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Inflación y Ómicron Juan Ochoa Vidal Finalizamos noviembre no solo con incertidumbre con respecto a la pandemia y un comportamiento social muy peligroso en ese contexto, sino además con un reporte de inflación de 7 por ciento. En realidad se trata de un dato oficial que es resultado de una medición promedio y que, tal […]
30 de noviembre de 2021

Inflación y Ómicron

Juan Ochoa Vidal
Finalizamos noviembre no solo con incertidumbre con respecto a la pandemia y un comportamiento social muy peligroso en ese contexto, sino además con un reporte de inflación de 7 por ciento. En realidad se trata de un dato oficial que es resultado de una medición promedio y que, tal como la percibimos nosotros, los consumidores, se queda corto ante la carestía.

La inflación -explica el Banco de México- es un fenómeno que se observa en la economía de un país y está relacionado con el aumento desordenado de los precios de la mayor parte de los bienes y servicios que se comercian en sus mercados, por un periodo de tiempo prolongado.

Cuando hay inflación en una economía, es muy difícil distribuir nuestros ingresos, planear un viaje, pagar nuestras deudas o invertir en algo rentable, ya que los precios, que eran una referencia para asignar nuestro dinero de la mejor manera posible, están distorsionados.

Cuando se presenta, nos damos cuenta de que la cantidad de dinero que veníamos administrando tiempo atrás, ya no nos alcanza para comprar lo mismo que antes y esto nos afecta a todos: amas de casa, empleados, productores, ahorradores, inversionistas, empresarios, etc. Y sobre todo a los que tienen menos dinero y acceso a los servicios financieros.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), encargado de medir la inflación, hace una encuesta de ingreso y gasto de las familias a nivel nacional para saber qué es lo que consume la gente en México. Una vez que se tienen identificados los productos, recopila los precios de esos bienes y servicios en tiendas de todo el país. Esta información se compara quincenal, mensual y anualmente para saber cómo han variado los precios en dichos periodos.

Para medir la inflación, cada mes el INEGI da seguimiento a 235 mil precios en 46 ciudades del país. La información se procesa tomando en cuenta qué tanto se gasta en ellos, para así saber cuál de los rubros tiene mayor importancia en el consumo de las familias.

Con esa información el Banco de México implementa las medidas necesarias para controlar la inflación, ya que es el encargado de regular la cantidad de dinero que circula en el país.

Hasta ahí, la explicación oficial elaborada sin abundar en detalles.

El punto es que, calculada al 15 de noviembre, la inflación anualizada se situó en 7.05 por ciento, la mayor en 20 años. Al incrementarse el consumo por la derrama económica de fin de año y por el afán empresarial de obtener mayores ganancias, resulta lógico pensar que al cierre de año subirá significativamente ese dato promedio.

Quienes nos encargamos de hacer las compras habituales de alimentos, artículos de limpieza, etcétera, sabemos muy bien que el reetiquetado de precios es mucho muy superior a ese siete por ciento: es brutal.

En el transcurso de 2020 y 2021, la situación de pandemia fue aprovechada por empresarios sin escrúpulos para incluso duplicar y hasta triplicar precios.

Infinidad de jefes de familia perdieron sus empleos, en tanto que emprendedores tuvieron que poner fin a sus inversiones y acumular fuertes deudas, o han sobrellevado el problema a un alto costo. En contraste, los tiburones empresariales no tienen piedad alguna. Da la impresión de que tampoco hay manera de ponerles freno.

O quizá sí la haya, porque después de todo en México ya sufrimos una inflación superior a 150 por ciento hacia finales de los años ochentas. En diciembre de 1987, Miguel de la Madrid implementó un programa de choque económico denominado Pacto de Solidaridad Económica, al cual dio continuidad Carlos Salinas.

Cada semana -nos tocó vivirlo como reportero- en las oficinas de la Secretaría del Trabajo se reunían los representantes empresariales con funcionarios y dirigentes sindicales para evaluar el cumplimiento de una agenda estricta, con metas específicas.

Con todo y el colapso de diciembre de 1994, la inflación se midió en 7.1 por ciento. Ernesto Zedillo maniobró para lograr un 12.32 por ciento en 1999 y 8.96 en el 2000. Enrique Peña Nieto cerró con 4.9 puntos porcentuales.

Vivimos tiempos inéditos por la pandemia. En marzo de 2020 se temió un colapso mayor. El gabinete económico de Andrés López Obrador va a tener que maniobrar con precisión quirúrgica, porque pareciera que nos encontramos en la ruta de otro muy fuerte descontrol inflacionario.

El surgimiento de la variante Ómicron puso de manifiesto la fragilidad de la economía mundial, un contexto del cual no puede sustraerse México. Pero, a la par, el gobierno federal debe encontrar el camino para proteger a los consumidores, sin recurrir a un contraproducente control oficial de precios.
Twitter: @JOchoaVidal

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