Los manuscritos de Gaba
ROMEO: ¡Calla, Mercutio, calla! Hablas sin decir nada. MERCUTIO: Es verdad: Hablo de sueños. William Shakeaspeare/ Romeo y Julieta Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Nada mejor, en un encuentro de escritores en homenaje a la cronista Gabriela Gutiérrez, que haber invitado a cuatro amigos que le escucharon, jueves a jueves, los últimos años de su vida; que […]
3 de abril de 2014

ROMEO: ¡Calla, Mercutio, calla!
Hablas sin decir nada.
MERCUTIO: Es verdad: Hablo de sueños.
William Shakeaspeare/ Romeo y Julieta

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
Nada mejor, en un encuentro de escritores en homenaje a la cronista Gabriela Gutiérrez, que haber invitado a cuatro amigos que le escucharon, jueves a jueves, los últimos años de su vida; que con ella compartieron, en sobremesa, no sólo sus crónicas sino el regalo de su amor a la comunicación, a la prensa, al diálogo que ésta mantiene cotidianamente: ora con una caricatura, ora con una fotografía o un texto que amorosamente llevaba a la mesa, a su mesa.

Con Gaba, como le conoce ya la gratitud colectiva, no sólo llega a la crónica oficial de Villahermosa la palabra poética que embellece el informe de la cotidianidad sino que se fortalece la práctica de sus antecesores en el sentido que la crónica, en manos de los cronistas de una ciudad, no es un informe, un boletín revolcado de lo que los gobiernos hacen, sino la vida misma de esa ciudad.

Gabriela Gutiérrez fue poesía en sus crónicas. Embelleció este ejercicio que algunos quieren confundir con el trabajo de amanuense, vasallo o aliado del poder o los intereses personales o de grupos.

De los textos “en lenguaje sencillo, a veces desaliñado, pero lleno de la frescura e ingenuidad que tenían los cuentos que escuchábamos en nuestra infancia”, según califica Jorge Priego las crónicas de Atírsipe Figueroa Sáenz, la crónica de Villahermosa pasó a la acuciosidad histórica, a veces con errores, de José Bulnes Sánchez.

A esa preocupación de Pepe Bulnes por la historia siguió el estilo periodístico de Pedro Luis Hernández Sánchez que le quitó la máscara de sapiencia y profundidad que algunos quieren ver a la crónica, para hacerla más cercana al pueblo, al que el cronista sirve interpretando la realidad, preservando el acontecer cotidiano.

Nadie puede negar, ni mucho menos hacer a un lado, el legado que en la crónica dejaron esos tres cronistas que antecedieron a Gabriela Gutiérrez Lomasto, a la que hoy, en este espacio que nos dan los escritores de Tabasco, rendimos homenaje sus compañeros de mesa, los comensales de todos los jueves en el hotel Ritz.

En agosto de 1992, le dije a Gaba, en una carta, que “sería bueno llevar a las librerías algo tan hermoso como un libro tejido con el hilo de los sueños”. Hoy, cuando Gaba ya no está físicamente, vuelvo a pensar que tenemos la tarea de recuperar lo que ha legado en sus escritos, en sus crónica y en sus cuentos que son crónicas en realidad, y llevarlo a la imprenta.

Escribí, cuando se integró al infinito: con las alas que nadie pudo cortarte, señora de la verdad sin disfraces, ese libro de crónicas y cuentos debe ver la luz; el vuelo está seguro y las rutas a la mano.

Alguien —tal vez nosotros que tuvimos la dicha de su cercanía, al menos cada jueves—emprenderá el rescate y entonces los que vienen y los que están y los que vendrán mañana, sabrán que es cierto: que el periodismo debe tener garra, fuerza, veracidad, angustia. Que no debe concebirse —como ella lo dijo—, como murmullo o verdad a media voz, cuchicheo o gemido. Ni rumor ni llanto, sino lucha.

Los textos escritos a mano: los manuscritos de Gaba, que en su mesa leía a veces, cuando la cotidianeidad no nos golpeaba con otros asuntos, cuando éramos testigos de cargo en temas que ella manejaba con la belleza de la palabra bien usada y el valor de la libertad de su pluma llevada a los periódicos y últimamente a la radiodifusora XEVT, están, como los de otros cronistas, en espera de la imprenta.

Hoy he vuelto a decir, que habría que publicarle “un libro tejido con el hilo de los sueños” y he repetido, de Jorge Priego, que las crónicas de Atírsipe Figueroa estaban llenas “de la frescura e ingenuidad que tenían los cuentos que escuchábamos en nuestra infancia” .

Cuentos y sueños fueron, en gran parte, los textos de la cronista Gaba Gutiérrez. Sueños y cuentos de una realidad rescatada no sólo en el tiempo —17 años— que fue la cronista de Villahermosa, sino desde que fue una mujer de letras, y aquí uso lo que con tanta belleza dice Fernando del Paso al ingresar al Colegio Nacional, retomando frases de su obra Noticias del Imperio.

Al personaje de esa novela fue su padre el que le entrega las veintiocho letras con las que “se fundan y destruyen imperios y famas, se escriben cartas de amor perfumadas con pachulí y se redactan, con sangre ajena, condenas de muerte”.

A Gaba se las entregan la grama del barranco del Grijalva, las mariposas de los terrenos de Casablanca, el rumor de las aguas de la creciente llegando a Villahermosa… se las entrega el dulce olor a panadería, a azahares; el sabor de nuestra cocina y el tiempo, el propio tiempo que vivió. Se las dieron los pájaros y sus vuelos, el vestido, ora amarillo, ora rosa, de nuestros árboles en la ciudad; el multicolor ascenso del papel convertido en ave, el infinito giro de la madera transformada en trompo… y la risa infantil de nuestros juegos.

Así, la palabra se hizo vida. La crónica de Gaba fue vida, aunque tocara, a veces, tema de muerte. La crónica, ya dije no fue en ella alabanza o dicterio, sino la vida misma de Villahermosa. No fue tarea de escriba, de amanuense, sino ejercicio de libertad.

La crónica es la más bella forma de contar la historia. A veces toca las fronteras de la ficción, de la fantasía, de los sueños. Y habrá quienes como el personaje de Romeo y Julieta piensen y digan que se está hablando de nada. Y se le tenga que decir que se habla o se escribe de sueños.
*Texto leído anoche en el Encuentro de Escritores.

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