Tapia -Comandante de la Primera Zona Militar, que renunciaran a sus respectivos cargos, “para facilitar el proceso sucesorio”.
Aquello fue interpretado, orbi et Orbis, como una hábil maniobra del presidente Cárdenas para arropar -aún más- la inminente candidatura presidencial de Francisco J. Mújica…

ÁVILA CAMACHO…
A finales de enero y principios de febrero de ese año se suscitaron dos señales llamativas, pero que todo mundo tomó como parte de lo mismo: la preparación del entramado y la escenografía para montar la candidatura del general Mújica.
Sucedió que un grupo amplio de diputados federales se declaró en construcción de un “Grupo Nacional Pro Ávila Camacho”.
Un buen “sospechocista desconfiado” -que siempre los ha habido, habría soltado un ¡ay caray! de sorpresa, pero nadie se tomó en serio a los diputados del frente camachista.
El primer nubarrón ominoso cubrió el cielo de los mujiquenses cuando, el 2 de febrero, el Consejo General de la CTM se declaró partidario de la candidatura de Ávila Camacho; ahí la cosa ya pintaba seria; la CTM, según Vicente Lombardo Toledano, agrupaba a 5 mil 92 sindicatos que, en su conjunto sumaban casi 1 millón 200 miembros.
Por supuesto, en el comité de precampaña del general Mújica, cundió la preocupación.
Que se convirtió en franca decepción cuando, 2 días después, la CNC, hacia también suya la precandidatura del general poblano.
Todavía a mediados de abril, Mújica y sus allegados, confiaban en que todo aquel “teatro” era dirigido por el presidente cárdenas para darle toda la “legitimidad democrática” a la candidatura de su paisano.
Pero la naciente maquinaria política diseñada por don Lázaro, con el partido organizando y dirigiendo a las centrales campesinas, obreras y populares, siguió sumando adhesiones para el general Ávila Camacho.
Ya no había lugar a dudas: Mújica renunció a su precandidatura el 14 de julio y el 4 de noviembre el PRM dio a conocer el nombre de su candidato presidencial: Manuel Ávila Camacho…

EL DESTAPADOR…
O sea: el sistema que perduró hasta el año 2000, se inauguró con el general Cárdenas sacándose de la chistera a un candidato impensable e impensado, dejando en un palmo de narices a una nación entera, que, casi hasta el último momento, no dudó, ni por asomo, que el sucesor del Tata sería Mújica.
Entre paréntesis, hay que recordar que en ese mismo proceso, se inauguró también el modo sucesorio priísta, con su corporativismo y la (después) legendaria cargada.
Allí también se inauguró fidel Velázquez como el “destapador” oficial del sistema.
¿Pensaría el Presidente Obrador en Fidel cuando pronunció aquello de que él sería el destapador de las “corcholatas”. Es pregunta…

EL TAPADO…
Con Ávila Camacho no hubo nunca dudas. El candidato desde un principio fue Miguel Alemán.
Y para afianzar el sistema y soldar la mecánica de la sucesión presidencial, en enero de 1946, murió el PRM y nació el PRI.
Y con el PRI nació el tapadismo, “institución” capital en el éxito y la longevidad del sistema presidencialista mexicano: el PRI-Gobierno.
Cuando, con Alemán, se acercaban los tiempos para el inicio del proceso interno sucesorio, se mencionaban varios tapados, entre ellos Antonio Martínez Báez, Nazario Ortiz Garza, Adolfo Ruiz Cortínez, Ramón Beteta, Ángel Carbajal y, sobre todo, al jefe del departamento del DF: Fernando Casas Alemán.
Fue en esa etapa cuando Miguel Alemán sondeó las posibilidades de una reforma constitucional que permitiera la reelección presidencial, topando, entre otros, con el rechazo del ejército y, sobre todo, de don Lázaro Cárdenas.
La designación de Ruíz Cortínez fue sorpresa, si, pero dentro de las posibilidades.
Sobre todo, porque aunque sonó mucho el nombre de Casas Alemán, nunca fue visto como el elegido presidencial “amarrado…”

EL “POLLO…”
El tapadismo alcanza su cima con Ruiz Cortines.
Llegados los tiempos sucesorios, había varios apuntados, si, pero, como con Cárdenas y Mújica, la convicción generalizada daba a Gilberto Flores Muñoz como seguro candidato.
Amigo de toda la vida del Presidente, político inteligente, hábil y capaz, simpático y con legiones de partidarios, se daba por hecha su candidatura.
Y quien más seguro estaba de ella era el propio Flores Muñoz, a quien sus amigos le decían “el pollo”.
La sorpresa fue mayúscula cuando, el destapador oficial del sistema, Fidel Velázquez, anunció que el candidato del sector obrero era el joven Secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos.
Como el sistema estaba ya perfectamente aceitado y funcionaba como reloj Rolex, el asombró duro un suspiro y la cargada se le fue encima al flamante candidato López Mateos.
Al otro día del destape, que fue por la tarde / noche, un pálido, desencajado, abatido Gilberto Flores Muñoz pidió audiencia en la oficina presidencial.
Lo hicieron pasar de inmediato.
Con cara de circunstancias pero con evidente cariño y con los brazos abiertos lo recibió el presidente Ruiz Cortínez, quien lo primero que le dijo fue la después famosísima frase: “ni hablar pollo, perdimos, qué le vamos a hacer…”
El sistema en todo su esplendor…

EL ESPEJO…
El candidato de López Mateos fue siempre Gustavo Díaz Ordaz.
Este, hasta antes de los hechos de Tlatelolco en octubre de 1968, tenía 3 nombres en su libreta: Antonio Carrillo Flores, Juan Gil Preciado y Rafael Moreno Valle y, en un segundo plano, a Alfonso Corona del Rosal y a José Antonio Padilla Segura.
Tlatelolco lo cambió todo.
Díaz Ordaz nunca simpatizó y menos confió en Luis Echeverria, quien en su afán de ganarse su voluntad, se rebajaba hasta la abyección ante él.
Sin embargo, dados los hechos y sus consecuencias, no tuvo más remedio que decidirse por Echeverría.
Menos de un mes después y ya con este mostrando en su campaña electoral su verdadera personalidad, cada mañana, al contemplarse en el espejo, Díaz Ordaz exclamaba “¡pendejo, pendejo, pendejo…!”

DOS PRESIDENTES…
Una mañana de septiembre de 1969, hacía yo mis pininos reporteriles cubriendo la fuente de cultura.
Por una gran fortuna y gracias a una amistad paterna, tenía una cita para entrevistar al entonces director del Museo de Arte Moderno.
En el curso de la entrevista, decidió mostrarme, físicamente, el criterio para el montaje de una exposición. Recorríamos una de las salas, solitaria en aquella hora, cuando mi anfitrión se quedó engarrotado y con ojos de plato: cruzaban la sala el presidente Luis Echeverría y su secretario de gobernación, Mario Moya Palencia.
Llegaron hasta nosotros y saludaron al Director.
“Pasábamos por aquí y decidimos echar un vistazo, ya nos íbamos, gusto en saludarte”, le dijo Moya a mi anfitrión, apurando el paso para alcanzar a Echeverría, que se acercaba a la salida.
Recuperado, el Director me dijo: “jovencito, ha tenido usted la suerte de estar frente a dos presidentes: el que aún es y el que pronto será”.
Echeverría, como Cárdenas y Ruiz Cortínez, causó el estupor nacional al decidirse por su secretario de Hacienda, José López Portillo, mediocre burócrata del aparato, hasta que en 1972 su amigo, Luis Echeverría lo hizo director de la CFE, luego secretario de Hacienda y, al cabo, presidente de la república.
Y así nos fue…

EL BEISBOL…
De la Madrid fue también sorpresa pero dentro de lo posible.
Salinas fue desde el principio el candidato de aquel.
Colosio fue siempre el candidato de Salinas.
Y todo terminó con Zedillo.
López Obrador simpatiza y practica no pocos de los usos y costumbres de la edad de oro del priísmo.
Está en su derecho. Cada quien sus preferencias.
A semejanza de aquellos años, ha concentrado un enorme poder en la figura presidencial.
Como entonces, no hay duda de que él decidirá quien será el abanderado (a) presidencial del MoReNa.
Nos ha hecho creer a todos que ya se decidió por Claudia Sheinbaum.
Puede, incluso, que esa sea su real determinación.
Sin embargo, como en el beisbol, “esto no se acaba hasta que se acaba”.
La historia nos dice que Claudia puede ser…Pero también que bien puede no ser.
¿Razones…?
Las vemos en la próxima entrega…

“Los políticos esperan que la gente respete las normas, cuando ellos no hacen otra cosa que romper sus propias reglas”.
Peter Drucker.

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