Mascarriel
*Los años violentos: el virulento huracán que recibió a la 4T… *Arturo Saldívar: si chocamos contra el árbol, no vemos el bosque… Mario Ibarra De las ciudades más violentas del mundo, 7 están en México. Y de las 50 ciudades con mayor número de asesinatos por cada 100 mil habitantes, 18 se localizan en nuestro […]
26 de abril de 2021

*Los años violentos: el virulento huracán que recibió a la 4T…
*Arturo Saldívar: si chocamos contra el árbol, no vemos el bosque…

Mario Ibarra
De las ciudades más violentas del mundo, 7 están en México.
Y de las 50 ciudades con mayor número de asesinatos por cada 100 mil habitantes, 18 se localizan en nuestro país.
Ninguna otra nación se nos acerca en el ranking, ni de lejos.
Ahí sí: somos tan competitivos que no tenemos competencia en el resto del orbe.
Ni en los países en guerra, vaya.
Los datos -oficiales, públicos y comprobables- fueron dados a conocer por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, organización que ha logrado a pulso la credibilidad y el prestigio que la acreditan.
Los datos referentes al 2020 no son para nada una sorpresa: tenemos cuatro años ocupando tan “distinguido” lugar a escala mundial.
La ciudad más violenta del mundo en el 2020 fue Celaya, con 110 asesinatos por cada 100 mil habitantes.
Tijuana la segunda con 105 asesinatos por cada 100 mil habitantes.
En tercer lugar, aparece Ciudad Juárez con 103.
En cuarto Ciudad Obregón con 102.
La quinta es Irapuato con 95.
Le sigue Ensenada con 90
En el séptimo lugar está San Luis Missouri en USA
En el lugar 8 se ubica Uruapan y cierran la lista Feira Santa Ana en Brasil y Cape Town en Sudáfrica.
El Consejo cumple 13 años dando a conocer su informe anual.
En ese lapso, en 7 años una ciudad mexicana se ha llevado la presea de la más violenta del mundo.
En los dos últimos años, en México se padecieron cifras récord en asesinatos dolosos: 34 mil 681 en 2019 y 34 mil 552 en 2020. (Cifras oficiales de las autoridades mexicanas).
El poeta chino Tsao Qung-Hang (651-721), se lamentaba ante un paisaje inefable: “Esa es mi desesperación: que no veo nada más allá de lo que veo”.
Si nuestro “paisaje”, hoy, tienen que ser las mordientes cifras de la violencia criminal, no paremos en lamentos como el poeta Tsao: tratemos de VER más allá de esos números de ignominia nacional…

LA IMPOSIBLE JUSTIFICACIÓN…
De las 10 ciudades más violentas del mundo, 7 están en México.
¿Qué justificación, qué excusa, qué explicación podríamos argüir, para nuestro descargo, ante la acusadora mirada del resto del mundo?
Justificación no puede haberla.
La excusa sería sencillamente un alarde de cinismo y cobardía.
La explicación existe y debemos asumirla y exponerla.
Sabemos que la violencia criminal y el dominio de cárteles sobre territorios específicos, las masacres, empezaron a ganar espacio en medios desde los primeros años del sexenio de Vicente Fox.
Este, <>, no hizo prácticamente nada contra la creciente presencia de los cárteles.
Incluso, le recomendó a su sucesor: “con el crimen organizado ni te metas…”

EL OPROVIO…
Sabemos cómo se desató la matazón con la declaratoria de guerra al narco del presidente Calderón en el 2006, que acudió a su tierra, Michoacán, en auxilio del entonces gobernador, Lázaro Cárdenas Batel (hoy jefe de asesores del Presidente Obrador), a cuyo gobierno los “caballeros templarios” y otros carteles, le habían arrebatado el control de casi una cuarta parte del territorio estatal.
Sabemos que en el sexenio de Enrique Peña el problema creció a las dimensiones que hoy lamentamos.
Ya desde el 2008, el 2009 y el 2010, al menos una ciudad mexicana figuraba entre las 10 más violentas del mundo.
Del 2011 al 2016 salimos de ese ranking oprobioso.
Pero volvimos a él en el 2017-18.
Pero nunca, como hasta ahora, las 6 ciudades más violentas del orbe habían sido mexicanas…

EL ESTADO…
La evidencia es desgarradora.
En 20 años, el Estado Mexicano ha sido incapaz de poner freno -ya no digamos controlar y sujetar- al crimen organizado y su brutal violencia homicida.
No hablamos de gobiernos -Zedillo, Fox, Calderón, Peña, López-, no: hablamos del Estado Mexicano.
Y el Estado Mexicano somos todos: el pueblo, el territorio, es decir: la nación, las instituciones, el poder político, es decir: el gobierno; es decir: los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, con facultades de interlocución, guía y mando sobre la sociedad y con la obligación primaria de garantizarle seguridad sobre sus vidas y sus bienes…

EL GOBIERNO…
Al Estado le conferimos el monopolio de la fuerza, le confiamos la aplicación de la ley y le exigimos el respeto de la misma, le encargamos la administración de la República, de la riqueza que creamos entre todos para que nos garantice en primer lugar seguridad, y, en el mismo grado de importancia, libertad, Estado de Derecho, educación, salud, desarrollo, cultura, bienestar etcétera. El Estado es todos nosotros: es la nación erguida, jurídica y políticamente organizada para nuestra preservación, desarrollo y florecimiento.
El responsable de la conducción del Estado, es el gobierno en turno…

LA TRAGEDIA…
Si el actual gobierno padece, en sus dos primeros años de gestión (2019-20), los números más monstruosos de asesinatos dolosos en nuestra historia, resulta imperativo subrayar que recibió la responsabilidad de la conducción del Estado mexicano en medio de un huracán de violencia criminal desatado a niveles nunca antes vistos.
La tragedia no empezó en el 2019: viene desde el 2002 en su actual dinámica, e, incluso, su origen hay que situarlo antes, a principios de los años noventa del siglo pasado.
Del 2013 a la fecha la violencia homicida incrementó sus saldos sangrientos año tras año.
Esa furia criminal no es culpa de la 4T, pero desde el 1 de diciembre del 2018, es su responsabilidad.
Así como se habla de “los muertos de Felipe Calderón”, y lo mismo se dice de “los muertos del peñismo”, la 4T contabiliza “sus muertos” desde hace dos años y pico.
Pero las estadísticas son rígidas y lacónicas.
Los números pueden impresionarnos como instantánea efectista.
Si no intentamos ver lo que significan (“ver más allá de lo que veo”), no vamos a entender la desgracia y no vamos a hacer lo necesario para remediarla.
“Un soldado ruso muerto en el frente es una tragedia; un millón de soldados muertos, es una estadística”, dijo Stalin…

LA SENTENCIA…
La evidencia -sentencia irrebatible-, que explica en parte el triunfo arrollador del MoReNa el 2018, es inexorable: en los últimos 20 años (para no ir más lejos), el Estado Mexicano ha sido incapaz de garantizarle seguridad en sus vidas y sus bienes a sus ciudadanos. Punto.
Eso lo convierte en Estado Fallido en esa materia.
(También lo es en otras, pero limitémonos al tema de la inseguridad y la violencia).
Asesinatos dolosos por sexenio: (números redondos):
Fox, 60 mil…
Calderón, 122 mil…
Peña, 156 mil…
López (en 2 años con 5 meses), 80 mil…
(Fuente: Centro de Estudios Sociales de la Cámara de Diputados, con datos del INEGI).

EL DESCONCIERTO…
Por cierto, aquí nos brinca un dato elocuente: según la más reciente Encuesta Nacional sobre Seguridad Pública Urbana, los ayuntamientos donde más insegura se declara la ciudadanía son: Fresnillo, Ecatepec, Cuernavaca, Gustavo A. Madero, Uruapan y Guadalajara.
Ojo: sólo una de las ciudades mexicanas más violentas del mundo (Uruapan, en el lugar 8) aparece en este listado del INEGI sobre las zonas más inseguras del país.
O sea: hay lugares en los cuales, los mexicanos que ahí habitan, se confiesan más temerosos que los residentes de Celaya, Tijuana, Cd. Juárez, Cd. Obregón, Irapuato y Ensenada, las ciudades más violentas del mundo según el informe del CSPJP.
La comparación de datos aumenta nuestra preocupación y alimenta más nuestro desconcierto…

LA IMPUNIDAD…
El jefe del Comando Norte del Ejército norteamericano, informa públicamente que un 30 por ciento del territorio nacional estaría bajo control del crimen organizado.
El mismo gobierno de USA recomienda a sus ciudadanos no viajar a México por la pandemia del COVID y por la inseguridad y violencia crecientes.
En los últimos 6 meses se han cometido 70 asesinatos políticos de exfuncionarios -incluido un exgobernador-, alcaldes y exalcaldes, dirigentes partidistas, candidatos y aspirantes a candidatos, periodistas.
No abundemos. No terminaríamos.
Una palabra expresa toda esta tragedia: impunidad. Es decir: ausencia de la ley. Es decir: ausencia del Estado…

LA “NUEVA NORMALIDAD…”
Lo más terrible de todo esto, es que pareciera que nos hemos acostumbrado al caos.
Llevamos el conteo de los asesinatos día a día, mes a mes, año tras año, como si contáramos cosechas de peras y manzanas.
La noticia de 20 personas masacradas ya nos deja impávidos.
O sea: nosotros, la ciudadanía, la gente, el pueblo, hemos asumido circunstancia tan atroz, como una “nueva normalidad”.

La “nueva normalidad” aplicada a la situación generada por el covid es sólo una expresión ocurrente y desafortunada.
La pandemia pasará y volveremos (estamos volviendo, de hecho) a la normalidad de siempre.
Lo escalofriante, lo inexplicable, es que aceptemos, como al parecer lo hacemos, los 3 mil asesinatos mensuales (sin contar los feminicidios) como eso: como nuestra “nueva normalidad”.
Lo invito a que hondemos en esta reflexión en próxima entrega…

EL FRACASO…
Pero lo que sí nos apasiona es el circo de la polaca.
Aunque sabemos que nunca se miente tanto como en la guerra y en las campañas políticas (Bismark), nos mesmerizamos en la disputa política y electoral con una intensidad y un fanatismo de guerra civil.
Tanto que, en los dos bandos en disputa, no vacilan en invocar, con irresponsabilidad rampante, al fantasma apocalíptico del “Golpe de Estado”.
No se miden.
Deberíamos cuidar mucho más nuestras expresiones.
Hablar, por el puro gusto en la hipérbole, de “golpe de estado”, es jugarle al aprendiz de brujo.
Recordar a Vicente Huidobro: “la palabra, cuando no da vida, mata”.
El lenguaje de la violencia, propicia la violencia.
Pareciera que, por un fenómeno de osmosis social, hemos inoculado la violencia criminal que nos asola a la fraseología del discurso político en el que chocan nuestras diferencias políticas.
¿No es posible que nos amparemos en la sensatez y la aceptación de nuestras particularidades?
¿Quién piensa diferente a mí, no es tan mexicano, tan ciudadano y tan patriota como yo me considero?
¿Es demasiado pedir, el solicitar un poco de cordura y madurez?
Al final, si llevamos al país al despeñadero, al traste nos vamos a ir todos.
Cuando una nación fracasa, el fracaso es de todos…

IGNAROS Y ESTRIDENTES…
Otra muestra de que, lo nuestro, lo nuestro, es la alharaca, el alboroto y la reyerta verbal y no la atención a lo sustantivo, al fondo de los asuntos, es la estridente discusión pública que se dio en torno a la reforma del poder judicial recién votada por el Congreso de la Unión.
Se trata de una reforma de gran calado, las más importante realizada desde


  1. Todo mundo se fue sobre el contenido del artículo transitorio que pretende prorrogar el periodo del actual Presidente de la Corte, Arturo Saldívar, por dos años más del constitucionalmente en vigencia.
    Chocamos con el árbol y perdimos la visión del bosque.
    Por fortuna, ahí está el ministro Saldívar para aclararnos la panorámica sobre todo el horizonte:
  • “(Sobre) el artículo transitorio que se agregó de último momento (…) corresponde a la Suprema Corte pronunciarse sobre la constitucionalidad de este precepto…
  • “No seré rehén de quienes quieren convertir la independencia judicial en un arma política. No voy a permitir que se me utilice como instrumento político…
  • “Como cabeza del poder judicial debo cuidar la imparcialidad y ser respetuoso de la labor e independencia del resto de los poderes de la Unión…
  • “Pronunciarme sobre un proceso legislativo en curso hubiera resultado una verdadera intromisión (…) La división de poderes no se defiende a gritos ni a tuitazos …
  • “En este momento, la única postura responsable es la de dejar que actúen con eficacia los mecanismos con que la Constitución garantiza su eficacia…
  • “Hasta hoy no he recibido ninguna presión del actual Ejecutivo Federal. Ha sido una relación respetuosa, de diálogo y cooperación como Poderes del Estado Mexicano…
  • “No ha habido un sexenio en el que el Poder Judicial haya emitido más suspensiones y amparos contra políticas públicas que en este…
  • “Tenemos que asegurar institucione fuertes (…) Que haya pesos y contrapesos…”
    (Entrevista con El Universal. 24-IV-2021).
    Ahí está: Tenemos una Suprema Corte de Justicia autónoma, independiente y rigurosa. En uso de esas atribuciones decidirá sobre el controvertido artículo transitorio.
    Y decidirá bien, como lo apunta el Presidente Obrador.
    Lo demás, los gritos, sombrerazos, estridencias y discusiones entre ignaros, es lo de menos.
    Pero bueno, así somos: armamos la bulla al menor pretexto…

“Sultán Abdülhamit II era hombre obcecado: no interpretaba a la realidad, pretendía que esta lo interpretara a él”.
Ahmed Refik, historiador Otomano.

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