Escenarios
¡Ah, los políticos! Juan Ochoa Vidal A lo largo de 44 años de profesión he tenido oportunidad de tratar a todo tipo de personas en la vida pública. Algunas nobles, honorables, propositivas; otras, como sucede en cualquier actividad humana, perversas, hipócritas, retorcidas y carentes de escrúpulos. He visto a no pocos individuos transformarse cuando alcanzan […]
17 de marzo de 2022

¡Ah, los políticos!

Juan Ochoa Vidal

A lo largo de 44 años de profesión he tenido oportunidad de tratar a todo tipo de personas en la vida pública. Algunas nobles, honorables, propositivas; otras, como sucede en cualquier actividad humana, perversas, hipócritas, retorcidas y carentes de escrúpulos.

He visto a no pocos individuos transformarse cuando alcanzan una posición de poder. Más tarde se mostrarán humildes, como cierta persona a la cual acaban de darle un nombramiento.

A inicios de los noventas conocí a una extraordinaria mujer que con su vida dio ejemplo de rectitud y trabajo, así como de predisposición para escuchar a sus semejantes sin esperar algo a cambio. Nos referimos a Soraya Haddad Gallegos. Fue a través suyo que conocí Enrique Priego Oropeza, quien el pasado domingo celebró tres cuartos de siglo de vida.

El ex gobernador es hombre de una sola pieza, sin dobleces, sin ambigüedades, despojado de maldad o ambición insana. Él es el último jefe del Ejecutivo estatal que me recibió en su despacho de Palacio de Gobierno sin cita previa, solo acercándome una noche al escritorio de su secretario particular, el notario público Chuy Piña.

En los viejos tiempos tuve cierta cercanía con personajes de alto perfil, tanto en el estado como en la política y función pública federal, así como entre representantes de gobiernos extranjeros.

Con Andrés Manuel López Obrador platiqué por primera vez en Mazateupa hace más de cuatro décadas. De vez en cuando teníamos prolongadas y profundas conversaciones vespertinas en su oficina del Instituto Nacional del Consumidor, durante el gobierno de Miguel de la Madrid. No nos hemos vuelto a encontrar en casi tres décadas.

En este siglo, intercambiaba correspondencia electrónica con Manuel Andrade Díaz, con quien todavía platiqué en enero de 2020 al coincidir en un restaurante y sentarnos juntos.

No somos amigos, pero cuando andaba en su primera campaña para gobernador le pidió a su entonces coordinador general Adán Augusto López Hernández que platicara conmigo para pedirme apoyo, a sabiendas de que me la había jugado con Arturo Núñez Jiménez.

Éste último, como gobernador, invitaba a un comunicador para sus giras. Un día, en la ruta hacia Cunduacán, le pregunté acerca de antiguos y fieles colaboradores así como amigos suyos. Cité varios nombres que ya no vi más a su lado, como la formidable periodista Tere Paniagua o el empresario Gonzalo Quintana. La respuesta invariable fue: “No sé dónde andan”.

En el sexenio previo, Andrés Granier Melo, a quien me lo presentó y recomendó mucho Jorge Calles Broca a inicios de los ochentas, cuando me aparecía en un evento y me veía, me abrazaba efusivamente y prometía: “Te voy a buscar pronto, porque hace mucho tiempo que no platicamos”. Desde luego que eso nunca se concretó. Así era él. Así de zalamero ha sido siempre.

Pero ninguno tan doble cara, sumamente astuto y con altas capacidades de manipulación como Madrazo, con quien también platicaba a veces en su despacho y en 1997 recibí dos mensajes directos suyos:
Uno, encontrándonos en Tapijulapa con motivo de un evento posterior a las elecciones de ese año, lo acompañó de un abrazo y la felicitación por la labor que desarrollé como coordinador de prensa de Núñez en su calidad de candidato del PRI a la diputación federal por el sexto distrito.

El segundo se produjo algunas semanas más tarde. Al llegar a mi oficina en el periódico ubicado en avenida de Los Ríos, recibí un sobre que traía adentro una tarjeta con el membrete del gobernador y su firma. Contenía una sola frase: “De mis amigos espero incondicionalidad”.

Lo bonito del oficio y profesión del periodista es que se puede tener roce con todo tipo de personas, incluso delincuentes -en alguna ocasión platicamos en este espacio de vivencias personales con Joaquín Hernández Galicia y sus mafiosos, por ejemplo-, y al final de cuentas todo se resbala.

Los recuerdos afloraron cuando recibí en la mañana de este miércoles un mensaje de WhatsApp de mi amigo Enrique Priego Oropeza con una imagen en la cual se lee: “La bendición de Dios te acompañe en el caminar de este hermoso día. Buenos días”.

A él y a algunos otros amigos siempre envío mis escritos por ese conducto. Así lo felicité por su cumpleaños. Leí que muchísimas personas se acercaron lo mismo a su domicilio que a su oficina para hacer lo propio. “Desde el jueves comenzaron”, me había comentado un colaborador suyo.

Me produce mucha satisfacción todo ello. Tampoco me arrepiento de haber tratado a gente perversa, francamente mala, porque es bueno conocer a todo tipo de personas. Todo arroja aprendizaje permanente.

Los seres humanos no somos perfectos, aunque sí perfectibles.
Twitter: @JOchoaVidal

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