La lección de aquel 13 de septiembre
Por Ferdusi Bastar MeritoRumbo Nuevo La peña de Chapultepec es el mudo testigo y guardián de la lección que nos dieron unos niños, no de cómo se muere, si no de cómo se vive en la inmortalidad como guardianes del honor de la patria. Tras la sangrienta y decisiva batalla de Molino del Rey, en […]
16 de mayo de 2024

Por Ferdusi Bastar Merito
Rumbo Nuevo

La peña de Chapultepec es el mudo testigo y guardián de la lección que nos dieron unos niños, no de cómo se muere, si no de cómo se vive en la inmortalidad como guardianes del honor de la patria.

Tras la sangrienta y decisiva batalla de Molino del Rey, en que con grandes desventajas y sin una cabeza ni plan estratégico, Santa Anna huía con el grueso del ejército, nuestras tropas estuvieron a punto de vencer al invasor, pero extrañamente una caballería de 2,700 hombres asentados en la Hacienda de los Morales no entró al combate, y la última oportunidad se perdió y vino el derrumbe.

Winfield Scott se adueñó en este momento del Valle de México y del país entero. Había permanecido antes tres meses en la ciudad de Puebla, a la que entró sin disparar un tiro, y en la que el obispo Francisco Pablo Vázquez publicó sus proclamas y le reclutó todo un batallón de traidores que acompañaron a Scott como guías, espías y combatientes al Valle de México para culminar su infamia y afrenta a nuestra soberanía.

Se dice que desde un principio los invasores consolidaron su quinta columna, ofreciendo al clero proteger sus privilegios y en correspondencia en los sermones la amenaza cotidiana de que quien matara un gringo se iría al infierno. Por eso la rebelión ridícula de los “polkos”, con sus escapularios y mosquetones, armada por el clero, y llamados así no porque bailaran polcas, sino por su simpatía al Presidente Polk que ordenó la invasión y cuya victoria clamaban estos malos mexicanos.

El país era un agrupamiento de regiones sumidas en disputas. A pesar de los Decretos de Hidalgo, de Morelos y de Guerrero, permanecían los esclavos en minas y haciendas. El clero y las milicias, dos fueros que con sus tenazas torturaban y sangraban a un pueblo sumido en la ignorancia y el fanatismo. Sobre la ignorancia, el método del campanario, y las pastorales del odio.

El Colegio Militar mandó a sus alumnos a sus casas, pero un grupo de ellos se negó a salir decididos a defender con sus vidas su colegio, y permaneció en el castillo, resguardado en sus rampas por el Batallón de San Blas comandado por un héroe olvidado, Felipe Santiago Xicoténcatl.

El 12 de septiembre, desde las cinco de la mañana a las siete de la noche, un incesante cañoneo al castillo, cercado por el ejército norteamericano, que continuó el día 13. Ya con todo destruido, los rifleros de Quitman procedieron al asalto del castillo matando a los que quedaban del Batallón de San Blas, que sucumbió totalmente con Felipe Santiago Xicoténcatl al frente y se atribuye a este oficial Quitman, que al subir al castillo y ver el espectáculo exclamo: “si eran niños” y de allí la frase de los Niños Héroes.

El 14 de septiembre los norteamericanos entraron a una ciudad de México sin resistencia. Don Guillermo Prieto nos relata que una bala certera, disparada por un desconocido, mató al invasor que trataba de izar la bandera de las barras de sangre y las estrellas robadas en el asta bandera de Palacio Nacional. Y para vergüenza nuestra, allí ondeó la bandera enemiga, durante nueve largos meses, del 15 de septiembre de 1847 al 9 de junio de 1848.

Y la derecha y el clero, siempre traidores, nos cuenta Juan de la Granja que abundaban las casas de señoritos en que izaban la bandera española, para tratar de protegerse y desentenderse de defender a México. Llegaron a ofrecer a Scott la Presidencia de México, y en plena guerra, la casta divina de Yucatán con actas del cabildo y del congreso, ofrecían a España primero y a Estados Unidos después, la península entera con todo su contenido. Los racistas norteamericanos no aceptaron por los habitantes españoles, mestizos e indígenas mayas, a los que esta casta divina pretendía seguir teniendo oprimidos.

Pero la lección de vergüenza y de resguardo del honor nacional que nos dieron aquellos niños, dio sus frutos cuando quince años después enfrentamos exitosamente y vencimos la invasión francesa, prohijada por el mismo clero y los conservadores.

Pero los focos rojos están encendidos. La quinta columna, clero y conservadores, está viva y activa, y entreguistas, no aceptan las libertades y que el pueblo decida. Pero nuevamente será vencida.

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