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Cárdenas, el que no fue Presidente Juan Ochoa Vidal juan_ochoa45@hotmail.com Cuauhtémoc Cárdenas debe ser el único personaje de la vida pública a cuyas críticas no responde Andrés López Obrador. El personaje que en 1988 probablemente ganó la elección presidencial y que se la robó la pandilla salinista con Manuel Bartlett como operador desde la Secretaría […]
9 de marzo de 2022

Cárdenas, el que no fue Presidente

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
Cuauhtémoc Cárdenas debe ser el único personaje de la vida pública a cuyas críticas no responde Andrés López Obrador. El personaje que en 1988 probablemente ganó la elección presidencial y que se la robó la pandilla salinista con Manuel Bartlett como operador desde la Secretaría de Gobernación, está más allá del bien y del mal.

Gracias a él y apuntalado por la herencia política y social de su padre, Lázaro Cárdenas, aunque también derivado del hartazgo popular, emergió el Frente Democrático Nacional que dio paso a la fundación del Partido de la Revolución Democrática; de donde, en parte, se deriva MORENA. El tres veces ex candidato presidencial contribuyó para que el paisano despache hoy en Palacio Nacional.

Para ubicarlo en el contexto local, basta un dato: el seis de julio de 1988, en Tabasco no había oposición, como no sea Acción Nacional, que nunca ha podido crecer. El PRI lo era todo y se adjudicaba elecciones no solo mediante trampas, sino porque efectivamente aquí como en otras partes del país la mayoría ciudadana era rehén que creía a ciegas en las promesas oficialistas.

Como reportero del diario Excélsior -ya desaparecido; el periódico que ahora usa ese nombre es propiedad de un voraz empresario mueblero- cubrimos en 1997 algunos eventos del ala disidente del PRI llamada Corriente Democrática y a partir de mayo de 1998 se nos encomendó dar el más estrecho seguimiento a las actividades de Cárdenas Solórzano.

Con 87 años de vida, al ex gobernador de Michoacán y primer jefe de gobierno de la Ciudad de México, se le ha pretendido encasillarlo como de izquierda. Empero, él siempre ha sido claro al respecto y afirma que si acaso sería de centro-izquierda.

Su propuesta siempre -esa es su definición- fue retomar los principios nacionalistas, democráticos y de instituciones que son producto de la lucha armada de hace más de cien años.

Reprueba toda forma de autoritarismo y el egocentrismo como forma de ejercer el poder. Luchó contra el neoliberalismo implantado por Miguel de la Madrid. Rechazó de manera tajante la polarización como manera de hacer política, así como resultado de malas decisiones al gobernar.

Siempre equilibrado, al tratarlo en un inicio la primera impresión que nos dio fue la de cierta arrogancia; pero luego descubrimos que no era así. Más bien es algo que, según infinidad de testimonios que escuchamos, heredó del Tata Lázaro, un revolucionario de formación militar: es seco, frío en sus expresiones; no es impulsivo o pasional. Tampoco es hombre de rencores. Dice lo que piensa y actúa en consecuencia.

A lo largo de esos cuatro años en que lo acompañamos en recorridos por todo el territorio nacional y también en Estados Unidos, Puerto Rico y República Dominicana, jamás escuchamos un exabrupto, un desahogo agresivo de parte suya.

En grandes foros, como las universidades de Stanford y de Chicago, auditorios de primer nivel escucharon sus conferencias magistrales con respeto y conocimiento previo de su trayectoria. En los ochentas había presidido la Sociedad Interamericana de Planificación. Es un intelectual de alto perfil.

En los pueblos de México, en comunidades indígenas, reiteradamente se opuso de manera enérgica a que -por muestra ancestral de respeto- la gente le besara la mano. Aun con esa expresión seca, sabía escuchar. En una comunidad de Oaxaca le mostraron el quiosco del parque, convertido en santuario dedicado al general Cárdenas.

En la sierra de Guerrero, así como en Tijuana y en la Comarca Lagunera hubo quienes le dijeron, antes y después de la elección fraudulenta del 88, que a su llamado se levantarían en armas. Con energía, siempre, serenó a la gente y repitió que el movimiento democrático llegaría al poder para transformar a México, por la vía legal y pacífica, “palmo a palmo”.

En 1992 dejamos el periódico. Lo vi actuante en Tabasco, al lado de Obrador, a quien lo impulsó para que fuera dirigente nacional del PRD y más tarde jefe de gobierno de la Ciudad de México.

Volvimos a encontrarnos en un evento de la revista Pagés en 2004 o 2005. Platicamos un rato. Recordé que al término de la campaña del 88 me obsequió un libro sobre arte, con una amable dedicatoria.

Con el paso de los años he valorado más su trayectoria y lo que representa hoy para México. Un legado desconocido hoy por muchos. Ha habido quienes le dijeron tibio, timorato, miedoso, porque pudo intentar arrebatar el poder mediante la fuerza.

Queremos imaginarlo como Presidente de la República en esta hora tan complicada: un hombre prudente, preparado, sensible con la gente y, en definitiva, profesional de la buena política.
Twitter: @JOchoaVidal

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