Guayabazo
¡Felicidades mamá! “Ningún idioma puede expresar el poder, belleza y heroísmo del amor de una madre” -Edwin Chapin- Manuel García Javier Guayabazo@hotmail.com Domingo especial, de festejo a distancia, recordatorios por el ser amado ausente, y de oración por quienes ya partieron al perpetuo descanso y paz espiritual. Diez de mayo de 2020, ‘Día de las […]
11 de mayo de 2020

¡Felicidades mamá!

“Ningún idioma puede expresar el poder,
belleza y heroísmo del amor de una madre”
-Edwin Chapin-

Manuel García Javier
Guayabazo@hotmail.com
Domingo especial, de festejo a distancia, recordatorios por el ser amado ausente, y de oración por quienes ya partieron al perpetuo descanso y paz espiritual. Diez de mayo de 2020, ‘Día de las Madres’, ahora con nostalgia y tristeza, aislados y condenados a soportar las amenazas de un mal que poco a poco diezma a la población.

Este domingo, desde muy temprano la levanté con las habituales ‘mañanitas’ y reverente le brindé mis felicitaciones. La primera llamada, la de su hijo único, fue muy emotiva y con manifestaciones de amor eterno y cariño perenne. Y es que ella ha sido la guía fundamental del ser a quien le dio vida hace dos décadas y a quien le ha dedicado gran parte de su vida: Por él ha sufrido desvelos, por él siempre está al pendiente de todo, a todas horas, enviándole hasta el otro lado del país las bendiciones y oraciones para que nada le suceda en la escuela, el trabajo, en la calle…

El sentimentalismo brotó y un par de lágrimas escurrieron por sus mejillas, pero tenía que continuar con el día que Dios Padre le otorgó… Decenas de llamadas a su celular continuaron sonando, felicitándola y deseándole parabienes. No importó que fuera a distancia, de manera virtual, para que, motivada, comenzara a reír y a disfrutar su día… iniciaba la fajina diaria.

Se había preparado para este ‘día de días’: la noche anterior e esmeró en editar un video con un sentido, pero cariñoso mensaje para su querida madre, a quien de inmediato le hizo llegar –vía WhatsApp—porque no había de otra, sólo el celular acorta la distancia y nos une aunque sea de manera virtual. La mañana transcurre y –obvio—nos deleitamos un suculento desayuno a la tabasqueña y, para después del mediodía, otro platillo especial a base de mariscos; claro, sin faltar el vino de su predilección.

Mi querida amiga, esposa y amor de mi vida, hoy se confeccionó un peinado especial, mostró un maquillaje que hizo resaltar su belleza y lució un vistoso traje… Señora… señora… señora, alcancé a balbucear.

Sólo ella y yo, en una convivencia colmada de fraternidad, bendiciones, risas y sobre todo amor. Fue la primera vez en años que solitariamente convivimos, hubo ausencia familiar, era obligatorio guardar sana distancia, el ‘coronavirus’ había separado a todas las madres del mundo de sus familiares.

No faltó la video llamada de hermanas (también madres) y hermanos, comadres y compadres, cuñadas y cuñados, en especial la del nieto preferido que ya se estrena con nuevas palabras, producto del crecimiento. ¡Todo fue felicidad!, aunque sabemos que no hay tal cosa, pues nada es bueno estando en una ‘jaula de oro’, pues lo principal es la unión y convivencia familiar.

Durante la comida recordé a la estadounidense Ann Marie Jarvis, fundadora de la celebración, cuando en 1905 en su pueblo natal de Grafton, Virginia Occidental, quiso rendirle homenaje a su madre, que había fallecido el 9 de mayo de ese mismo año, y a partir de ahí se consagró ese día para hacerle los honores a todas las mamás del mundo.

En México, se inició de manera oficial el 10 de mayo de 1922, y a partir de entonces todo el pueblo azteca rinde honor a quienes tienen la dicha de haber dado a luz.

Por esta ocasión, mi habitual visita a la cripta donde descansan los restos de mi señora Madre, en el panteón municipal de Jalpa de Méndez para depositarle una ofrenda floral, no pudo llevarse a cabo. No quedó de otra más que elevar al cielo una vehemente oración y con el encendido de una veladora en honor a ella, le pedí me continúe cuidando.

Felicidades pues a todas las madres que hoy guardan su sana distancia, a esas guerreras que todos los días desafían la fuerza de la naturaleza en aras de prodigarle amor y cariño a sus hijos. Por ello, es válido que cuando uno ve a los ojos de su madre está mirando al amor más puro que conoceréis jamás. Y como dijo el filósofo inglés Samuel Taylor Coleridge: ‘El amor de una madre es el velo de luz suave entre el corazón y el padre celestial’.

En último de los casos, la celebración dominguera a las madres en medio de la pavorosa pandemia, no debe considerarse como efímera, aunque se trata de que todos los días de nuestra existencia rindamos homenaje a la santa persona que nos dio el ser. Por eso: ¡Felicidades mamá! ¡Bendita seas!. Es todo, nos leemos en la próxima.

Compartir: