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Inicia hoy una nueva era para Tabasco
El presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador de Tabasco Adán Augusto López Hernández, colocarán hoy la primera piedra para iniciar con la construcción de la refinería en el puerto Dos Bocas. Luis Enrique Martínez Rumbo Nuevo El largamente acariciado sueño de que Tabasco fuera sede de una refinería nacional, finalmente empezará a realizarse […]
2 de junio de 2019

El presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador de Tabasco Adán Augusto López Hernández, colocarán hoy la primera piedra para iniciar con la construcción de la refinería en el puerto Dos Bocas.

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
El largamente acariciado sueño de que Tabasco fuera sede de una refinería nacional, finalmente empezará a realizarse este domingo 2 de junio. Una fecha que como la de las inauguraciones de las seis plantas que la política neoliberal no pudo desaparecer, también será parte de las conmemoraciones cívicas del país, pues ese día iniciará la recuperación de Petróleos Mexicanos.

Un compromiso de campaña, si se quiere, que comienza a ser realidad. Una responsabilidad que comparten tras personajes originarios del sureste de México: Andrés Manuel López Obrador, Norma Rocío Nahle García y Octavio Romero Oropeza. Dos tabasqueños y una veracruzana.

«Vamos a darle contenido nacional a esta obra, van a ser ingenieros, especialistas de Pemex y del sector energético los que nos van a ayudar», es la voz del presidente de México cuando responsabilizó a la titular de la Secretaría de Energía y al director de Pemex, la construcción de la refinería de Dos Bocas en Paraíso, Tabasco, el 5 de mayo.

Casi cinco meses antes, el domingo
9 diciembre 2018, Romero Oropeza presentó, justo en la terminal Dos Bocas, el Plan Nacional de Refinación que contempla la rehabilitación y mantenimiento de las seis refinerías existentes en el país.

Ese día, también el presidente López Obrador indicó que la actividad petrolera se financiaría con el plan de austeridad republicana que pugnará por aumenta a 75 mil millones de pesos la inversión de Pemex en 2019 respecto al presupuesto de 2018 destinado a la misma empresa.

También confirmó que la refinería de Dos Bocas costará 8 mil millones de dólares, esto es igual a la cantidad que el gobierno federal destinará para la reconfiguración de tres de las seis plantas nacionales.

No más privatizaciones
A los opositores al proyecto, el titular del Ejecutivo Federal explicó que se decidió construir la nueva refinería en Dos Bocas porque es la terminal más importante del país: «No es asunto político, es técnico, no había lugar mejor que Dos Bocas, Paraíso, Tabasco, para construir esta nueva refinería».

En ese acto al que acudió el titular de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, además de la clase política y gobernante de Tabasco, encabezados por el gobernador Adán Augusto López Hernández, el mandatario federal responsabilizó a Romero Oropeza de «extraer el petróleo que necesitamos y sacar adelante a Pemex».

No fue la única instrucción pública a un funcionario federal. La responsabilidad también fue extendida a la titular de la Secretaría de Energía, a partir de ese momento, encargada de la rehabilitación de las seis refinerías y la construcción de la nueva.

Con la responsabilidad a cuestas Romero Oropeza refirió que como resultado de las acciones pasadas, «hubo un incremento en la importación de gasolina, de ahí el planteamiento de lograr la autosuficiencia en materia de combustibles, con el objetivo de lograr la soberanía energética.

«Este acto nos convoca a presentar el programa de rehabilitación y mantenimiento del sistema nacional de refinación que incluye las seis refinerías y una nueva en esta zona, con lo cual, sin duda, se logrará dicho objetivo.

«No más privatizaciones y desmantelamiento de las instalaciones, ni desplazamiento de las y los trabajadores del sector energético de nuestro país. Señor presidente: estamos prestos al cumplimiento de sus instrucciones»

Dos Bocas, va
Rocío Nahle coincidió con el director de Pemex. Refirió igualmente que a finales del año pasado México tendría el mayor déficit en su historia en la balanza comercial petrolera.

Explicó que el sistema nacional tenía una capacidad de procesamiento de un millón 540, 000 barriles de crudo y confirmó que Pemex cuenta también con una refinería en los Estados Unidos, a través de una alianza con la petrolera Shell, por lo que la capacidad de refinación instalada de la empresa permite cubrir 70 por ciento del consumo nacional.

La nueva refinería de Dos Bocas tendrá una capacidad de procesamiento de 340 mil barriles por día, funcionará con una tecnología de alta eficiencia energética y contará con un sistema de energía eléctrica y servicios auxiliares.

Cabe recordar que el 5 de mayo, en las mañaneras del presidente López Obrador, el director de Pemex informó que el procedimiento de licitación había sido declarado desierto en términos de la ley correspondiente. Ese mismo día, el titular del Ejecutivo Federal encargó a la empresa a cargo de Romero Oropeza llevar a cabo el proyecto de la nueva refinería de Dos Bocas, en conjunto con la Secretaría de Energía.

De inmediato, el director de la empresa productiva del Estado aceptó el reto. Explicó que Petróleos Mexicanos pondrá a disposición los recursos financieros, técnicos, humanos y materiales necesarios para la construcción de la planta y, aclaró, que esa responsabilidad no afectará la operación diaria de Pemex. Reiteró que el presupuesto asignado para este año en Tabasco es de 50 mil millones de pesos.

La coordinación entre Pemex y la Sener se basa en el propósito de brindar total transparencia, legalidad, agilidad y rendición de cuentas a todas las actividades necesarias para ejecutar los trabajos correspondientes. Con el objetivo de asegurar que durante la ejecución se usen las mejores prácticas de transparencia y anticorrupción, se contará con la participación activa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

López Obrador confirmó que la obra costará 160 mil millones de pesos y creará 100 mil empleos. Iniciará la construcción este domingo 2 de junio para concluir en mayo del año 2022.

Primeros apoyos del «nuevo» Pemex a Tabasco
El 25 de abril, el Gobierno de México a través del director de Pemex entregó al gobernador Adán Augusto López Hernández apoyos para fortalecer la atención de emergencias médicas, la seguridad ciudadana y los servicios públicos de la administración estatal y de 11 municipios con mayor actividad petrolera en la entidad.

Durante el acto público celebrado en la Plaza de la Revolución, ubicada ante el Palacio Municipal de Centro, Romero Oropeza señaló que el resumen de la inversión de los programas, obras y acciones de beneficio social realizadas por la otrora paraestatal hasta esa fecha, ascendían a 186 millones de pesos. En ese total, aclaró, se incluían los apoyos por más de 72 millones de pesos.

Los municipios beneficiarios fueron Cárdenas, Centla, Centro, Comalcalco, Cunduacán, Huimanguillo, Jalapa, Jalpa de Méndez, Macuspana, Nacajuca y Paraíso.

El director de la empresa aprovechó la oportunidad para recordar que el 11 de abril, Pemex había entregado a la Secretaría de Marina y Armada de México una instalación para la búsqueda, salvaguarda y rescate en mar a trabajadores y de pescadores en la zona, por la cantidad de 228 millones de pesos. En total, dijo, la inversión social de Petróleos Mexicanos en Tabasco suma 412.2 millones de pesos en los primeros meses de la administración federal.

También, el funcionario federal anunció que en los próximos meses se desarrollarían 125 proyectos sociales con una inversión de 283 millones de pesos.

Se trabajará, explicó, de manera coordinada con los gobiernos estatal y municipales «para solucionar algunos de los problemas que enfrenta la entidad, que mucho le ha dado a la nación. Es nuestro compromiso el marcar un antes y un después en la relación de Petróleos Mexicanos con las autoridades locales, pero también con las comunidades y las familias tabasqueñas.

Aseguró que la empresa de los mexicanos busca resarcir la caída en la producción de crudo, que en los últimos 10 años pasó de 500 mil barriles diarios a 200 mil hasta el 25 de abril. «Juntos le devolveremos el potencial productivo al estado y reactivaremos la industria petrolera en la región».

Con ese compromiso, indicó que se desarrollarán 12 campos nuevos frente a las costas del estado y tres en los municipios de Centro, Jalpa de Méndez y Paraíso, además que se incorporarán dos en el litoral de Tabasco, así como se dispondrá con pozos exploratorios en Huimanguillo y Comalcalco, que habrán de sumarse a la producción en los siguientes meses.

«Tabasco está llamado a desempeñar un papel fundamental en la recuperación de la industria petrolera. Contamos con ustedes, como ustedes pueden contar con Pemex y con el esfuerzo inquebrantable del presidente Andrés Manuel López Obrador».

Adán Augusto: «Desde Tabasco, tierra clave en la recuperación de la industria petrolera nacional, Pemex se convertirá en el estandarte de la Cuarta Transformación (de México) emprendida por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

«Ese es nuestro compromiso: garantizar a Pemex que cuenta sin ningún titubeo con el apoyo del Gobierno del estado; desde aquí vamos a ir de la mano con Petróleos Mexicanos y con el Gobierno de la República, para que nos sigamos sintiendo orgullosos no sólo de tener un presidente de la República tabasqueño y un director general de Pemex tabasqueño, sino de seguir siendo la capital petrolera del país «.

Tabasco y el petróleo en la obra del presidente López Obrador

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
Ahora que la “chapopotera” descubierta por el presbítero Manuel Gil y Sáenz en la comunidad chontal San Fernando, municipio de Macuspana, en 1860, recupera valor como “oro negro” a través de la refinería Dos Bocas, emerge la figura del presidente Andrés Manuel López Obrador como uno de los historiadores referentes para saber si el petróleo es un “beneficio” o “maleficio” para los tabasqueños.

Originario de Tepetitán, el mandatario federal acude, sin embargo, a una extensa y variada bibliografía de autores como Lorenzo Meyer, José López Portillo y Weber, Joaquín Ruiz, W. F. Dulles, Joseph Kraft, así como en el Anuario Estadístico de Pemex 1984 y Pemex, Memoria de labores 1970-1977, para ilustrar la historia del petróleo en Tabasco.

Por ejemplo, en El Poder en el Trópico (2015) intitula el capítulo 8, simplemente, como “El Maleficio del petróleo”. Y desde el primer párrafo, consigna lo que desde siempre ha sido su pensamiento en torno al llamado oro negro:
“De todos los productos de exportación que marcan las diversas etapas de la historia de Tabasco, ni el cacao, ni el palo de tinto, ni la caoba, ni el plátano, han tenido tanta demanda en el mercado internacional ni han generado tanto dinero como el petróleo. Sin embargo, el llamado oro negro, en vez de producir beneficios, ha originado muchos de los males que padecen los actuales pobladores del estado. Tabasco vive la paradoja de ser un estado rico con pueblo pobre, como si se estuviese cumpliendo el maleficio de cuando se descubrió en estas tierras el petróleo”.

Acto seguido reseña que en la época prehispánica y durante la colonia, las civilizaciones olmeca y maya usaron el petróleo sin fines de lucro. El ahora codiciado energético, era empleado para iluminar y como colorante; a veces, como aún se practica en algunas familias tradicionales del estado, servía como medicina para curar la reuma y como incienso en ceremonias religiosas.

“No era –deduce—un producto indispensable y tampoco despertaba codicia; por el contrario, era “cosa del demonio” y se le “asociaba a los malos augurios”.

A propósito, narra la expresión del cura Gil y Sáenz tras enterarse de que el registro formal de su descubrimiento lo hicieron el licenciado Sergio Carrillo y el doctor Simón Sarlat Nova: “…y tantos sacrificios que me costó pues los indios no querían y me expuse…Decían que me iba yo a volver un montón de sal, porque eso era cosa encantada, era de Chujilbá, duende o amo del monte.”

Con esa anécdota consignada en México y Estados Unidos en el conflicto petrolero, 1917-1942, de Lorenzo Meyer, el político escritor empieza a narrar las vicisitudes históricas y personales tejidas para bien o para mal por el producto de la tierra en Tabasco. De ahí la relevancia de transcribir fragmentos de la investigación elaborada por el presidente López Obrador como origen de su propuesta para recuperar al país a través, entre otras obras, de la construcción de la refinería Dos Bocas, Paraíso:
“Desde sus orígenes, en Tabasco, como en todo el país, el negocio del petróleo estuvo dominado por compañías extranjeras. La incursión que hicieron al inicio Simón Sarlat Nova y otros mexicanos no tuvo éxito, fracasó de manera temprana y rotunda. Los dos empresarios foráneos más afortunados fueron el estadounidense Edward L. Doheney y el inglés Wheetman Pearson, quienes, con el paso del tiempo, se convertirían en dueños de las más grandes empresas petroleras del país: la Mexican Petroleum Company, de la Standard Oil Company y El Águila, de la Royal Dutch Shell.

La adquisición de terrenos y el régimen de concesiones permitieron a estos dos empresarios acaparar grandes extensiones de terreno en el distrito de El Ébano, San Luis Potosí, cerca de Tampico, Tamaulipas. Según la propia confesión de Doheney, “parte de esas tierras las compró pagando a dos pesos cincuenta centavos por hectárea a propietarios que no sabían que esos terrenos eran petroleros”. Y después llegó a controlar 610 mil hectáreas. La compañía de Doheney contó con la simpatía del gobierno de (Porfirio) Díaz, una vez que el embajador estadounidense lo introdujo en los círculos oficiales. Con el tiempo, Doheney –que también tenía inversiones fuera de México—habría de convertirse en el empresario petrolero más importante del mundo después de John Rockefeller.

Por su parte, Wheetman Pearson originalmente vino a México contratado por el gobierno de Díaz para llevar a cabo diversas obras públicas. Cuando sus ingenieros trabajan en la reconstrucción del Ferrocarril de Tehuantepec, encontraron petróleo. El contratista favorito del dictador no tardó en convertirse en petrolero. En 1902, la Pearson and Son firmó su primer contrato de arrendamiento en la región del Istmo. Pronto adquirió 300 mil hectáreas y rentó medio millón más, a cuyos propietarios pagaba como regalías dos centavos por barril extraído. Asimismo, en 1906 Porfirio Díaz le otorgó una concesión para explotar petróleo durante 50 años, en terrenos nacionales de Veracruz, Tabasco, Chiapas, Campeche, Tamaulipas y San Luis Potosí, así como una exención de impuestos que incluía la importación de maquinaria y equipo. En 1906 Pearson construye en Minatitlán la refinería más grande del país, con capacidad para procesar tres mil barriles diarios, y se esperaba que llegaría a 12 mil. Además, fue dueño de 10 buquestanque de 15 mil toneladas de capacidad cada uno, la mayor flota petrolera del mundo en ese momento.

De modo que es durante el Porfiriato, al amparo del poder público, cuando se establecen esos grandes monopolios extranjeros en la industria petrolera. En 1901, la producción de petróleo fue de apenas 10 mil barriles al año, pero en 1911 pasó a 12 millones 552 mil 798 barriles, año en el que comienza la exportación de más de 80 por ciento de la producción.

El valor de la producción petrolera en 1901 fue de 2 mil 069 pesos, pero en 1911 se había incrementado a 4 millones 139 mil 554 pesos. Este floreciente negocio se hacía sin dejar beneficios para el país, sin pagar impuestos, con excepción del timbre, por el cual en este último año, la hacienda pública recibió en total la irrisoria cantidad de 26 mil pesos.

“En 1905, la empresa del inglés Pearson (más tarde Lord Cowdray) recomenzó la perforación de pozos en el sitio explorado por Sarlat, y en 1923, su compañía El Águila empezó a trabajar en el área de La Venta del municipio de Huimanguillo. En esos tiempos gobernaba Tabasco Tomás Garrido Canabal, a quien sus adversarios acusaban de haber favorecido a su padre Pío Garrido Lacroix, con un trámite ante la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, en 1929, para obtener una concesión y explotar petróleo en 10 mil hectáreas de terrenos de su propiedad ubicados en los municipios de Palenque, Macuspana y Jonuta.

De esa época también hay una anécdota que cuenta Amado Alfonso Caparroso, quien fuera secretario particular del hombre del sureste, en su libro Tal cual fue Garrido:
“En 1921 se presenta en Tabasco el inglés James de Rothschild, representante de las compañías petroleras El Águila y la Royal Dutch, rubicundo, alto y corpulento, hacía gala de prepotencia; además de ingenieros y geólogos y ayudantes, contaba con todo el respaldo del jefe de la guarnición militar Luis T. Mireles, quien por padecer de vitíligo le apodaban El Pinto. A Rothschild le decían el Duquesito, por sus modales aristocráticos. Mientras realizaban las compañías las excavaciones petroleras en Macuspana y Jalapa, tanto sus guardias blancas como la tropa que a su disposición envió el Pinto Mireles, cometían toda clase de atropellos con los campesinos en cuyas propiedades o ejidos se hacían las exploraciones. El gobernante Tomás Garrido Canabal mandó llamar tres veces al Duquesito y tres veces recibió la misma respuesta: NO TENGO TIEMPO PARA HABLAR CON ESE SEÑOR. Garrido enviaba sus quejas al Pinto Mireles y éste nomás tomaba notas. Pero a los pocos días, LAS GUARDIAS DE Rothschild MATARON A UN INDIGENA en Tepetitán y la indignación de Garrido fue grande. ¿Cómo iniciar un juicio contra el Duquesito y contra las poderosas compañías petroleras respaldadas por la escuadra inglesa anclada en Honduras Británicas y en la Martinica? Garrido, hombre de acción, ordena a Francisco Gamas, José Piñera y el mayor Ocampo Ferrer que plagiaran a James Rothschild. Y una noche, cuando el Duquesito se dirigía a su habitación en el hotel Palacio, el comando garridista desarma y ata a su guardaespalda y de inmediato embarcan a Rothschild en el motor de Santiago Chanti.

Lo desembarcan en Acachapan y Colmena y ahí lo esperaban unos monteros y guías con caballos y mulas. Su destino fue Guatemala. En el trayecto, el Duquesito trató de escapar y siguiendo previas órdenes de Garrido, le dieron cincuenta azotes, con la advertencia de que en la próxima serían cien. Y Rothschild aceptó con humildad franciscana su condición de reo: harapiento y sin zapatos y con una soga en el cuello, durante las caminatas nocturnas. De Rothschild y su arrogancia imperial, no quedaba más que un guiñapo humano. El escándalo fue mayúsculo allá en México. La prensa atacando a Garrido; la embajada inglesa protestó ante el gobierno de Obregón y aquí en Tabasco El Pinto Mireles busca afanoso e infructuosamente a su protegido y a la vez benefactor. El secretario de Gobernación, Plutarco Elías Calles, envía un telegrama a Garrido y éste se presenta ante Álvaro Obregón. Era la primera entrevista que sostenía el Sagitario Rojo con un presidente.

Ante la imponente personalidad del Manco de Celaya, Garrido no perdió ecuanimidad. Obregón le habló de las protestas inglesas, de la belicosidad imperial, de la difícil situación financiera de México y le reclamó su muy personal forma de hacer justicia. Garrido escuchó y luego le explicó detalladamente el proceder del Duquesito, los atropellos de sus guardias y la irreverencia ante el gobierno del Estado. Obregón se indignó, su rostro rubicundo fue más astuto y le dijo a Garrido estas palabras de fuego: “el presidente de México condena su proceder, pero el ciudadano Álvaro Obregón lo felicita y le aconseja: para la próxima, déle más azotes y mándelo a chingar a su madre”.

En aquellos tiempos, explica López Obrador, el verdadero auge del petróleo estaba en la zona costera de Veracruz y Tamaulipas. Es la época de la llamada Faja de Oro, situada en el norte del estado de Veracruz. Una franja de tierra de 80 kilómetros de longitud por 10 de ancho, donde entre 1920 y 1924 se registra una fiebre de perforación de pozos, de instalación de ductos, de construcción de refinerías. Hay tanta riqueza que Tampico se convierte en el segundo puerto más importante del mundo.

Tabasco, capital petrolera de México
Tras la irracional y descomunal explotación de la Faja de Oro –“Las compañías…se condujeron como se conducen los bandidos que sólo disponen de tiempo limitado para vaciar las arcas del banco que asaltan y saquean aceleradamente, sin importarles las monedas que caigan de las talegas; los sacos que se desfonden; el desorden, los documentos destruidos, las pérdidas diversas que dejan tras ellos”, refiere W. F. Dulles en Ayer en México, una crónica de la revolución, 1919-1936–, “en 1938 el general Cárdenas recuperó para la nación la explotación del petróleo y salieron de México las empresas, que ahora, en los tiempos del neoliberalismo o neoporfirismo, están regresando al país.

López Obrador también reseña que, en 1943, luego de la Expropiación Petrolera, la nueva empresa nacional, Petróleos Mexicanos, inicia en Macuspana estudios geológicos y geofísicos de exploración y, posteriormente, desarrolla el campo Sarlat perforando pozos a mil 200 metros de profundidad. En 1949, añade, termina de perforar a mil 600 metros el importante pozo productor de aceite bautizado como Fortuna Nacional (nombre que conserva una comunidad chontal). En el mismo municipio de Macuspana, en 1951, se perforó el pozo Chilapilla número uno, del campo José Colomo, que resultó productor de gas y condensado, lo que justificó la construcción de instalaciones de procesamiento e infraestructura de apoyo. Este auge llevó en marzo de 1958 a la creación de la intendencia llamada Ciudad Pemex, todo un complejo de desarrollo urbano e industrial, en el corazón de esta región petrolera”.

Poco después, en el mismo año de 1958, con la perforación del pozo Mecoacan número uno, en la región de la chontalpa, comienza el desarrollo petrolero del distrito de Comalcalco. No obstante, el gran auge empieza en 1972, con los descubrimientos de los campos Sitio Grande y Cactus, momento en que Tabasco se convierte en la capital petrolera de México. En 1971, el crudo extraído del estado significaba sólo el 13 por ciento de la producción nacional. En 1973, pasó al 37 por ciento y, en 1977, al 60 por ciento.

Esta fiebre del oro negro obedeció a la política nacional adoptada por el presidente José López Portillo.

López Obrador reseña la oposición del ingeniero Heberto Castillo Martínez a la política petrolera del presidente López Portillo. Invoca las caricaturas de Naranjo, que dibujaba al director de Pemex, Jorge Díaz Serrano “con un barreno en las manos, abriendo hoyos por todo el país”.

“El ingeniero Heberto Castillo, principal opositor a la política petrolera…, sostenía que lo más inteligente era volver al espíritu cardenista de dedicar la producción nacional al consumo interno”, refiere el autor de El poder en el trópico.

Neoliberales imponen decadencia de Tabasco
Luego de narrar anécdotas de la relación del gobierno de México con su homólogo de Estados Unidos tras el fracaso de la política petrolera del presidente López Portillo –cuyo desenlace llevó a Díaz Serrano a la cárcel–, López Obrador asegura que a partir del sexenio de Miguel de la Madrid se abandona la política económica que se mantuvo (en el país) a lo largo de 50 años, y los gobiernos neoliberales dejan de guiarse por un modelo de desarrollo propio. Los organismos financieros internacionales, indica, comienzan a imponer sus recetas: reducir la inversión y el gasto social, aumentar los precios de los bienes y las tarifas del sector público, así como congelar el salario. En 1985, el Fondo Monetario Internacional introduce la demanda de apertura del comercio exterior y la privatización de empresas estatales. De ese modo se inicia la política entreguista que ha llevado al remate de más de mil empresas públicas, al desmantelamiento de la industria petrolera y al vandalismo con bienes nacionales que por desgracia aún no termina.

Durante el periodo de auge y frenesí por vender cada vez mayores cantidades de petróleo crudo al extranjero, puntualiza López Obrador, Tabasco pagó un costo muy alto, porque fue el principal escenario de tan irresponsable absurdo. Es cierto que en esos años, Pemex derramó en el estado miles de millones de pesos, pero la irrupción petrolera afectó las actividades productivas tradicionales, alteró las formas de trabajo, contaminó la tierra, el agua, el aire, y degradó la moral pública. Fueron tiempos de construcción desenfrenada y desbarajuste. Cada vez se descubrían nuevos yacimientos, había fiebre de perforación de pozos y la necesidad de levantar con rapidez instalaciones de apoyo a la producción de crudo y gas, como ductos, tanques y de inyección de agua, estaciones de comprensión, complejos petroquímicos, el puerto de Dos Bocas y otras obras de infraestructura.

Como es sabido, agrega, muchos proyectos fracasaron o quedaron inconclusos. En uno de ellos, por ejemplo, expropiaron una franja de terreno de 100 kilómetros, desde Estación Chontalpa hasta Dos Bocas, para construir un ferrocarril y transportar hidrocarburos a ese puerto, pero sólo terminaron un gran puente elevado vehicular para librar el paso del tren. El proyecto se canceló y, como una burla, quedó a la orilla de la carretera del Golfo, a la altura de la ciudad de Cárdenas, el puente del tren fantasma, como elefante blanco o monumento a la corrupción. En fin, en esos tiempos Pemex hizo y deshizo; agujereó la tierra, desvió ríos, abrió canales, levantó bordos, inundó terrenos, salinizó suelos, arrasó con selvas y cultivos; en suma, destruyó buena parte del territorio tabasqueño.
(…)

Aquí, apunta López Obrador, es oportuno subrayar que la decadencia económica y social de Tabasco empieza al mismo tiempo en que se intensifica la llamada política neoliberal; es decir, a partir del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Además de la política de pillaje impuesta con el sofisma de las privatizaciones, de la priorización de la venta de petróleo crudo al extranjero, y del abandono de las actividades productivas y de campo, se reducen los recursos económicos que Tabasco recibía de la Federación, por concepto de la explotación petrolera en su propio territorio.
(…)

En la actualidad, lamenta, por los efectos del petróleo y de la política económica impuesta desde 1983, Tabasco padece una de las peores crisis de su historia.
(…)

En el último párrafo del capítulo El maleficio del petróleo, el actual presidente de México concluye: “Por todo lo aquí apuntado, no hay más salida que seguir luchando e insistiendo para lograr en Tabasco, como en todo el país, una verdadera transformación”.

Palabra empeñada, palabra que se cumple
El capítulo 10 del Poder en el trópico, se denomina Cómo reconstruir el paraíso. Esta es la parte central de esa propuesta ya caminando durante los primeros seis meses del gobierno del presidente López Obrador:

“(…) Cuando triunfe el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), se abolirán las llamadas reformas estructurales: la laboral, la educativa, la fiscal y la energética. Le devolveremos a la Constitución su sentido original, los motivos y el espíritu que le imprimieron los diputados que la elaboraron en 1917, obedeciendo el mandato de quienes lucharon y dieron la vida en la Revolución. En especial, dejaremos como estaban, antes de la última reforma antipopular y entreguista, los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución, y aplicaremos una nueva política petrolera que se resume en los siguientes puntos:
1. Manejar de manera integral al sector energético para utilizar, en forma eslabonada, toda la cadena de valor (exploración, producción, refinación, petroquímica, gas, electricidad y energías renovables).

2. Explotar el petróleo y el gas con criterios de sustentabilidad y de preservación del medio ambiente. No dejarnos dominar por la euforia de vender mayores volúmenes de crudo al extranjero, pues con ello se propicia el agotamiento prematuro de los yacimientos y la quema de gas a la atmósfera.

3. Dar prioridad a la inversión en exploración con el fin de mantener estables las reservas probadas con una tasa de reposición del 100 por ciento.

4. Construir cinco refinerías: en tula, Hidalgo; Salamanca, Guanajuato; Salina Cruz, Oaxaca; Dos Bocas, Tabasco; y Atasta, Campeche, con el propósito de generar empleos y dejar de importar 500 mil barriles diarios de gasolinas y diésel, que representan el 51 por ciento del consumo actual (2015), con una erogación de más de 25 mil millones de dólares anuales.

5. Reducir el precio de las gasolinas, el diésel y el gas, en beneficio de los consumidores y del sector industrial. Es inaceptable que la gasolina cueste el doble que en Estados Unidos, mientras allí el salario en promedio es 10 veces superior al de aquí.

6. Fortalecer a la industria petroquímica para frenar su deterioro y la acelerada y creciente dependencia del mercado exterior.

7. Otorgar preferencia a las empresas nacionales en las compras de bienes y servicios que contrata Pemex.

8. Destinar recursos suficientes para la investigación y el desarrollo tecnológico del sector energético.

9. Impulsar un programa nacional de transición energética, para disminuir la dependencia de combustibles fósiles y de recursos no renovables.

10. Limpiar a Pemex de corrupción, y de esta manera, financiar, gran parte de la inversión que demanda la industria petrolera. Terminar con la entrega de jugosos contratos por acuerdos políticos y prácticas corruptas, como ocurrió, entre otros ejemplos, con los proyectos de la Cuenca de Burgos y de Chicontepec, donde no se ha logrado producir más gas ni más petróleo, pero sí se ha causado un grave daño patrimonial para beneficiar a las petroleras Repsol, Halliburton y Schlumberger, entre otras.

“No debe descartarse que gobernaremos la República, pero mientras se logra la transformación democrática nacional y se modifica la actual política económica y, en particular, la energética, en Tabasco, desde ya, debe hacerse valer la autoridad soberana, el gobierno que dimana del pueblo y se instituye para su beneficio…”

Política neoliberal hundió a Pemex

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
A los críticos de la construcción de la refinería Dos Bocas, Paraíso, se les olvida la historia de esas factorías en México. Tampoco recuerdan que desde 1989 hasta la fecha, la importación de gasolina y otros combustibles se incrementó 7 mil 700 por ciento, al pasar de 268 millones de dólares a cerca de 20 mil millones en 2018.

Según documentos de la empresa productiva del Estado, la historia petrolera consigna que la política neoliberal impulsada por el presidente Carlos Salinas de Gortari, empujó al precipicio a Petróleos Mexicanos (Pemex) desde hace 29 años a raíz de la importación de energéticos y la consiguiente clausura de dos refinerías en 1991. Desde entonces, el país sólo tiene seis plantas productivas.

El incremento de la población del país, así como el parque vehicular y el crecimiento de la industria nacional, además del elevado costo de los precios de la gasolina, desde esa época impacta en la inflación y carestía de la vida que afecta a la mayoría de la población de la república. Y en vez de enfrentar la crisis, los gobiernos emanados del PRI-PAN-PRI agudizaron la misma al abandonar a la empresa petrolera nacional que en algún momento ocupó un prominente lugar en el concierto de los países productores de petróleo.

Así llegó el 1 de julio de 2018. Aunque en realidad todo empezó desde que al escenario político de Tabasco y México surgió la figura de un político con visión de Estado que desde las mismas filas del PRI o en la oposición PRD o Morena, empezó a cuestionar el abandono de Pemex. Ese personaje es el actual presidente Andrés Manuel López Obrador quien desde su estado natal, y también en el lugar más recóndito del país, planteó la recuperación de la ex paraestatal.

Durante casi tres décadas, López Obrador planteó la iniciativa de construir la refinería Dos Bocas en Paraíso, Tabasco. No era ni es una ocurrencia, como aseguran sus críticos, pues en diversos planes de desarrollo como los elaborados por el Consejo Nacional de Población en 1960, se perfila el proyecto cuya obra física arrancará este domingo 2 de junio. ¿Y qué saben los críticos?

Parece que nada, pues una pieza de muestra confirma lo antedicho: “Para 1923 México contaba con 14 refinerías (en 1933 se suma la construcción de la planta en Poza Rica), siendo la de Mata Redonda, Veracruz, la más grande del país, con una capacidad de 133 mil barriles diarios; esta refinería veracruzana fue inaugurada en junio de 1915 por La Huasteca Petroleum Company.

“El auge en la explotación del oro negro se debió a las compañías petroleras (todas extranjeras) comenzaron a expandirse por los estados de San Luis, Tamaulipas y Veracruz, a principios del siglo XX. Nueve años después se inauguró el oleoducto Tampico-Azcapotzalco, con una longitud de 500 kilómetros, recorriendo prácticamente la mitad del territorio nacional a lo largo”.

Esta es la historia que los críticos de Dos Bocas omiten. Incluso, el argumento de que una refinería no es negocio cae por su propio peso, según la bibliografía de Pemex. En los seis gobiernos neoliberales –Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto-, México erogó alrededor de 200 mil millones de dólares para adquirir gasolina en el exterior y los consumidores la pagan a precios históricos.

“Dicho monto se incrementa a cerca de 250 mil millones de dólares si se suma la importación de diésel, gas y otros combustibles, monto más que suficiente para construir dos decenas de refinerías. De ese gasto, 95 por ciento se registró en tres sexenios modernizadores: Fox, Calderón y Peña Nieto, los dos primeros con ingresos petroleros”, editorializó el periódico La Jornada el domingo 19 de mayo de este año.

Aún más: en 1993, señala la publicación, el gobierno de Carlos Salinas invirtió una millonaria cantidad en la refinería Deer Park, en Houston, Texas, para la adquisición de 50 por ciento de esa planta (la otra mitad propiedad de la trasnacional Shell); para 2011 (México) ya era socio minoritario y nunca se vio el beneficio.

¿Y no que no es negocio?

Reseña histórica de refinerías en México
Con información de la empresa productiva del Estado y de diversos medios impresos, los cuestionamientos a la decisión de construir la refinería de Dos Bocas se desvanecen. Se argumenta que ese tipo de instalaciones petroleras “no son negocio”, que “tendrán poca vida productiva…” y más, porque, sostienen, la tendencia mundial “es no crear más, sino ampliar y modernizar las existentes”.

La historia petrolera del país deja con un palmo de narices a tal oposición: “México nunca tuvo menos refinerías que ahora ni fue tan dependiente de la importación de combustibles como a estas alturas, amén de que las ampliaciones y modernizaciones de las existentes han sido un barril sin fondo que no ha evitado que esas terminales trabajen, si bien va, a 40 por ciento, en promedio, de sus respectivas capacidades instaladas, el menor nivel de los pasados 25 años”.

La realidad es inocultable. Actualmente, México sólo tiene seis refinerías (las dos más jóvenes fueron inauguradas en 1979, es decir, 40 años atrás, eternamente reconfiguradas y modernizadas), cuando antes de la expropiación cardenista de 1938 contaba con 15 y una en proceso, la de Poza Rica (clausurada en 1991 por el gobierno salinista, junto con la de Azcapotzalco), cuya construcción comenzó en 1933 la compañía extranjera El Águila, y concluyó y puso en operación, en 1940, Petróleos Mexicanos.

Esas 15 refinerías –y otra en proceso— eran propiedad de las petroleras extranjeras que hasta marzo de 1938 operaron en México. Al respecto, Petróleos Mexicanos detalla que “entre 1869 y 1896 compañías estadunidenses comenzaron a explotar las reservas de crudo mexicanas con la construcción de las refinerías El Águila y La Constancia, en Veracruz, y dos más de la empresa Waters Pierce Oil, en Tamaulipas.

“Para 1923 México contaba con 14 refinerías (en 1933 se suma la construcción de la planta en Poza Rica), siendo la de Mata Redonda, Veracruz, la más grande del país, con una capacidad de 133 mil barriles diarios; esta refinería veracruzana fue inaugura en junio de 1915 por La Huasteca Petroleum Company”.

Siguiendo la reseña histórica, se dice que el auge en la explotación del oro negro se debió a que las compañías petroleras (todas extranjeras) comenzaron a expandirse por los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz a principios del siglo XX. Nueve años después se inauguró el oleoducto Tampico—Azcapotzalco, con una longitud de 500 kilómetros…

El 15 de julio de 1914 se inauguró la refinería Doña Cecilia, propiedad de El Águila. Su producción alcanzó 20 mil barriles diarios. Posteriormente cambio su nombre a refinería Ciudad Madero y más adelante la rebautizaron como Francisco I. Madero, nombre que a la fecha conserva.

Creatividad mexicana
en la industria nacional
No hace mucho, en 2018, esto es un siglo y cuatro años después de comenzar a operar la antigua Doña Cecilia, al cierre del sexenio de Enrique Peña Nieto, esa terminal producía 26 mil barriles por día, apenas 6 mil más que en 1914. La Francisco I. Madero oficialmente tiene una capacidad de producción de 190 mil barriles por día, pero en los hechos genera 14 por ciento de ese monto, por mucho que ha sido reconfigurada y modernizada en varias ocasiones.

Con la expropiación del presidente Lázaro Cárdenas del Río en 1938, México enfrentó y superó una singular adversidad: las empresas extranjeras afectadas se llevaron o destrozaron hasta el último tornillo de la infraestructura petrolera, y Pemex, junto con sus trabajadores, superaron las circunstancias prácticamente con las uñas, pero con enormes dosis de creatividad, lo que permitió la construcción de la nueva industria nacional.

Ese ejemplo nacional lo pasan por alto hoy los críticos de la política energética del presidente López Obrador. A propios y extraños consta que los trabajadores mexicanos, técnicos y profesionistas como los que están por contratarse para construir Dos Bocas, superar con imaginación, esfuerzo y solidaridad la huella devastadora del extranjero para levantar de las cenizas la nueva industria nacional que fue orgullo nacional hasta que la economía neoliberal lo permitió.

Como seguramente sucederá ahora, la construcción de la industria petrolera nacional requirió, para algunas plantas, asesoría foránea, pero todo lo demás fue hecho en casa, con mano de obra mexicana.

A partir del 18 de marzo de 1938, indica la historia, Petróleos Mexicanos operó seis refinerías: Minatitlán, Ciudad Madero, Azcapotzalco, Árbol Grande, Mata Redonda y Bellavista. Dos años después, en 1940, la entonces paraestatal puso en operación la de Poza Rica, “símbolo de la creatividad, dedicación y entereza de los trabajadores petroleros. Sin embargo, 41 años después de que fueran inauguradas, en 1952, las nuevas instalaciones de esta última terminal productiva, Salinas de Gortari ordenó su cierre en 1991.

La numeralia de las inauguraciones de las refinerías son efemérides inolvidables para las generaciones de a mediados del siglo pasado pero que también las nuevas generaciones deben saber a través de la consulta con la historia de México. En 1946 puso en operación la refinería de Azcapotzalco; dos años después, la de Salamanca, Guanajuato, y en 1950, la ampliación de la Mata Redonda, Veracruz. Posteriormente, abrió en 1956 la de Minatitlán. En tanto que entre 1960 y 1961, dejan de funcionar Mata Redonda y Árbol Grande, Tamaulipas; la de Tula Hidalgo en 1976, así como Cadereyta, Nuevo León, y Salina Cruz, Oaxaca, en 1979.

Y cuando llegaron, en 1982, los gobiernos neoliberales, toda esa industria petrolera empezó a decrecer. Con el pretexto de que construir refinerías en el país no es negocio, México se convirtió en importador neto de combustibles y a últimas fechas de petróleo crudo (caso no registrado desde 1974), “con un creciente costo y no sólo económico”.

La actual capacidad instalada del Sistema Nacional de Refinación, oficialmente se sabe, es de un millón 700 mil barriles diarios, aunque información extraoficial señala que no pasa de 680 mil. La diferencia, queda claro, se importa de los Estados Unidos, principalmente, porque, según los neoliberales, “no es negocio ampliar la infraestructura”.

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