Don Manuel Gurría, priista de viejo cuño recuerda a los tabasqueños, pero sobre todo a los de su partido, que denostar y agredir no es lo adecuado en el ejercicio político de mentes civilizadas. Lo expresa desde el recuerdo de su gobierno, en donde la izquierda radical perredista, inclusive, le tiró basura a la entrada de palacio y del estacionamiento como acción cotidiana de protesta, entre muchos agravios más.

Ayudar y respetar a un gobernador, del partido que sea, es una obligación, no solo legal: es moral, de educación y de respeto a todos aquellos ciudadanos que votaron por él, que en este caso son la mayoría de los tabasqueños.

Al PRI se le puede acusar de todo, menos de generar violencia. La experiencia de gobierno en el México posrevolucionario, costó tiempo, dinero, esfuerzo, sacrifico y vidas humanas. No debe ser Tabasco el inicio de la violencia electoral priista en el país. Cuando siempre ha sido muestra de lo contrario.

Al gobernador Arturo Núñez le toca ahora enfrentar lo retos del futuro de nuestro estado. No es fácil, nunca lo ha sido, todo gobernante ha tenido similares complicaciones, pero, Núñez aún, tiene que enfrentar un reto mayor, la división de su partido en PRD-Morena que como siempre, ha sido el frijol negro en el arroz de los gobiernos tabasqueños en los últimos 30 años. Y no se ve para cuándo acabe.

Démonos la oportunidad los tabasqueños de avanzar.  Dejar gobernar en paz y con respeto, es de beneficio para Tabasco y los tabasqueños y como diría el ex gobernador Gurría, así de simple.