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La enfermedad del poder Juan Ochoa Vidal juanochoavidal@gmail.com ¿El poder cambia a las personas? Sí y no. Ejemplos hay muchos. Andrés López Obrador es el mismo que conocimos en 1977: no cambiará. Evaristo Hernández Cruz ya no es igual al que gobernó Centro entre 2007 y 2009. Pero hay un personaje a quien tratamos con […]
23 de julio de 2019

La enfermedad del poder

Juan Ochoa Vidal
juanochoavidal@gmail.com
¿El poder cambia a las personas? Sí y no. Ejemplos hay muchos. Andrés López Obrador es el mismo que conocimos en 1977: no cambiará. Evaristo Hernández Cruz ya no es igual al que gobernó Centro entre 2007 y 2009.

Pero hay un personaje a quien tratamos con mayor profundidad desde que en 1982 nos presentó mi amigo David Gustavo Gutiérrez Ruiz: Arturo Núñez Jiménez.

Es pertinente revisar su caso, porque en principio se trata de alguien que llegó a ser gobernador contando con la mejor preparación que haya tenido un mandatario de Tabasco y ya se manejaba en las más altas esferas del poder en México.

Algún día, cuando aquél era por segunda ocasión subsecretario de Gobernación, Rafael Caso Vidal y un servidor coincidimos en que si se conjugaran tiempo y circunstancias -cito a Jesús Reyes Heroles- Arturo podría haber llegado a ser Presidente de la República.

Nos hicimos compadres en 1996 (director general de Infonavit, de 47 años) y al año siguiente me pidió acompañarlo en su campaña para diputado federal por el sexto distrito, como coordinador de comunicación.

El entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, no quería soltarlo y por cierto que ya Roberto Madrazo había perfilado para esa posición a Martha Andrade Alcocer. Empero, Núñez logró la nominación. Sabía que era su oportunidad para reinsertarse en Tabasco y posicionarse rumbo a la sucesión gubernamental del 2000.

Con un selecto equipo de trabajo y siempre en trabajo coordinado con Jesús Alí de la Torre, Daniel Barceló Rojas, José Antonio de la Vega Asmitia, Jaime Sánchez de la Fuente, entre otros, se proyectó y concretó una campaña que en el aspecto mediático se diseñó para que Núñez fuese ampliamente conocido en todo el estado.

Se trató de la primera ocasión -así lo propusimos- en que un candidato no se limitó a acudir al programa de radio matutino tradicional, sino a la totalidad de emisoras radiofónicas y de televisión de todo el territorio estatal, en tiempos en que no existían las redes sociales.

Manuel Andrade y Pedro Jiménez hicieron su parte como cabezas de grupo político. El deslinde y traición vendrían poco más de dos años más tarde.

Para el tema que nos ocupa, lo que queremos compartir es que ese Arturo Núñez se comportó como hombre inteligente, receptivo ante los consejos, humilde en su trato con las personas. Aprendió que si tenía que tomar pozol veinte veces en un día y estrechar manos sudorosas, no podría hacer muecas y decir no.

En la elección interna del 2000 ya no escuchó consejos y, para colmo, se rodeó de individuos nefastos, como Wilver Méndez, y se resistió a entender que Ernesto Zedillo ya había entregado por completo a Madrazo el PRI tabasqueño.

El 4 de abril de ese año sufrió la derrota hasta las lágrimas, pero continuó creyendo que Francisco Labastida Ochoa sería Presidente y que quitaría a Andrade de la candidatura a gobernador para dársela. Aquella noche de amargo domingo, César Raúl Ojeda le llevó el ofrecimiento de Obrador para que fuera candidato a gobernador por el PRD. Lo despreció.
Años más tarde, por fin renunció al PRI y se afilió al PRD obradorista, que lo hizo senador y gobernador. Pero cuando llegó al poder se transformó. Desde su discurso de toma de protesta dejó muy en claro que cogobernaría con Martha Lilia López Aguilera.

En una gira a la que me invitó en octubre de 2016, en Cunduacán, le mencioné varios nombres de personas que creyeron en él en 1997 y desde mucho antes. Me confesó que ya no los recordaba. “Quién sabe qué se hicieron; les perdí la pista”, esgrimió.

Se pasó el sexenio lloriqueando por el saqueo granierista y en la inauguración esporádica de obras de mantenimiento a escuelas, así como de uno que otro camino. No hay una sola obra suya significativa. En diciembre último, en complicidad con Evaristo Hernández, inauguró un mercado Pino Suárez inconcluso.

El hombre mejor preparado para gobernar de la historia de Tabasco, dejó a Tabasco en la ruina, con desvío de recursos, presupuesto desaparecido y en el último lugar en los indicadores nacionales en todos los rubros.

La gran interrogante en esta hora continúa siendo qué va a suceder en cuanto a Arturo, su esposa ex funcionaria pública, y ex colaboradores.
Twitter: @JochoaVidal

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