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¿Autoridades electorales por elección? Juan Ochoa Vidal juan_ochoa45@hotmail.com Durante un siglo nos quejamos por tener “legisladores levanta-dedo”, elegidos sin llenar el perfil adecuado, solo para obedecer órdenes del gobernante en turno. En lo fundamental, las reglas continúan siendo las mismas. Y desde hace unos años ya no son solo juniors, recomendados o meros incondicionales, sino […]
7 de abril de 2022

¿Autoridades electorales por elección?

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
Durante un siglo nos quejamos por tener “legisladores levanta-dedo”, elegidos sin llenar el perfil adecuado, solo para obedecer órdenes del gobernante en turno. En lo fundamental, las reglas continúan siendo las mismas. Y desde hace unos años ya no son solo juniors, recomendados o meros incondicionales, sino también los que para tal efecto ganan un sorteo.

Así se convierten en eso: sin saber un pepino de leyes. Sin compromiso ya no digamos con los electores, sino de carácter profesional.

En el sexenio pasado, un señor dedicado a la albañilería fue diputado local y se hizo famoso por una anécdota acerca de un perro maltratado, quejándose de ese modo de que en su partido lo pateaban.

En los sistemas parlamentarios, en otras partes del mundo, hay avances en la profesionalización de quienes son responsables de legislar y, a la vez, de la vigencia del estado de derecho en democracia.

A la luz de esa amarga experiencia que aún sufrimos en nuestro país, desde luego en Tabasco, no es lógico pensar siquiera en que las autoridades electorales sean elegidas por el pueblo, de la misma manera en que la masa de la Francia revolucionaria aclamó y escogió hace centurias a quienes habrían de construir, se suponía, el nuevo orden para substituir a la brutal monarquía.

Veamos: a lo largo de más de un cuarto de siglo, con énfasis a partir de la reforma electoral de 2014, se vino construyendo un servicio electoral de carrera, al tiempo que el derecho en la materia se sofisticó tanto como el de carácter penal y amerita una permanente actualización profesional, como aquella a la cual están obligados los médicos, digamos.

En 2017 cursamos un diplomado en derecho electoral, dictado por expertos del Centro de Capacitación Judicial Electoral del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Instituto Nacional Electoral, Instituto Electoral y de Participación Ciudadana, entre otras instituciones.

Durante más de tres meses tuvimos como compañeros de aula -de amplia gama de edades- lo mismo a abogados litigantes, comunicadores, secretarios y jueces, que a consejeros electorales, a magistrados, a la entonces delegada del INE en Tabasco y a quien en ese momento era presidenta del IEPCT.

En los treinta años previos asistimos a diversos cursos y seminarios sobre el mismo tema en Ciudad de México, Michoacán, Tabasco y otras entidades federativas, y fue hasta ese año cuando observamos la complejidad que adquirió el servicio electoral.

A la par, debimos tomar un curso en línea con un examen con calificación aprobatoria mínima de ochenta. Ante alguna dificultad para obtener en línea nuestro resultado y constancia correspondiente, nos comunicamos por teléfono. Habíamos logrado la calificación de 86 en una escala de cero a cien.

La persona que nos atendió nos felicitó, pues dijo que hay funcionarios de diversas partes del país quienes, aun siendo abogados y poseedores de formación previa en estos últimos años, no llegan a 80 y tienen que repetir el curso. Sí. No es fácil.

Quizá pudimos haber cursado después la maestría en derecho electoral, pero francamente no nos atrevimos: significaba conocer de jurisprudencia y profundizar en el estudio. No nos dedicamos a eso. En los años previos tomamos diplomados en derecho penal adversarial y a la información.

Quien no lo sabe, pudiere pensar que es simple, como hace décadas, ser consejero o magistrado electoral. En realidad, quienes alcanzan esa oportunidad profesional deben sufrir.

Los consejeros electorales locales son designados por el Consejo General del INE, entre miles de aspirantes que se inscriben con tal propósito y pasan una serie de exámenes. Los magistrados de los tribunales estatales y federales, es atribución de la Cámara de Senadores nombrarlos, también en riguroso proceso. Los consejeros del INE, igualmente, son nombrados por la Cámara de Diputados.

En conclusión, todo ello no puede ser producto de algo así como una elección de representantes vecinales, y a ver quién es más popular y comprometido con determinada causa o proyecto, al tiempo que jura que es honesto y la puede.

Luego de conocer cómo se transformó el sistema electoral mexicano, con reglas que en algunos aspectos llegan a ser exageradas pero que se derivan de las exigencias de la oposición que hoy ya es gobierno, solo nos queda esperar que se cuide y fortalezca a las instituciones que nos permitieron avanzar en democracia, siempre imperfecta.

Esperamos que para la selección de candidatos a diputados y senadores, algún día se establezcan reglas que garanticen que no lleguen brutos a las cámaras, sino individuos con un perfil mínimo.
Twitter: @JOchoaVidal

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