Mascarriel
Mario Ibarra *Informe de la OMS. ¿De quién son esos muertos…? *AMLO en Tabasco: naturaleza, geografía y destino… ¿De quién son esos muertos…? De quienes los han llorado, de quienes los están llorando. Pero también son de todos nosotros. Todos somos dolientes…o deberíamos serlo. Por eso hemos de rechazar rotundamente aquello de que “los que […]
9 de noviembre de 2020

Mario Ibarra

*Informe de la OMS. ¿De quién son esos muertos…?

*AMLO en Tabasco: naturaleza, geografía y destino…

¿De quién son esos muertos…?
De quienes los han llorado, de quienes los están llorando.
Pero también son de todos nosotros.
Todos somos dolientes…o deberíamos serlo.
Por eso hemos de rechazar rotundamente aquello de que “los que murieron, pues murieron”, tal espetó el insólito doctor LG (López-Gatél).
No son una cifra.

No debemos permitir que sean sólo una estadística.
No serán sólo un número si decidimos que sean nuestros muertos, todos y cada uno con un rostro, con nombre y apellido, con una historia, con padres esposo esposa hermanos hijos hijas amigos amantes…
Porque suele suceder cuando la muerte ataca enmascarada de pandemia:
“La treintena de grandes pestes que conoció la historia causaron cerca de 100 millones de muertos. Pero ¿qué son 100 millones de muertos?
Cuando hay guerra, nadie sabe con precisión lo que es un muerto. Y, además, un hombre muerto sólo tiene peso cuando uno lo ve muerto; cien millones de cadáveres, esparcidos a través de la historia, son sólo humo en la imaginación”, escribe Albert Camus en su más célebre libro: La peste.
Pero inmediatamente después nos alerta:
“Nada es menos espectacular que una peste y, por su duración misma, las grandes pandemias son monótonas”.

O sea: no permitamos que esa monotonía de las cifras diarias de muertos se nos convierta en una “nueva normalidad”; no nos resignemos a una de conclusiones del doctor Bernard Rieux, el sujeto narrador de La peste: “todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo”.
Albert Camus escribió La peste, entre otras cosas, para prevenirnos de no resignarnos a convertir a nuestros muertos en una pandemia en una cifra, en una estadística, en sólo una experiencia y un recuerdo.
Si dejamos que ello suceda, contraeremos una deuda impagable y dolorosa, que se convertirá en un estigma en la conciencia de la nación…

100 MIL MUERTOS…
El 20 de noviembre, al festejo de la revolución hemos de juntar el lamento por nuestros primeros 100 mil muertos…en el conteo oficial.
La universidad de Washington, máxima autoridad en la materia, nos vaticina tales cifras para esa fecha.
Y malo: no hay más que hacer un cálculo rudimentario en base al número de contagios y decesos de octubre, para saber que, en efecto, cerraremos noviembre con más de 100 mil fallecidos a causa del covid-19.
Así mismo, la misma universidad de Washington, que ha acertado con sorprendente exactitud sus pronósticos sobre nuestro país, prevé que a finales de enero del próximo año alcanzaremos los 120 mil muertos.

El presidente López Obrador sigue convencido de que bajo la tutela del pasmoso Dr. LG, México ha hecho lo correcto en la administración y control de la pandemia y que incluso se nos puede poner como ejemplo ante el mundo.
Opinión respetable la de nuestro primer mandatario, pero, sobre el tema, los científicos, entre ellos 5 ex secretarios de salud, aseguran tener otros datos y otras conclusiones.
Pero bueno, más pronto que tarde, sabremos quien tiene razón y quién deberá asumir que se equivocó -y enfrentar las consecuencias…

LA VERDAD EN NÚMEROS…
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya prepara su primer informe sobre el origen, desarrollo, expansión, impacto, daños y secuelas de la pandemia al cumplirse en diciembre el año 1 de su azote.
Ahí empezaremos a ver el panorama con mayor claridad, desde diferentes ángulos y con un método evaluativo muy bien elaborado.
Los datos duros hablan por sí mismos.
Señala la OMS los extremos:

Los 10 países con mayor número de contaminados y de fallecidos son Estados Unidos, India, Brasil, Rusia, Francia, España, Argentina, Ucrania, Colombia y México, con un total de 34 millones de infectados, en números redondos.
De ellos, los cinco países con más muertes por covid-19 son USA con 250 mil, Brasil con 170 mil, India con 130 mil, México con 95 mil, seguidos con Francia e Italia con 40 mil fallecidos cada uno.
Estas naciones suman casi 900 mil fallecimientos a la fecha.
En contraste, los 10 países con menos defunciones son Islandia con 18, Singapur con 28, Vietnam con 35, Hong Kong con 107, Malasia con 277, Noruega con 284, Checoslovaquia con 317, Finlandia con 361, Corea del sur con 476, Dinamarca con 733, Australia con 907 y Japón con mil 800. Menos de 3 mil muertos entre todos.
(Obligado señalar el caso de China: con 1 mil 300 millones de habitantes, controló la pandemia en menos de 90 mil contagios y 4 mil 650 fallecimientos).

Y el dato fundamental: la proporción entre el número de contaminados y la cifra de fallecimientos en estos países es extraordinariamente baja.
Tres botones de muestra: Singapur, 58 mil infectados y 28 muertos; Dinamarca, 52 mil infectados con 52 muertos; Malasia, con 37 mil infectados y 277 muertos.
La hipótesis de trabajo de la OMS para entender que pasó parte de una premisa irrefutable: en los países con una proporción sorprendentemente baja de muertes, lo que se haya hecho para combatir la pandemia, se hizo bien.
Lo que se intentó en las naciones con el mayor número de infectados y de fallecimientos, resultó evidentemente fallido.
Las cifras son contundentes, sólidas y elocuentes…

RESULTADOS, RESULTADOS, RESULTADOS…
En nuestra entrega del pasado 6 de abril, apuntábamos que, al final (un día el azote del coronavirus tendrá un final), cada uno de los gobiernos del mundo habrá de enfrentar el juicio inapelable sobre los resultaos de su estrategia, sus cálculos y sus decisiones en su lucha contra la pandemia.
En su estimación y balance al cumplirse un año del inicio de esta peste, la OMS señalará que, en base a sus resultados, unos gobiernos fueron oportunos, acertados y eficaces en sus medidas y acciones para controlar y abatir la pandemia.

Sus resultados son positivamente contundentes.
En el extremo opuesto, hay países -USA, Brasil, India, México, Italia, España, Rusia, Colombia Argentina entre otros- cuyos gobiernos, desde ahora, tendrán muchas dificultades para explicar su pasividad inicial, su desdén ante la amenaza evidente, sus diagnósticos errados y sus medidas fallidas.
La cifra de sus millones de contaminados y sus centenares de miles de muertes son el cargo que han de enfrentar ante el tribunal de sus víctimas y sus dolientes…

EXITOSOS Y FALLIDOS…
El informe de la OMS dejará en claro, en primer lugar, que la pandemia fue una prueba crucial para cada gobierno.
Unos, los ya mencionados, actuaron con prontitud, acierto, decisión y eficacia.
Los otros -por las razones que usted guste y mande- fueron rebasados por el desafío.
Las estadísticas se revelarán contundentes, elocuentes, inapelables e implacables.

Cierto: en las naciones en donde al covid-19 se le permitió ser letal e incontrolable, la irresponsabilidad, ceguera y estulticia de los ciudadanos contribuyó en mucho a la dramática mortandad.
Pero esa conducta condenable fue permitida y en algún modo estimulada por sus respectivos gobiernos.
Las cifras de la OMS son severísimas, irrebatibles.
El juicio es inexorable.
Dice Camus: “En el momento de la desgracia es cuando se acostumbra uno a la verdad, es decir, al silencio. Esperemos”.

ENTENDIENDO AL GRINGO…
La inteligencia estadunidense -la academia, los intelectuales, escritores, artistas, cineastas, científicos, la clase universitaria et al-, está convencida: Donald Trump es el primer presidente loco en la historia de los Estados Unidos.
No es noticia: desde hace rato destacados sicólogos, siquiatras, sociólogos, neurosiquiatras, escritores, intelectuales, periodistas, etcétera, vienen insistiendo en ello: al “copetes” se le cruzan los circuitos mentales y trae más de un tornillo suelto en su afiebrada cabeza.

La lista de calificativos a los que por su errática conducta se ha hecho merecedor Trump, es interminable:
“Onanista, furibundo, impredecible, neurótico, misógino, racista, agitado, mentiroso, caprichoso, payaso, perverso, patético, autoritario, supremacista, recalcitrante, mendaz, necio, falsario, alevoso, ignorante, machista, hipócrita, pérfido” y muchísimos más adjetivos reprobatorios.
Ha menester apuntar de que el aún inquilino de la Casa Blanca se ha esforzado por ganárselos sobradamente.
Ahora mal (diría Gil Gamés): ¿Cómo entender que poco menos de la mitad de los norteamericanos que votaron quisieran que este trastornado siguiera siendo el hombre más poderoso del mundo…?

LOS ENFERMOS…
Hay una forma: asumir que Trump no es la enfermedad, sino el síntoma.
Habría que acostar en el diván del siquiatra a todos y cada uno de los 70 millones de gringos que votaron por el candidato republicano.
Para respaldar a un loco, para identificarte con él, pues hay que estar ídem ¿no?
“Ningún hombre es capaz de hacer un verdadero daño sin la complicidad de sus contemporáneos”, ha dicho muy acertadamente Guillermo Sheridan.
Si Trump llegó a la Casa Blanca he hizo el daño que hizo, fue porque hace 4 años fue democráticamente electo.
Aún después de su esquizofrénica gestión, poco menos de la mitad de sus compatriotas lo apoyan.

Y lo respaldan porque piensan como él.
Porque ven a su país y al mundo con los mismos ojos.
Si vamos a hablar de neurosis, el enfermo no sería sólo “el copetes”, sino la casi mitad de los gringos.
O sea. Digo… ¿no…?

CANTINFLAS…
¡Ah!, pero esos 70 y pico de millones que votaron por Trump opinan lo mismo acerca de los más de 75 millones de sus compatriotas que sufragaron por Biden: que están locos o que son estúpidos.
“Ahí está el detalle”, diría nuestro inmortal Mario Moreno.
Ambos bandos no sólo están confrontados y polarizados ¡se detestan rabiosamente! ¡Habitan cosmos opuestos!
Por supuesto, lo anterior es una simplificación necesaria para lo que queremos apuntar.
Desde luego que el fenómeno Trump obedece a un síndrome complejo, a una causalidad numerosa…

EL MACHO ALFA…
El mundo, con USA a la cabeza, atraviesa tiempos inéditos.
Una era termina.
Una nueva época se asoma en el horizonte.
La que fallece lo hace entre estertores, que son a vez los del parto de la que viene.
Cómo siempre en circunstancias similares la humanidad se mueve un tanto a ciegas.
El futuro se mira más como amenaza que como litoral de la esperanza.
En periodos como este, la gente se aferra al primer clavo ardiente que le signifique algo parecido a una certeza.
Busca febrilmente quien la guíe, quien le señale un camino seductor.
Sicológicamente la multitud regresa a la mentalidad de la manada: sigue instintivamente al que identifica como el macho alfa: el que grita más fuerte, el que se impone por la fuerza, el que exhibe sus atributos viriles, el que gesticula más impresionantemente.
Ahí aparecen los demagogos como Trump.
(Recuérdese: ya Aristóteles definía la demagogia como “una forma corrupta y degenerada de la democracia”. Montesquieu sostenía que “cuando la democracia es dirigida por mediocres, degenera en demagogia”. Remacha Norberto Bobbio: “la demagogia alienta infundadas esperanzas, halaga las pasiones de la multitud, juega con sus anhelos y exacerba sus conductas irracionales”).
Trump es un estupendo demagogo.
Entiende lo que la mitad de sus compatriotas quiere escuchar.
Comprende que su frustración, su miedo y su ignorancia claman por un líder que les convenza de que él es la salvación.
Y bueno, ahí están 70 millones de gringos comiendo de la mano de un talentoso demagogo como Donald Trump…

¡A LA REJA….!
Y en medio de esa vorágine aparece la democracia.
Los gringos la inventaron.
Es la democracia más vieja el mundo, sí, pero sigue siendo la más fuerte de sus instituciones.
Democráticamente se les coló un loco como Trump.
Democráticamente lo corren de la Casa Blanca.
(Ironía: Trump se hizo famoso en su programa de televisión, en el cual despedía a los -según el libreto- ineptos. Ahora lo despidieron a él).
Lo que se dirimía en la elección del martes pasado era muy sencillo: lo que Trump haría de los Estados Unidos o lo que estos harían con él.
Decidieron mandarlo a la calle.
Y con las cuentas negras que como ciudadano tiene pendientes Trump con la ley, probablemente terminará tras las rejas.
Como diría J. A. Rivera: “Existe en el culto al héroe un elemento de abyección, de sometimiento del individuo que lo profesa”.

AIRES DEL TRÓPICO…
El presidente López Obrador interrumpió su gira por Nayarit y desde ahí voló directamente a su tierra.
O mejor dicho a su agua, como diría su mentor intelectual y moral Carlos Pellicer.
Lo cierto es que sus paisanos, en su desesperación, ya reclamaban su presencia.
Escucharon de voz del Presidente lo que querían oírle: “no les va a faltar nada”.
Y como los tabasqueños le creen absolutamente a su mandatario, recibieron esas palabras como balsámico respaldo.
Y como un compromiso, claro.
Acompañado de los titulares de SEDENA, Luis Sandoval; de Marina, Rafael Ojeda; del Bienestar, Javier May; de la directora de la CONAGUA, Blanca Jiménez y, desde luego, del gobernador Adán Augusto, el Presidente comprometió medidas aplazadas por decenios, como el desazolve de los ríos y la mejor administración de las presas del Alto Grijalva.
Lo del desazolve se le ha prometido muchas veces a los tabasqueños.
Por supuesto que eso ayudaría bastante en las inundaciones.
Si no se les cumple en esta ocasión, no se les cumplirá nunca.
En tanto, decenas de miles de familias “viven en el agua”, como se dice por allá.
Pero seamos serios: la naturaleza es incontrolable y la geografía irremediable.
Cuantas veces sobre Chiapas y Tabasco se abata un temporal de las dimensiones del que acaba de suceder -un diluvio- la planicie tabasqueña se inundará.
No hay remedio posible: es el destino de esa porción de México…

“La mejor manera de huir un problema es resolverlo”.
Brendan Francis.

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