Los amigos
He aquí mi secreto, que no  puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. Antoine de Saint-Exupéry  / El Principito Erwin Macario    erwinmacario@hotmail.com Día de la amistad. Para reflexionar en vez de regalar objetos materiales. Como el poeta que se eleva diciendo: […]
14 de febrero de 2013

He aquí mi secreto, que no  puede
ser más simple : sólo con el corazón
se puede ver bien; lo esencial es invisible
para los ojos. Antoine de Saint-Exupéry  /
El Principito

Erwin Macario   
erwinmacario@hotmail.com
Día de la amistad. Para reflexionar en vez de regalar objetos materiales. Como el poeta que se eleva diciendo: y yo tan pobre, que darles/ con lo mucho que las quiero/ les regalaré un cometa/  para que flechen luceros, hoy entrego a mis lectores lo que no he podido escribir. Unos trozos, aislados, de textos eternos, para reflexionar:
—Tú no eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?
—Busco a los hombres —le respondió el principito—. ¿Qué significa «domesticar»?
—Los hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»? —volvió a preguntar el principito.
—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa «crear vínculos… »
—¿Crear vínculos?
—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…
—Comienzo a comprender —dijo el principito—. Hay una flor… creo que ella me ha domesticado…

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
—Por favor… domestícame —le dijo.
—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.
—Debes tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…

El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
—Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.
Y volvió con el zorro.
—Adiós —le dijo.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón  se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
Ahora, del diálogo Lisis, de Platón:
En este momento dirigí una mirada a Hipotales, y poco faltó para darle cara, porque vino a mi mente la idea de decirle: he aquí, Hipotales, cómo conviene hablar a la persona que se ama; he aquí cómo es bueno enseñarle modestia y humildad, en vez de corromperle, como tú haces con tus adulaciones. Pero viéndole muy inquieto y muy turbado por nuestra conversación, recordé que se había puesto detrás de los demás para ocultarse de Lisis. Contuve, pues, mi lengua, y guardé mis reflexiones. Menexenes volvió y tomó asiento junto a Lisis. entonces éste, con su gracia infantil, y sin dar cuenta Menexenes, me dijo por lo bajo: Sócrates, repite ahora delante de Menexenes todo lo que acabas de decirme.
—Tú mismo se lo dirás, Lisis, porque me has prestado mucha atención.

—Dime, pues, Menexenes, cuando un hombre ama a otro, ¿cuál de los dos se hace amigo del otro? ¿El que ama se hace amigo de la persona amada, o la persona amada se hace amigo del que ama, o no hay entre ellos ninguna diferencia?
—Ninguna a mis ojos, respondió.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Ambos son amigos, cuando sólo el uno de ellos ama al otro?
—Sí, a mi parecer.
—¿Pero no puede suceder que el hombre que ama a otro no sea correspondido?
—Verdaderamente sí.
—Y asimismo que sea aborrecido, como se cuenta de aquellos amantes que se creen aborrecidos por las personas que aman. Entre los más apasionados, ¡cuántos hay que no se creen correspondidos, y cuántos que se creen aborrecidos por esos mismos! ¿no es verdad? dime.
—Es muy cierto, dijo.
—En este caso el uno ama y el otro es amado.
—Sí.
—Y bien, ¿cuál de los dos es el amigo?

Compartir: