Guayabazo
Teología de la Liberación desapareció en Tabasco Manuel García Javier guayabazo@hotmail.com Pocos tabasqueños –si acaso unos cuantos— saben algo de la corriente teológica cristiana conocida como Teología de la Liberación. Nacida en América Latina tras la aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968), que […]
9 de octubre de 2020

Teología de la Liberación desapareció en Tabasco

Manuel García Javier
guayabazo@hotmail.com
Pocos tabasqueños –si acaso unos cuantos— saben algo de la corriente teológica cristiana conocida como Teología de la Liberación. Nacida en América Latina tras la aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968), que se caracteriza por considerar que el evangelio exige la opción preferencial por los pobres y por recurrir a las conciencias humanas y sociales para definir las formas en que debe realizarse aquella opción.

La Teología de la Liberación en Tabasco se prostituyó, adulteró y llevó a quienes la practicaban al enfrentamiento en una lucha de clases que generó violencia, contrario al fruto del amor que es la esencia natural para la cual se formó.

De cerca de 30 religiosos tabasqueños que iniciaron este movimiento en los años 70s y 80s del siglo anterior, pocos quedan, porque los primeros no fueron capaces de advertir estas diferencias al momento de introducir esta moda, y se perdió el dinamismo de la teología original surgida del Concilio Vaticano II, convirtiéndose en una corriente con más católicos, pero con una injusticia donde la brecha entre la gente rica y la de los pobres –que son la mayoría– es escandalosa.

De la verdadera Teología de la Liberación fueron pocos los seguidores. La iglesia contribuyó en parte a ello, aunque hubo esporádicas manifestaciones, como el sínodo diocesano promovido en los 80s como fruto de todo esto; se invirtió mucho esfuerzo, pero hubo poca aceptación porque falto más reflexión.

Así pues, en Tabasco propiamente teólogos de la liberación no ha habido, pero sí seguidores y simpatizantes del movimiento. Por ejemplo, el sacerdote Avelino Cortés Téllez, actualmente párroco de la iglesia de San José Obrero de la colonia Infonavit Atasta, en Villahermosa, ha mostrado interés en ello, pero, por esa razón, la alta jerarquía lo ha ‘castigado’ dejándolo a un lado de las actividades eclesiásticas de nivel.

El padre Francisco Goitia Prieto (QEPD) llegó en 1986 a la comunidad de Plátano y Cacao, sede de los Jesuitas y desde 1989 colaboró en el Comité de Derechos Humanos de Tabasco hasta el 2001, año en que fue enviado a la Ciudad de Torreón Coahuila. En Tabasco acompañó muchos procesos de lucha, uno de ellos a raíz de las explosiones en ductos de Petróleos Mexicanos en la comunidad de Plátano y Cacao tercera sección, donde la CNDH se vio obligada a emitir una recomendación en contra de la empresa petrolera y el Gobierno del Estado a fin de que cumpliera el acuerdo para reubicar viviendas y la construcción de la planta potabilizadora de la comunidad de Corregidora tercera sección, que da servicio a 60 mil personas. Goitia estuvo donde hubo cierta violencia, cierto enfrentamiento, pero no hizo una obra representativa de la Teología de la Liberación.

A finales del siglo pasado hubo un intento, como el movimiento comunista de hacer cooperativas, pero fueron acciones sin mentalidad y sin cultura, por eso desaparecieron rápido.

Heriberto Olivares Valentines (QEPD), clérigo de carácter fuerte, que siempre hablaba de frente y con la verdad defendiendo en cualquier trinchera su ideología. Fue un luchador incansable de la transformación de la iglesia católica y uno de los críticos más severos de la diócesis; por ello, en su momento, fue relegado por el obispo Florencio Olvera Ochoa. Quizá porque era crítico de los sacerdotes que les ponían precio a las celebraciones religiosas, pues afirmaba que eso atentaba contra los principios cristianos, situación que era mal vista, en ocasiones, por sus propios hermanos en la fe, quienes lo señalaban como promotor de la Teología de la Liberación.

Enrico Lazaroni Pelli, sacerdote jesuita que realizó intensa labor pastoral durante 15 años en los municipios de Tacotalpa, Comalcalco y Centro, y fue removido por la diócesis de Tabasco a petición del Vaticano. En enero 4 de 2004, el clérigo se ausentó para siempre de Tabasco, para retornar a Milán Italia y fue despedido, en el aeropuerto de Dos Montes, por unos 300 chontales provenientes de Tamulté de las Sabanas, comunidad indígena ubicada a 45 kilómetros de la capital, donde le dedicaron al prelado danzas autóctonas y con lágrimas en los ojos la cantaron la canción “Amigo”.

En la actualidad, la Teología de la Liberación en la entidad prácticamente está desaparecida, desde las esquinas y en lo oscurito, los jesuitas que comulgan con esa corriente teológica sólo observan la actividad clerical, que poco a poco se ve mermada por la ausencia de católicos que marchan hacia otras religiones. Ya se olvidó el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín. En fin, como señala el Lumen Gentium: “Hasta que aparezcan los cielos nuevos y la tierra nueva, en los que habita la justicia, la iglesia peregrinante, en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, lleva sobre sí la imagen de este mundo que pasa”. Nos leemos en la próxima.

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