Escenarios
¿Serviría de algo armarse? Juan Ochoa Vidal juan_ochoa45@hotmail.com Alejandro Moreno Cárdenas quiso tender una cortina de humo al presentar su propuesta de que se autorice a los ciudadanos la portación de armas para protegerse ante la delincuencia. Es un anzuelo que se lo tragaron no pocos. Conforme a la legislación vigente, la Secretaría de la […]
5 de julio de 2022

¿Serviría de algo armarse?

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
Alejandro Moreno Cárdenas quiso tender una cortina de humo al presentar su propuesta de que se autorice a los ciudadanos la portación de armas para protegerse ante la delincuencia. Es un anzuelo que se lo tragaron no pocos.

Conforme a la legislación vigente, la Secretaría de la Defensa puede otorgar dos tipos de permisos con referencia a armas: de posesión y de portación. Hay otro que es de traslado, en el caso de las de uso deportivo calibre 22.

Obtener la primera, no es complicado, desde hace muchos años, para cualquier individuo que acredite que no tiene antecedentes penales, que su actividad laboral o profesional lo amerita y que llena el formulario que está disponible en el sitio web de la Sedena.

Una vez que se envió por el ciberespacio la documentación requerida, hay que esperar la autorización. Mientras tanto, el interesado puede revisar, también en línea, el catálogo de pistolas y revólver disponibles en la tienda ubicada en Tlalnepantla, a la cual se podrá acudir cuando se tenga la certificación.

Las autorizaciones son para calibres de hasta .38 y .380, en diversas marcas de renombre, de acuerdo a la existencia en el momento. Se acude a comprarla directamente y se obtiene un permiso de traslado inmediato.

No se permite tener el arma más que en el domicilio acreditado. El permiso de portación solo lo pueden autorizar el secretario de la Defensa Nacional y el Presidente de la República. Hay empresas dedicadas a la protección patrimonial y personal a las que después de cubrir determinados requisitos se les otorga éste último.

Los permisos de uso deportivo son para calibre .22 e incluyen el de traslado al club de tiro formal, que también deberá quedar debidamente acreditado. Sobre todo el tema existen tutoriales y entrevistas en YouTube.

Pero la cuestión de fondo no es si puedo o no adquirir un arma para tenerla en casa o si consigo que extraordinariamente me autoricen su portación, sino otra muy delicada:

¿Estoy capacitado para usar un arma? No es como en las películas.

Hace unos 40 años, un capitán del Estado Mayor Presidencial asignado a mi amigo David Gustavo Gutiérrez Ruiz me platicó una tremenda experiencia personal.

Resulta ser que el entonces director de Fertilizantes Mexicanos había viajado a Centroamérica en gira de trabajo y el capitán de cualquier manera llegó aquella tarde a la oficina ubicada en las calles de La Morena, colonia Del Valle, en la capital del país.

Como no iba a permanecer mucho tiempo allí, dejó su vehículo personal estacionado afuera del inmueble. Consideró innecesario meterlo al estacionamiento oficial. Y pues ya había anochecido cuando el amigo salió del edificio, en esos tiempos para nada tan peligrosos como ahora y en una zona de riesgo menor.

Palabras más o menos, me platicó:
“Metí la llave para abrir el coche y en ese momento sentí que me ponían una pistola en la cabeza, al tiempo que me exigían la cartera…”

Uno pensaría que, al estilo de “Justicia Implacable” o como se ve en las cintas bélicas, el experto en armas habría desarmado y puesto en su lugar al delincuente. Pero no.

Lo primero que le dijo el militar al o a los asaltantes -ni siquiera volteó a mirar, por lo que ello implica- fue: “Tranquilo. No voy a poner resistencia. Llévate lo que quieras. De este lado del saco tengo la cartera; del otro llevo una Uzi, también llévatela junto con la pistola que porto en el cinturón. No vas a tener problema conmigo. No soy ningún pen…”

El asalto se consumó. No le robaron el vehículo, lo cual ya fue ganancia. ¿Qué pudo haber sucedido? Me lo explicó así:
Si el o los asaltantes eran inexpertos, lo más seguro es que estaban nerviosos, con el dedo en el gatillo. En tal situación, por más que se tenga el mejor entrenamiento, la apuesta es altísima y las probabilidades abrumadoras en contra de la víctima, quien si salva su vida puede quedar lisiado para siempre.

No hubiese sido lo mismo si se tratara, me explicó, de un ataque en contra del personaje cuya salvaguarda estaba a su cargo. Pero aquí sí tenía opción. Y todo salió bien. Vivió para contarlo. Gran tipo aquél. Yo tenía 24 años y él quizá unos 40 o 42, desde luego con muy buena condición física.

Va otro caso: un médico muy querido en Tabasco fue asesinado en su casa hace algunos años. Su señora llegó perseguida por delincuentes y él bajó las escaleras pistola en mano con afán de defenderla. Terrible caso.

Dato pertinente: la defensa propia no se acredita con la facilidad que uno pudiera pensar. En lo que son peras o manzanas, el que mata es procesado. Además, no es lo mismo ponerse el arma en la mano que jalar el gatillo y acertar.

Alito es no solo pillo sino demagogo.
Twitter: @JOchoaVidal

Compartir: