LA TERCERA EDAD
Agenor González Valencia La tercera edad es un privilegio. Nos permite repasar a través de la memoria, como si fuese una cinta cinematográfica, serie de acontecimientos, unos acaso ya olvidados y otros que retenemos con amor. Es el tiempo en el cual reflexionamos, sobre todo, una secuencia de hechos recogidos en la mente, pero de […]
29 de agosto de 2014

Agenor González Valencia

La tercera edad es un privilegio. Nos permite repasar a través de la memoria, como si fuese una cinta cinematográfica, serie de acontecimientos, unos acaso ya olvidados y otros que retenemos con amor. Es el tiempo en el cual reflexionamos, sobre todo, una secuencia de hechos recogidos en la mente, pero de los cuales, aparentemente están encerrados con llave en nuestro corazón. Vivir la tercera edad emociona. Sin embargo, obliga a tener mucho cuidado en lo que hacemos o dejamos de hacer en las horas del día.
El despertar, en la tercera edad, nos hace gozar de un nuevo día iluminado por la luz solar, alegrado por el canto de las aves y con los ojos abiertos mirar hacia el cielo y dar a lo divino las gracias por permitirnos estar y ser, en compañía familiar.
La tercera edad es el crepúsculo que en vez de oscurana nos anuncia una noche de luna y de luceros, una satisfacción muy íntima y una inexplicable alegría. Llega la tarde y con ella el crepúsculo prepara un manto sagrado de estrellas que salpican el cielo con sus guiños de coquetería, en el vestido adornado de estrellas que luce el inmenso manto de una noche en el que la nostalgia en vez de ser dolor por el recuerdo, se transmuta en ausencia inolvidable.
La tercera edad bendice los nombres de nuestros hijos, de nuestros padres  y de nuestros abuelos. Es magia del espíritu. Ensoñación permanente.

Compartir: