Mascarriel
Mario Ibarra *AMLO: 30 años de lopezobradorismo… y contando. *Los “éxodos por la democracia” detonaron el arranque del movimiento… Se cumplen 30 años de lopezobradorismo. Se podría decir, usando el lenguaje de otros tiempos, que el cacicazgo político de Andrés Manuel en su tierra -o, en “mi agua” como diría su venerado Carlos Pellicer-, está […]
8 de noviembre de 2021

Mario Ibarra

*AMLO: 30 años de lopezobradorismo… y contando.

*Los “éxodos por la democracia” detonaron el arranque del movimiento…

Se cumplen 30 años de lopezobradorismo.
Se podría decir, usando el lenguaje de otros tiempos, que el cacicazgo político de Andrés Manuel en su tierra -o, en “mi agua” como diría su venerado Carlos Pellicer-, está en estos días cumpliendo nada menos que 3 décadas… ¡nada menos!
Hoy estaría mejor -sería más aceptado- decir, en lugar de cacicazgo, liderazgo, dirigencia, guía política y social etcétera.
Esto así porque durante la mitad del siglo pasado, cuando menos, el término “cacique” se aplicó de manera peyorativa y condenatoria a los individuos que en sus personas asumían alguno de los eslabones en la cadena de control y de mando del sistema PRI-Gobierno, desde la más pequeña comunidad, desde los poderes políticos y fácticos del municipio y de la entidad federativa, hasta la cúspide de la pirámide, la presidencia de la república.
Así, el presidente en turno era, en los hechos un cacique sexenal.
Pero siempre en la utilización peyorativa del terminajo.
Sin embargo, el diccionario de la RAE define así la palabra cacique: 1. Jefe de algunas tribus de indios de América central o del Sur; 2. Persona que ejerce mucho poder en los asuntos políticos, sociales y administrativos de un pueblo o comarca.
Es en esta última acepción sancionada por la RAE que utilizamos aquí el término.
Y es que en este mes de noviembre se están cumpliendo 30 años de que AMLO, en su calidad de jefe político local del PRD durante 25 años y en su función de líder moral de un vasto movimiento político y social (y algo más) que empezó desde entonces a gestarse, ha ejercido el prurito de designar a todos (y todos es TODOS) los candidatos a puestos de elección locales y federales de 1991 hasta el 2012, cuando en Tabasco la oposición perredista dejó de serlo para convertirse en el partido en el poder.
En ese año, AMLO le concedió a Arturo Núñez la designación de algunos candidatos a diputados y alcaldes locales, reservándose para sí, las candidaturas que consideró necesarios y “recomendándole” a Núñez a varios integrantes de su gabinete.
Para el 2018, dejó en manos del candidato del Morena a la gubernatura de Tabasco, Adán Augusto López Hernández, la designación de todas las candidaturas. Pero no nos desviemos…

¿ES UNA IDEOLOGÍA…?
El tema es que eso que llamamos “lopezobradorismo” está cumpliendo 30 años de vigencia en Tabasco.
¿Qué es el lopezobradorismo?
No es una ideología.
No lo es en el sentido en que no es “un sistema estructurado de ideas creencias y valores filosófico políticos sobre el fenómeno humano y el fenómeno social”, como lo define la Enciclopedia de la Política de Rodrigo Borja.
Sin embargo, el Diccionario de la RAE define a la ideología como “el conjunto de ideas que caracterizan el pensamiento de un individuo, de un colectivo, de una época o de un movimiento”.
En esta definición, forzándola un poco, sí sería posible enmarcar al lopezobradorismo como una ideología.
Y el mismo Diccionario de la Política, señala “que las ideologías son distintas maneras de entender la libertad, la justicia social, el equilibrio entre la libertad y la autoridad, la organización y los fines del Estado”.
Visto así, el lopezobradorismo sí sería una ideología.
Esta búsqueda de una definición no es ociosa, nos adelantamos simplemente a una discusión que abordarán en el futuro, sin duda alguna los historiadores.
Para ellos estas notas de Rumbo Nuevo serán de utilidad, sin duda…

EL LIDER…
Si bien AMLO se revela como un político sui géneris con gran capacidad de contacto y entendimiento con amplias capas populares en 1988 cuando, sorprendentemente, obliga a la cúpula nacional del PRI a acudir de emergencia a Tabasco, pues su campaña electoral como candidato del FDN a la gubernatura del estado, crecía a ojos vistas.
Por supuesto, en el CEN del PRI se preocuparon.
Luis Donaldo Colosio, a la sazón presidente del tricolor, envió a uno de sus políticos más cercanos, Roberto Madrazo, a que le pusiera remedio a la situación.
Este llegó a Tabasco acompañado del exgobernador con licencia, Enrique González Pedrero, tomaron posesión del PRI estatal y asumieron el control de la campaña del candidato priísta, Salvador Neme Castillo.
Al final, en noviembre de 1988 el PRI ganó las elecciones estatales a su estilo: carro completo, pero un hecho incontrovertible quedó claro: en Tabasco (el tradicional “laboratorio de la revolución”, según Francisco J. Múgica), había nacido la oposición y, algo más preocupante para el sistema, tenía un líder: López Obrador…

EL MOVIMIENTO…
Llegaron las elecciones intermedias de noviembre de 1991.
En los tres años previos, ya montado en un liderazgo indiscutible, AMLO realizó un exhaustiva, intensa y extensa campaña de proselitismo, de convencimiento y de organización del nuevo partido, el PRD, del cual era el presidente estatal.
En esos 3 años, el de Neme Castillo fue un mal gobierno.
Cuestionado por tirios y troyanos, es decir: por la creciente militancia perredista y por “las fuerzas vivas” del PRI, principalmente por la oligarquía criolla estatal, la gestión nemista ya había prendido focos amarillos en el CEN del PRI y en Los Pinos.
Por vez primera, en noviembre de 1991, en Tabasco hubo competencia electoral.
Sobre todo, en la región de La Chontalpa, el acopio de votos de los candidatos del PRD fue sorprendentemente alto.
Con sus métodos proverbiales, el PRI volvió a ganar carro completo en alcaldías y diputaciones de mayoría, pero el PRD obtuvo sus primeras diputaciones por la vía plurinominal.
AMLO se negó tajantemente a reconocer los resultados electorales, denunció un fraude masivo y organizó y arrancó el primero de sus “éxodos por la democracia”.
En nuestra tesis, ese fue el instante en que nació el movimiento lopezobradorista.
Se gestó, sí, en 1988, pero su nacimiento efectivo fue en noviembre de 1991.
Por ello apuntamos: el lopezobradorismo está cumpliendo 30 años…

EN CAMINO…
Los “éxodos por la democracia” fueron el primer desafió frontal y decidido de AMLO contra el poder del sistema PRI-Gobierno y contra la fuerza del presidente Salinas de Gortari… Y lo ganó.
Las “concertacesiones” salinistas, que consistían en cederle a la oposición ciertas rebanaditas de poder, se aplicaban fin que no pasaran las cosas a situaciones de violencia, de dar la impresión de un “entendimiento democrático” entre las partes, por un lado y, por el otro, lograr alguna dosis de la legitimidad que le faltó desde el día en que fue declarado presidente electo… legitimidad que finalmente nunca obtuvo.
Bajo esa figura, se negociaron las gubernaturas de Guanajuato y Michoacán y se reconoció el triunfo del PAN en Baja California.
Iniciado 1992 y luego de darse a conocer los resultados oficiales de los comicios en Tabasco, AMLO los repudia y marcha con sus huestes rumbo al altiplano.
El Lopezobradorismo se ponía en camino…

EL FIN DE NEME…
La concertacesión resultó un indiscutible triunfo para el movimiento aún incipiente pero ya en marcha indetenible encabezado por AMLO.
Los triunfos priístas en los municipios de Macuspana -la tierra chica del nuevo líder político y social nacido en Tepetitán-, en Cárdenas y Jalpa de Méndez, fueron anulados y en ellos se designaron respectivos concejos municipales dominados por el PRD.
Con el triunfo ya en la sala de trofeos y con el reconocimiento rotundo de su liderazgo, con los consejos políticos perredistas ya instalados, de repente AMLO se vio sin campo de batalla abierto, sin desafío inmediato a llevar adelante.
Pero, político sin suerte, político mediocre.
Si hasta las elecciones intermedias de 1991 el gobierno de Salvador Neme se encontraba en dificultades, con un priísmo estatal irritado y empujando su renuncia, principalmente por parte de las clases acomodadas, la iniciativa privada en su conjunto y lo que llamaríamos la aristocracia tabasqueña, luego de los éxodos de AMLO la posición de Neme Castillo se volvió insostenible.
En marzo de 1992, lo llamaron a la secretaría de gobernación nomás para ordenarle que firmara su renuncia como gobernador de Tabasco.
Así se usaba en esos tiempos. Con Carlos Salinas de Gortari en la presidencia, 16 gobernadores dejaron su puesto antes de terminar su mandato. . .

LOS PETROLEROS…
En sustitución de Neme arribó a Tabasco como gobernador Manuel Gurría, el político más cercano a Hank Gonzales y parte de la fracción de priístas que pugnaba por la candidatura de Luis Donaldo Colosio como candidato a la presidencia.
Por cierto, Adán Augusto formó parte del primer equipo de Gurría, lo mismo que varios de los principales funcionarios del actual gobierno de Tabasco. Dato nada baladí).
La llegada de Gurría coincidió con una de las tantas reestructuraciones administrativas de Pemex, que tuvo como como primera -y grave- consecuencia, el despido de miles de trabajadores eventuales de la entonces paraestatal.
Las protestas no se hicieron esperar.
De un día para otro la concentración de los petroleros despedidos sin indemnización creció en la plaza de armas tabasqueña, hacinándose frente al palacio de gobierno.
El entonces secretario de gobierno, Juan José Rodríguez Prats confesó muchos años después que no supo aquilatar ni medir el significado político y social del movimiento de los petroleros, que aumentaba en dimensiones ya no por días, sino por horas.
En aquellos tiempos, los periodistas Guillermo Hubner, José Manuel Zurita, J.J. Morales y quien esto escribe, solíamos desayunar con AMLO una vez a la semana en el restaurante el hotel Manzur (adquirido poco después por Carlos Cabal Peniche, para mayores señas).
Un mañana, después del desayuno, caminamos de la calle de Madero a Plaza de Armas.
Al ver el conjunto enorme de petroleros que hacían una enorme bulla frente a Palacio de Gobierno, Andrés Manuel nos preguntó que a qué se debía aquello.
Le explicamos someramente las causas del asunto.
“A ver, déjenme ver cómo está la cosa”, nos dijo, y se adentró entre la multitud.
De ahí no paró hasta poner al gobierno de Salinas casi de rodillas, con el zócalo tomado por miles de petroleros, cercano ya el 15 de septiembre, con lo que la ceremonia del grito se ponía en vilo.
Vino la negociación encabezada por Manuel Camacho Solís, pero operada mayormente por Marcelo Ebrard (de ahí viene la relación con AMLO) y de nuevo el tabasqueño le puso el cascabel al gato.
El lopezobradorismo era ya un movimiento de dimensiones regionales, pero con repercusiones nacionales.
Las elecciones tabasqueñas de 1994 serían su catapulta definitiva a la conquista del altiplano…
(Continúa…)

“En política, los odios compartidos son casi siempre la base de amistades productivas”.
Alexis de Tocqueville.

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