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¿Hacia dónde queremos ir? Juan Ochoa Vidal juan_ochoa45@hotmail.com De los cuartelazos de gran parte del siglo XX, tiempo durante el cual México vivió lo que el escritor Mario Vargas Llosa llamó “la dictadura perfecta”, que a pesar de todo dio relativa estabilidad al país aunque también profundización de la desigualdad social y corrupción, Latinoamérica pasa […]
4 de mayo de 2021

¿Hacia dónde queremos ir?

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
De los cuartelazos de gran parte del siglo XX, tiempo durante el cual México vivió lo que el escritor Mario Vargas Llosa llamó “la dictadura perfecta”, que a pesar de todo dio relativa estabilidad al país aunque también profundización de la desigualdad social y corrupción, Latinoamérica pasa ahora a la época de los gobiernos totalitarios: al yugo de quien gobierna y se apodera del régimen de instituciones para ejercer el poder sin contrapesos, sin que se admitan cuestionamientos.

El pasado fin de semana tocó el turno a El Salvador. El presidente Nayib Bukele llegó al cargo por la vía democrática. Del mismo modo, su partido ganó mayoría en la Asamblea Legislativa. Hasta ahí, todo fue juego democrático. Pero no conforme con eso, el señor se pasó la Constitución de su país por donde no le da el sol y, sin siquiera sustentar y motivar su voluntad cuasi imperial, usó al Poder Legislativo para dar golpe de Estado.

Bukele utilizó a los diputados que controla para destituir sin más ni más a todos los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, que es lo que en México se denomina Suprema Corte de Justicia de la Nación. El sábado, como primera acción, la nueva legislatura eliminó a los magistrados incómodos para Bukele, mediante 64 votos a favor, 19 votos en contra y un ausente.

Asimismo, para que no haya quién proteste, el mandatario que obviamente cuenta con el respaldo de los militares, dispuso la destitución del fiscal general, Raúl Melara, esa sí aprobada por mayoría absoluta de la legislatura.

La Corte Suprema de Justicia en vano se pronunció: la medida es inconstitucional. Pero eso que antes sucedió en Venezuela, aunque no tan rápido, y también en Ecuador bajo la dictadura correísta que acaba de ser derrotada en las urnas por una alianza de partidos de derecha, izquierda y centro-izquierda, ya no tiene marcha atrás.

Ello constituye, sin duda, un precedente sumamente peligroso que marca la pauta para otros países de la región, en donde lo que se identifica ahora como socialismo siglo XXI y hasta carece de un marco ideológico como no sea el mero discurso oficialista de oportunidad, viene a ser como una especie de virus pandémico que tiende a extenderse y se reduce a una sola palabra: autoritarismo.

Desde diversas partes del mundo han surgido voces de gobiernos y también de independientes que condenan el golpe de Estado salvadoreño, en momentos en que en México se discute la evidente inconstitucionalidad de prolongar por dos años el mandato de Arturo Saldívar al frente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

“Vemos con preocupación la propuesta de algunos miembros de la Asamblea Legislativa de destituir a los cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional de El Salvador. Un órgano judicial independiente es el cimiento de toda democracia; ninguna democracia puede sobrevivir sin eso”, estableció Julie Chung, subsecretaria interina de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de Estados Unidos.

Los principales integrantes del Poder Judicial de El Salvador no fueron destituidos como consecuencia de un proceso judicial derivado de acusaciones de corrupción o de propiamente violar la Constitución. Todo inició cuando la máxima instancia judicial resolvió que dentro de las medidas dictadas por Bukele ante la pandemia, se violaron garantías individuales.

Con ese argumento, la decisión de la Asamblea Legislativa determinó que “los actuales magistrados de la Sala de lo Constitucional actuaron contra la Constitución, poniendo en primer lugar intereses particulares por sobre la salud y la vida de toda la población”.

El medianamente joven Bukele llegó a la presidencia de su país con fuerte respaldo popular. Desde un inicio se ha caracterizado por confrontar cada día a sus adversarios políticos y también a cualquier ciudadano que disiente. Es todo un señor dictador, de esos que se han ido poniendo de moda y que ruborizarían con su descaro y simpleza hasta a Fidel Castro.

Bukele ya tiene en su puño a El Salvador. Todo el que no esté de acuerdo ya sabe a qué se atiene. Entre él y Nicolás Maduro o Daniel Ortega, o los que mandan en Argentina, no existe diferencia alguna. En la práctica, aunque con matices, pasa como en Corea del Norte o la Federación Rusa; o con el régimen que fallidamente intentó instaurar en Estados Unidos el locuaz Donald Trump.

Y México… geográficamente tan cerca de locos así y con procesos electorales en marcha, en los que se decidirá qué clase de país queremos, para superar las adversidades, y progresar en democracia y pluralidad.
Twitter: @JOchoaVidal

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