Hora de quitar nobles
El gobernante, para llegar o mantener el poder debe ser experto en el arte de la guerra, aquellos que ayudados de la suerte o de la nobleza llegaron a ser príncipes, difícilmente se van a sostener por mucho tiempo en el poder. Nicolás Maquiavelo / El Príncipe Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com En el noticiario de Brozo […]
16 de mayo de 2013

El gobernante, para llegar o mantener
el poder debe ser experto en el arte
de la guerra, aquellos que ayudados
de la suerte o de la nobleza llegaron
a ser príncipes, difícilmente se van a
sostener por mucho tiempo en el poder.
Nicolás Maquiavelo / El Príncipe

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com
En el noticiario de Brozo se informó ayer de las actividades que se realizan en Roma por los 500 años de que Nicolás Maquiavelo escribió El Príncipe, una obra que ha sido génesis y territorio político para una teoría vigente sobre el arte de gobernar.

Recurrente tema en esta columna periodística, El Príncipe, si bien algunos ven en la obra una práctica amoral pero certera de la política, es un libro obligado para quienes escriben de política o actúan en ella.

Con la obra del florentino se aprende que no hay cosa más difícil que actuar como jefe y mucho menos intentar cosas nuevas, leyes, acuerdos, disposiciones que no son defendidas por la gente nueva de un príncipe nuevo, mucho menos por aquellos que han sacado provecho del pasado.

Uno de los 26 capítulos que es más ad hoc a nuestos tiempos es el noveno. Vale la pena para estas celebraciones, que culminan en otoño, mencionar unas citas de esta obra que también enseña que un príncipe no puede ser bueno y honesto cuando está rodeado de quienes no lo son. Si bien puede considerarse un exceso —como los de Mazarino en su Breviarios de los políticos—, Maquiavelo dice que, debe entenderse más en la política, los hombres son volubles, ingratos, ansiosos de ganancias; y mientras el príncipe les sirve y lo necesitan ofrecen hasta la vida, pero se rebelan si el que gobierna no les es ya necesario.

Vaya, por el espacio, parte de este tratado de política, en su noveno capítulo: “Trataremos ahora del segundo caso: aquel en que un ciudadano, no por crímenes ni violencia, sino gracias al favor de sus compatriotas, se convierte en príncipe. El Estado así constituido puede llamarse principado civil . El llegar a él no depende por completo de los méritos o de la suerte; depende, más bien, de una cierta habilidad propiciada por la fortuna, y que necesita, o bien del apoyo del pueblo, o bien del de los nobles. Porque en toda ciudad se encuentran estas dos fuerzas contrarias una de las cuales lucha por mandar y oprimir a la otra que no quiere ser mandada ni oprimida. Y del choque de las dos corrientes surge uno de estos tres efectos: o principado, o libertad, o licencia.

“Pero el que llega al principado con la ayuda de los nobles se mantiene con más dificultad que el que ha llegado mediante el apoyo del pueblo porque los que lo rodean se consideran sus iguales y en tal caso se le hace difícil mandarlos y manejarlos como quisiera. Mientras que el que llega por el favor popular es única autoridad, y no tiene en derredor a nadie o casi nadie que no esté dispuesto a obedecer

“Por otra parte, no puede honradamente satisfacer a los grandes sin lesionar a los demás; pero, en cambio, puede satisfacer al pueblo, porque la finalidad del pueblo es más honesta que la de los grandes, queriendo estos oprimir, y aquél no ser oprimido. Agréguese a esto que un príncipe jamás podrá dominar a un pueblo cuando lo tenga por enemigo, porque son muchos los que lo forman; a los nobles, como se trata de pocos, le será fácil. Lo peor que un príncipe puede esperar de un pueblo que no lo ame es el ser abandonado por él; de los nobles, si los tiene por enemigos, no sólo debe temer que lo abandonen, sino su se rebelen contra él; pues, más astutos y clarividentes siempre están a tiempo para ponerse en salvo, a la vez los que no dejan nunca de congratularse con el que es esperan resultará vencedor.

“Por último, es una necesidad para el príncipe vivir siempre con el mismo pueblo, pero no con los mismos nobles, supuesto que puede crear nuevos o deshacerse de los que tenía, y quitarles o concederles autoridad a capricho”.

Excálibur
…pero cuando no se unen sino por cálculo y por ambición es señal de que piensan más en sí mismos que en ti, y de ellos se debe cuidar el príncipe y temerles como si se tratase de enemigos declarados, porque esperarán la adversidad para contribuir a tu ruina.

El que llegue a príncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse en conservar su afecto, cosa fácil, pues el pueblo sólo pide no ser oprimido.

De la mesa
Con cariño está columna para Ausencio Díaz,(A. Díaz)  gran amigo; mejor colega y superior analista político: por su cumpleaños, que ayer celebramos.

Compartir: