Escenarios
Chavo y Andrés Juan Ochoa Vidal juan_ochoa45@hotmail.com Entre mayo de 1988 y marzo de 1992, el periódico Excélsior me encargó dar seguimiento a las actividades de Cuauhtémoc Cárdenas, dentro y fuera del país. Una noche de 1989, durante un mitin aquí en Plaza de Armas, mientras tomaba el micrófono una larga lista de oradores antes […]
16 de febrero de 2022

Chavo y Andrés

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
Entre mayo de 1988 y marzo de 1992, el periódico Excélsior me encargó dar seguimiento a las actividades de Cuauhtémoc Cárdenas, dentro y fuera del país. Una noche de 1989, durante un mitin aquí en Plaza de Armas, mientras tomaba el micrófono una larga lista de oradores antes que Andrés López Obrador, se me ocurrió entrar en Palacio con la idea de que al menos estaría allí Hernán Barrueta, secretario particular.

Aun con el mitin, no había en la entrada del edificio más que uno o dos policías, como de costumbre. Extraordinariamente amable, como siempre, tan pronto me vio Hernán se puso de pie y me abrazó al tiempo que me dijo: déjame avisarle a Chavo que estás aquí. Sí, así de sencillo el asunto. Así funcionaban las cosas entonces.

Con la puerta del despacho de la gubernatura abierta, escuché cuando Hernán dijo: “aquí está Juanito Ochoa”. Y el gobernador indicó: “Que pase, dile que pase”. Otro abrazo y el comentario: “Supongo que andas en la gira con Cárdenas”. Desde afuera se escuchaban los encendidos discursos contra el gobierno.

Ya sentados, la plática común, con preguntas como la clásica de “¿cómo has estado?”, y “no nos veíamos desde hace algunos meses”. Durante su campaña, el diario me envió para la cobertura de una gira de algún dirigente priista y antes del inicio de actividades me invitó Chavo a desayunar con él, en su casa de la privada de Plutarco Elías Calles, solos los dos. Y doña Celia sirviéndonos puchero a eso de las ocho de la mañana.

Aquella noche, durante el mitin en Plaza de Armas encabezado por Cárdenas y Andrés, mientras platicábamos de cualquier cosa, me vino a la mente una llamada telefónica que recibí en 1981, muy temprano en casa de mis padres en Atasta. Era Neme regañándome porque había publicado una nota en diario Presente en la cual cuestionaba a Obrador.

Palabras más, palabras menos, en esa llamada me dijo que Andrés era joven al igual que yo, y que debíamos apoyarnos porque el futuro era de nuestra generación. Más aún, me comentó que acababa de llamarle también al en ese momento delegado del Instituto Nacional Indigenista y coordinador del programa de Camellones Chontales, exhortándolo a que nos reuniéramos, a que nos conociéramos.

Neme, a quien Leandro Rovirosa entregó toda su confianza para actuar como poderoso secretario de Gobierno, según me precisó muchos años después Humberto Mayans Canabal fue quien en enero de 1977 recomendó a Andrés para que se incorporara a la administración. Era su protegido, previa recomendación del propio Humberto, amigo del actual Presidente desde que estudiaban en la UNAM.

En 1988, cuando Neme es nominado por el PRI como candidato a gobernador de Tabasco, Andrés renuncia al cargo de director de Divulgación del Instituto Nacional del Consumidor, a donde llegó por recomendación del secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, luego de que aquí se vio forzado a dejar la presidencia estatal del PRI, y de que rechazó el cargo de oficial mayor de gobierno que le dio Enrique González Pedrero a manera de compensación.

Ya integrado a los preparativos para la campaña nemista y en vísperas del anuncio de candidaturas a alcaldías y diputaciones locales, posteriormente a la elección presidencial del 6 de julio, Andrés rompió con Neme. Existe una versión que nunca pudimos confirmar, que refiere que años más tarde los dos coincidieron en un restaurante en la capital del país y se reconciliaron.

La política es así. La hacen seres humanos, movidos por lo que el politólogo Jesús Reyes Heroles llamó tiempo y circunstancia. Es algo que le resulta difícil y hasta imposible de comprender al ciudadano común, el que se apasiona y hasta pelea con amigos y familiares. En otras partes de México, como Michoacán y Guerrero, se calientan en una discusión al punto de sacar pistola y matarse.

Con todo y su oficio político, también Chavo Neme se apasionaba, aunque jamás a ese extremo. Un punto en el que coincidía con Andrés es en el de “estás conmigo o estás contra mí”. Como amigo, el ex gobernador que ya no está entre nosotros literalmente se quitaba hasta la camisa. Era muy receptivo.

Aquella noche, después de platicar con Chavo Neme un buen rato en su despacho, regresé al mitin justamente para escuchar la parte final del encendido discurso de Andrés y el mensaje de Cuauhtémoc, que para la encomienda que traía como reportero del periódico más importante de la época, era lo fundamental que debía consignar en mi nota que minutos más tarde habría de dictar por teléfono, con puntos y comas.

Más tarde les comenté que había estado con Chavo Neme. Al parecer no me creyeron cuando respondí que la plática había sido trivial.
Twitter: @JOchoaVidal

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