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Nunca más, el autoritarismo Juan Ochoa Vidal juan_ochoa45@hotmail.com Existió, no hace mucho tiempo aunque a muchos ya se les olvidó, un partido de Estado con un Presidente de la República que era una especie de rey, en lo que el escritor Mario Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta”. En uno de sus momentos de […]
13 de mayo de 2022

Nunca más, el autoritarismo

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
Existió, no hace mucho tiempo aunque a muchos ya se les olvidó, un partido de Estado con un Presidente de la República que era una especie de rey, en lo que el escritor Mario Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta”.

En uno de sus momentos de mayor esplendor a la vez que de miseria para el pueblo mexicano, de 1946 a 1952, ese cargo absoluto lo tuvo Miguel Alemán Valdés, quien prodigó múltiples bondades -eso sí- a su natal Veracruz y hasta se dio el lujo de imponer como sucesor a un paisano suyo, Adolfo Ruiz Cortines.

Éste último, ¡bendito sea!, es recordado como un buen hombre, con saldo más bueno que malo, sobremanera otra vez para su tierra natal, la misma que hoy tiene la desgracia de ser gobernada por un muñeco de trapo, muy parecido al Chucky perverso, además de inepto.

El periodo de Alemán Valdés quedó retratado en la película La Ley de Herodes: un régimen totalitario y corrupto, en el cual los diputados y senadores, así como el sistema de justicia están supeditados a los caprichos del matón y sus matoncitos.

En el momento culminante de la cinta, el protagonista pronuncia un discurso desde la máxima tribuna: la “honorable Cámara de Diputados”. Y consigna la maldición que habría de continuar persiguiendo, en una historia realmente sin fin, a los mexicanos… “por los siglos de los siglos”.

Ya para el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz el modelo autoritario estaba caduco en sus formas de ejercer el poder. En un contexto de convulsión mundial y guerra fría entre las potencias al borde del toma y daca termonuclear, se produce la represión de Tlatelolco, instruida desde la Secretaría de Gobernación por Luis Echeverría Alvarez, siguiente mandatario.

Con innegable astucia, al tiempo que agudiza la represión contra los movimientos sociales, Echeverría ordena la primera reforma política, la que tiene continuidad durante los siguientes sexenios y en cuyo contexto la irritación social encuentra desfogue.

El siguiente parteaguas habría de ser la coyuntura preelectoral de 1987, cuando se produce el desgajamiento del PRI y lo encabezan Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, César Buenrostro y Jorge Alcocer, que más tarde se vendió con Carlos Salinas.

Ninguno de esos disidentes tuvo en un inicio la intención de romper con el viejo partido de Estado. Terminan expulsados por Jorge de la Vega Domínguez bajo las órdenes de Manuel Bartlett Díaz desde Gobernación.

Cárdenas se convierte en candidato presidencial de dos otrora partidos paleros del sistema, PARM y PPS. Luego se suma el PST. Ya en campaña, en febrero, durante un mitin en Torreón algo por fin aflora: la ira popular.

A partir de ese momento, la campaña cardenista comienza a crecer como bola de nieve. “Tata Lázaro” revive en la memoria del pueblo mexicano. Ya en mayo, Heberto Castillo es obligado por el Consejo Nacional del PMS a declinar en su candidatura presidencial y adherirse al Frente Democrático Nacional.

Para ponerlo en el contexto de Tabasco: para la jornada electoral del seis de julio del 88, aquí el PRI continuaba sin tener enfrente a oposición alguna. La operación política coordinada por Salvador Neme y la administración estatal títere y corrupta, hizo posible que Salinas arrasara.

Es a finales de julio cuando, derivado de la lucha doméstica del tricolor rumbo a las elecciones locales de octubre, emerge Andrés López Obrador como abanderado del Frente Democrático Nacional.

El 20 de noviembre, desde el zócalo de la Ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas lee la carta firmada por cien personas -me hizo el favor de incluir mi nombre- con el llamamiento para la fundación del nuevo partido que se formaliza el 5 de mayo de 1989, durante una asamblea en un auditorio ubicado en el centro histórico de la capital del país.

“¡Democracia ya, patria para todos!”, fue el lema que sintetizó la lucha contra el viejo régimen del dedazo, del autoritarismo, de la corrupción, del engaño, del saqueo de los recursos nacionales.

En sus documentos básicos, el PRD no se definió como partido de izquierda, sino como producto de los anhelos sociales y el modelo de país resultante de la lucha armada y movimiento social de la segunda década del siglo XX.

Nunca más, un partido de Estado. Ni el dedazo. Democracia, en todas sus expresiones.

En el tiempo actual, los mexicanos que nos consideramos bien informados y poseedores de alguna formación política, lucharemos en todo momento en contra de cualquier intento de restauración del modelo autoritario e intolerante. ¡Que jamás se acallen voces ni se linche públicamente a quienes piensan diferente!

En definitiva, no al retroceso histórico.
Twitter: @JOchoaVidal

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