LA INGRATITUD
Agenor González Valencia agenor15@hotmail.com La ingratitud es ausencia de valores, indiferencia, insensibilidad, negación de afectos, repudio social. Es apariencia. Crueldad. Asombro del crepúsculo ante el oscuro velo de la noche. El ingrato pretende justificar su mala acción encogiéndose de hombros y esbozando una fingida, abominable sonrisa. La ingratitud se viste de blanco para ocultar en […]
24 de febrero de 2014

Agenor González Valencia
agenor15@hotmail.com
La ingratitud es ausencia de valores, indiferencia, insensibilidad, negación de afectos, repudio social.

Es apariencia. Crueldad. Asombro del crepúsculo ante el oscuro velo de la noche.

El ingrato pretende justificar su mala acción encogiéndose de hombros y esbozando una fingida, abominable sonrisa.

La ingratitud se viste de blanco para ocultar en el manto de la inocencia innobles pretensiones de daño moral o físico.

La ingratitud esconde en el alma reprimidos instintos. Hace de sus actos fuegos artificiales y de su palabra olvidado compromiso de lealtad.

El ingrato es actor permanente. En el trajín le sirven de escenario la casa, el taller, la oficina, la calle, espacio y tiempo donde se encuentre.

El ingrato es amoral. Desconoce los linderos entre el bien y el mal. En torno a su víctima crea un clima de confianza para asestarle el imprevisto golpe mortal.

La ingratitud posee recursos insospechables: es dulce, tierna, servicial, humilde, atenta. En su mirada concentra fulgores de mansedumbre y hechizo.

El ingrato carece de escrúpulos. Ajeno a la dignidad realiza voluntariamente las más humillantes ocupaciones para agradar a su víctima. Es hábil. Convincente. Suele convertirse en brazo derecho. Necesario. Imprescindible.

Obtiene de su víctima todo lo que se le antoja. Es voraz. Absorbente. Inmisericorde.

La ingratitud encuentra felicidad en la desdicha ajena. Envejece prematuramente. La soledad le espera sin prisas ni mañanas. Es perfumero vacío. Tiña del alma.

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