¡Cueste lo que cueste!

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
Llegamos al punto del ¡ya basta! Del ¡nunca más! Del ¡cueste lo que cueste! Se encara una situación en definitiva más grave que la de 2007, no solo por el alcance de la inundación sino también por el altísimo costo que quizá -ojalá que no- haya que cubrir en términos de pandemia y eventuales brotes de otras epidemias.

Es muy difícil, muy complicado, el conjunto de retos que enfrentan nuestras autoridades en estos momentos, en virtud de la demanda de auxilio a la población, daño a la infraestructura en general, impacto económico al plazo inmediato y también porque si a eso nos referimos esto es la gota que literalmente derramó el vaso.

Ahorita, la emergencia. Ante la angustia de muchos, la acción oficial eficaz debe darse en todos momentos, en trabajo de equipo, en los tres niveles de gobierno.

Tan pronto se supere la coyuntura, que debe incluir acciones de control sanitario muy estricto, estarán dadas las condiciones para que todos entendamos que si es necesario endeudar al estado habrá qué hacerlo, a fin de reconstruir e invertir en aquello de lo que mucho se ha hablado sin realizarse:

Se ha dicho que se necesitan por lo menos tres mil millones de pesos para la reconstrucción esencial del drenaje de Villahermosa. Aparte está lo que hay que hacer en ese rubro en Cunduacán, Comalcalco, Macuspana, Cárdenas, Paraíso, Frontera, etcétera. Todas esas ciudades, así como villas y poblados se inundan casi con cualquier aguacero y el problema radica no nada más en la basura.

Consultemos con los holandeses -entre otros que conviven con el agua- cómo hacerlo. En Lousiana, Florida y otros estados del vecino país lo han logrado, aun con huracanes y tornados recurrentes. ¿Cuesta? ¡Claro que sí!

Se requieren otros miles de millones para obras hidráulicas. Este miércoles, el Presidente de la República reiteró que se harán trabajos de dragado de ríos; pero hay mucho por hacer en ese aspecto, además de eso.

El asunto del sistema de presas del Alto Grijalva es muy complejo también: muchos suponen que funcionan para proteger a las zonas bajas; es decir, a Tabasco. No es así. Lo dirige Comisión Federal de Electricidad, porque su prioridad es la producción de energía.

Sin importar quién gobierna e incluso quién dirija a la CFE, al frente de las presas están los mismos de siempre, con la misma instrucción de hace más de medio siglo: manejar almacenamientos y vertederos bajo el criterio de que debe haber suficiente agua acumulada para la mayor eficiencia posible en el funcionamiento de las turbinas.

En esta ocasión, como en otras, los técnicos del sistema hidráulico contaron con la información suficiente, desde antes de mayo, para prever un año de mucha lluvia. Como de costumbre, dejaron que se almacenara demasiada agua y luego ganaron las prisas. Ellos sabían qué podía suceder. Manuel Bartlett no conoce del tema, ni le preocupa. La soberbia no se atempera con la edad.

Hay muchísimo por hacer. Quienes habitamos zonas que ahora se inundaron y que antiguamente fueron lagunas, riberas, vasos reguladores, debemos darnos por enterados de que tal vez el año siguiente no nos vayamos al agua pero sí nos volverá a suceder. ¿Cómo resolverlo, dada la explosión poblacional y la pobreza?

Tal como lo vemos, lo que haya que meterle de dinero a todo esto es inevitable si se quiere resolver medianamente. Señores que nos gobiernan: hagan lo que tengan qué hacer. Habrá quienes no estén de acuerdo, pero ya no podemos continuar en la zozobra.

Para colmo, enfrentamos el peligro de que lo que se había avanzado en términos de disminución de incidencia pandémica, se traduzca en un rebrote. Las razones saltan a la vista.
Twitter: @JOchoaVidal