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La psiquis de Evaristo Juan Ochoa Vidal Twitter: @JOchoaVidal Durante sus tiempos como priista, Evaristo Hernández demostró tremenda habilidad política. Primero como coordinador de delegados de Jesús Taracena y gánster electoral del madracismo, merced a su reiterada amenaza de pasarse a las filas del PRD logró ser diputado local y alcalde. No hizo tan mal […]
6 de enero de 2021

La psiquis de Evaristo

Juan Ochoa Vidal
Twitter: @JOchoaVidal
Durante sus tiempos como priista, Evaristo Hernández demostró tremenda habilidad política. Primero como coordinador de delegados de Jesús Taracena y gánster electoral del madracismo, merced a su reiterada amenaza de pasarse a las filas del PRD logró ser diputado local y alcalde. No hizo tan mal papel.

En la coyuntura 2011-2012 se apuntó como precandidato del PRI para gobernador. Obviamente, su posicionamiento no le alcanzaba. Ya en 2006 la maquinaria mapacheril lo puso apenas mil 700 votos por arriba de Fernando Mayans, luego de que en los meses previos se pavoneó como el rey de las encuestas.

En 2012 se tomó la fotografía con el hoy feliz-feliz Arturo Núñez al tiempo que mandó como su avanzada al PRD a Humberto de los Santos y otros de sus incondicionales, para terminar negociando con el gobierno de Andrés Granier su traición “mediante 50 millones de pesos”, según acusación de su otrora “hermano del alma”.

Así fue como se quedó en el tricolor, que lo nominó para repetir como alcalde de Centro en 2015. En la nueva ocasión, el aparato oficial impuso a Gerardo Gaudiano Rovirosa como triunfador en la elección anulada. Para la extraordinaria lo midieron y no dio la talla, por lo que fue desplazado por una ex diputada.

En las campañas de 2015, el hoy Presidente de la República lo calificó públicamente como corrupto, aunque en 2018 se le cambió su estatus a “corrupto arrepentido y perdonado”.

Como candidato de MORENA arrasó en las urnas: obtuvo una votación de tamaño tal como si hubiese competido por la gubernatura. Pero algo se quebró entonces en la psiquis de Evaristo, al punto de que creyó que incluso sin el efecto Amlo el resultado hubiese sido el mismo.

Ya como presidente municipal electo, Hernández comenzó a dar indicios de que algo estaba fallando en su cabecita. Un día estuvo en Córdova junto con los demás regidores electos y uno de ellos le propuso aprovechar para conocer el teleférico de Orizaba.

Quedó maravillado como niño en Día de los Santos Reyes. Se tomó la foto e incluso hizo una transmisión en Facebook Live para comunicar a sus próximos gobernados cuál era ya su primer proyecto que marcaría la diferencia.

“Si Orizaba lo tiene, ¿por qué Centro no?”, dijo aquel 16 de agosto. “Ismate y Chilapilla cuentan con una vista preciosa”, añadió. Su idea consistió en enlazar a la capital tabasqueña con esa zona del municipio, aunque sin detenerse a observar que Orizaba está rodeada de cerros y aquí es planicie.

A esa ocurrencia siguieron otras. Hasta entonces, sin embargo, nada hubo que mostrara que algo grave podría estarle sucediendo al nuevo alcalde, lo que sí se vio cuando comenzó a pelearse con la gente que se acercó a plantearle algún problema, a hacer alguna sugerencia o exponerle algún reclamo.

En una entremezcla de dictadorcillo, peleador callejero y pelafustán, Evaristo cantó pleito a cualquiera. Esgrimió que algún editor de periódico y Gaudiano le enviaban provocadores. Del oficio político de otros tiempos solo quedó, si acaso, el recuerdo.

Lo que siguió fue un 2019 desastroso. Presionado por las limitaciones presupuestales, el hombrecillo sacó al descubierto su incapacidad real, su casi inexistente formación… su vocación de porro.

Y ya se le acabó el tiempo. El 2020 y la pandemia no justifican su desastre. ¡Y quiere ser gobernador!

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