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Hacia mayor polarización Juan Ochoa Vidal juan_ochoa45@hotmail.com Mientras que en México sea mayor el porcentaje de las personas que no sufragaron al de aquellas que con su voto dieron el triunfo a determinado candidato, no podemos hablar de una autoridad o representante popular elegido por mayoría, y producirá más de lo que hemos estado viviendo: […]
25 de mayo de 2021

Hacia mayor polarización

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
Mientras que en México sea mayor el porcentaje de las personas que no sufragaron al de aquellas que con su voto dieron el triunfo a determinado candidato, no podemos hablar de una autoridad o representante popular elegido por mayoría, y producirá más de lo que hemos estado viviendo: una incesante polarización política que nos hace mucho daño y frena el avance democrático.

El diagnóstico lo formuló el político y politólogo neolonés Román Eduardo Cantú Aguillén, en un ensayo que publicó en fecha posterior a la controvertida elección presidencial de 2006, que a 17 años de distancia aún motiva el intercambio de acusaciones.

Los razonamientos que presentó en esa reflexión Cantú Aguillón son inequívocos y de plena vigencia, en cada proceso electoral hasta llegar al actual:

¿Quién puede negar que en las últimas elecciones no sólo federales sino a nivel local, predominaron las campañas en las cuales el candidato o partido político en cuestión, lejos de dar a conocer su plataforma electoral, se limitaba a denostar a su contrario haciendo ver sus puntos débiles en algunos casos y en otros entrando en la plena difamación?

México es un país humano, cálido y noble, por lo que este tipo de campañas lejos de beneficiar nuestra incipiente democracia la dañan irremisiblemente. Hacen ver al atacante como una persona falta de valores e insegura de su capacidad que trata de vencer mediante argucias y difamaciones, en vez de hacer una campaña prepositiva, generando en el electorado un desgano en las cuestiones electorales.

No debemos olvidar -añade- que las campañas son pagadas en gran medida con el dinero que cada mexicano aporta a través del pago de sus impuestos, por lo que no hay mayor cinismo que malgastar los recursos económicos que por ley corresponden, en campañas sucias y tendenciosas que limitan el verdadero ejercicio de la democracia.

Mención aparte merecen, advierte, quienes siendo elegidos y una vez en el cargo, no cumplen con las expectativas que generaron con sus promesas de campaña, bien porque estas son de imposible o difícil cumplimiento, bien porque al momento de tomar protesta se desvinculan conscientemente de los ciudadanos que votaron por ellos.

Sea cual fuere la causa, sintetiza, al ciudadano común y corriente solo le queda la reiterada convicción que tan malo es uno como el otro; es decir, que aun cuando cambie su sufragio para tal o cual partido, la situación sigue siendo la misma: muchas promesas y precario cumplimiento.

Esto incide y por mucho, en las elecciones, ya que evidencia una pérdida de confianza de los electores: la gente duda que con su voto realmente pueda provocar un cambio. Recordemos que el comportamiento del ser humano es por conducta aprendida y condicionada.

De tal manera que si ha sufragado siete veces y su experiencia con los candidatos ha sido la misma, es lógico suponer que a la octava vez que le sea dado participar, va a pensar dos veces si vale la pena el esfuerzo, contraponiéndolo con el resultado.

El politólogo observa, asimismo, que las razones para no votar son muy variadas, y en última instancia lo importante no es determinar a quién beneficia o perjudica la abstención; lo relevante es lograr que el ciudadano participe en lo básico, lo que justifica el sistema democrático: el voto.

Si a los ciudadanos no les interesa participar, si el resultado de las elecciones les es indiferente, nos estaremos acercando -alerta- a la idea de que la democracia no sirve. En este sentido es de recordar lo que sucedió en Alemania en los años treinta cuando los alemanes votaron democráticamente a favor de Hitler; es decir, por una dictadura.

El abstencionismo, puntualiza, es un cáncer que poco a poco mina las estructuras básicas de gobierno y fomenta la anarquía.

Hasta ahí, lo que señala el citado analista. Acotamos: en este 2021, aun con mayor virulencia que en anteriores ocasiones, sobresale la guerra sucia y escasean las propuestas. Cuando las hay, el mensaje no le llega a los electores.

Para colmo, en su inmensa mayoría los candidatos de los diversos partidos creen que basta con realizar cansados recorridos de casa en casa, echándole rollo a quienes aceptan escuchar o de antemano son su clientela política. Se olvidan de la gran masa de potenciales votantes o, simplemente no les interesa… o no están bien formados como políticos profesionales.

Simulan, en tanto que se apuesta al operativo mapacheril que se da desde los días previos a la jornada cívica. Esa es la calidad de nuestra “democracia”. ¡Que no se queje después quien se abstenga de votar!
Twitter: @JOchoaVidal

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