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Mascarilla obligatoria Juan Ochoa Vidal Cuando el diputado Noroña con actitud grosera se negó a usar mascarilla durante una sesión del Instituto Nacional Electoral en días pasados, dijo una gran verdad: no existe decreto que obligue a hacerlo. Con base en la evidencia científica y el repunte de la pandemia, urge legislar al respecto o, […]
7 de diciembre de 2020

Mascarilla obligatoria

Juan Ochoa Vidal
Cuando el diputado Noroña con actitud grosera se negó a usar mascarilla durante una sesión del Instituto Nacional Electoral en días pasados, dijo una gran verdad: no existe decreto que obligue a hacerlo. Con base en la evidencia científica y el repunte de la pandemia, urge legislar al respecto o, por cuestión de inmediatez, que los gobiernos estatales emitan ese decreto y se establezcan sanciones para quienes incumplan el ordenamiento.

Más aún, sería preferible que el Consejo de Salubridad General lo ordene, o que mediante decreto lo dicte la Presidencia de la República.

El ayuntamiento de Querétaro lo ordenó desde el pasado sábado vía reglamento acordado por el cabildo, que dispuso aplicar multas que van de los mil 303 a los 26 mil pesos y hasta 36 horas de arresto. Es pertinente aclarar que se usa la expresión “cubrebocas”, que ni siquiera existe en el diccionario. Lo correcto es mascarilla.

A falta de decreto, es un buen comienzo lo que se instrumentó el municipio de Querétaro: multas de hasta 26 mil pesos y 36 horas de arresto para las personas que no utilicen las mascarillas en lugares públicos y/o que hagan fiestas o reuniones, las que son propicias para la propagación del virus.

En Tabasco, hay gobiernos municipales que han reinstalado controles sanitarios, como sucede en Huimanguillo. El subsecretario de Salud federal aseguró en días pasados que más del 80 por ciento de la población en México usa la mascarilla. Es toda una incógnita de dónde sacó ese dato.

No tiene caso paralizar la economía y hacernos así más daño. No obstante, se requiere mayor energía gubernamental para proteger el interés de la mayoría.

Pérdida y avance
El 2020 habrá sido un año que recordaremos por el impacto que tuvo en nuestras vidas; pero no solo por los muertos y los recuperados de COVID19 con o sin secuelas en su salud, así como por la profundización de la pobreza y el incuantificable retroceso económico, entre otros aspectos, sino también por el extraordinario avance científico, la apertura hacia el mundo digital y la visualización de que por delante tendremos situaciones mucho más delicadas: otras pandemias y el cambio climático que apenas comienza a darse.

En cuanto al avance científico, baste el dato de que nunca se había logrado una vacuna -varias- tan rápido. Esto, en lo que constituye una demostración de que al conjugarse la fórmula de mucho dinero, conocimiento, enfoque hacia metas científicas específicas y el sentido de urgencia de parte de gobiernos, universidades y empresas privadas, resulta factible dar enormes saltos en términos de desarrollo.

Asimismo, por más que más de un año después del primer brote confirmado del nuevo coronavirus todavía hay quienes insisten en lo que se ha dado en llamar teorías conspirativas y en la actitud de negación, las masas debieron haber cobrado conciencia de que es ineludible adoptar las medidas sanitarias tan básicas que se nos ha instruido en la educación básica desde hace bastante más de medio siglo, como lo es el lavado de manos y la higiene en general.

En lo consecutivo -algo que desde el siglo pasado se podía observar en imágenes de Asia- el uso de mascarilla, evitar aglomeraciones, al igual que cuidar lo que comemos y tocamos, en general proteger nuestra salud, deberá ser parte de nuestra cotidianidad. Los gobiernos quedan obligados a dedicar mayor presupuesto a los sistemas de salud, educación, digitalización y desarrollo científico, como fundamentos para la sobrevivencia colectiva.

Abatir la pobreza extrema mediante políticas públicas que vayan más allá del clientelismo electorero y la vil simulación, se erige como prioridad para quienes se dedican o aspiran al ejercicio del servicio público. Los ciudadanos estamos obligados, como nunca, a cerciorarnos de que aquellos a quienes elijamos para ocupar cargos -como sucederá dentro de pocos meses- sean individuos bien formados y no meros “grillos” demagogos, ineptos y con historial de corrupción.

Twitter: @JOchoaVidal

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