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Núñez ya era así Juan Ochoa Vidal juanochoavidal@gmail.com Dícese que el poder transforma a las personas. En más de cuarenta años de relacionarnos con el mundo de la política llegamos a la conclusión de que lo que en realidad sucede es que los individuos, dada la circunstancia, se quitan la careta y muestran su verdadero […]
9 de abril de 2019

Núñez ya era así

Juan Ochoa Vidal
juanochoavidal@gmail.com
Dícese que el poder transforma a las personas. En más de cuarenta años de relacionarnos con el mundo de la política llegamos a la conclusión de que lo que en realidad sucede es que los individuos, dada la circunstancia, se quitan la careta y muestran su verdadero rostro: su proclividad de toda la vida a la corrupción, a la soberbia; a perversamente utilizar a los demás para sus propios fines.

En días pasados se conoció una fotografía de Arturo Núñez Jiménez en un evento de tema electoral, el que él maneja muy bien porque en su momento fue representante del PRI en la defensa del “triunfo” de Carlos Salinas, más tarde operador político de Fernando Gutiérrez Barrios (siniestro personaje de mil rostros) y Emilio Chuayffet, desde la subsecretaría de Gobernación donde compraba o reprimía a opositores, según el caso.

Una de sus “credenciales” que siempre mostró como orgullo fue la de “apagafuegos del sistema”, tarea que realizó desde un Instituto Federal Electoral creado a modo, para darle un giro distinto a la manipulación de voluntad ciudadana, e igualmente como primer presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, donde “convenció” a muchos recalcitrantes oposicionistas dándoles lo que anhelaban.

Porque sintió que le convenía, apoyó a Roberto Madrazo en la defensa del fraude electoral de 1994. Ideó entonces ridiculizar al consejero ciudadano del IFE quien más tarde sería secretario de Gobernación, Santiago Creel, mostrándolo como Catalina Creel, el personaje perverso de la telenovela Cuna de Lobos (de bobos), mas nunca se imaginó que en la coyuntura preelectoral de 2000, lo traicionaría otro más perverso y mañoso.

El Arturo Núñez que ahora dejó a Tabasco en la ruina y a las nuevas autoridades remando contracorriente, es muy dado a hablar de moralidad, de respeto a la legalidad y de trayectoria intachable; pero existen testimonios de cómo en 1997, para su elección como diputado federal, recurrió al clientelismo electorero dando a sus colaboradores la consigna que se dice como la canción: “Que no quede huella, que no, que no…”

En los tiempos previos al proceso interno que convirtió en candidato del PRI a la gubernatura a Manuel Andrade, no tuvo Núñez escrúpulo alguno para repartir en comunidades de Tabasco despensas con la etiqueta que incluía la leyenda “Huracán Mitch”.

Esto es: al menos parte de la ayuda humanitaria destinada para damnificados por el fenómeno que azotó a América Central y a Chiapas entre el 22 de octubre y el 5 de noviembre de 1998, nunca llegó a la gente que la necesitaba.

En vez de eso, quizá Roberto Albores, en ese tiempo gobernador de Chiapas, o tal vez alguien de Cruz Roja o de la Secretaría de Gobernación, la guardó y entregó posteriormente a individuos como Núñez, para su uso ilegal, con propósitos políticos.

Mitch ha sido uno de los huracanes de efectos más devastadores en el área mencionada, con saldo de once mil muertos.

Entonces, ¿Núñez se volvió corrupto e inepto como gobernador? ¿O ya lo era antes?

De buena fe, habida cuenta de la cercanía que se suponía que existía entre ambos, le comentamos lo de las despensas con etiqueta que habíamos visto, así como también a finales de marzo de 2000 le advertimos que era un error aceptar que la elección interna se realizara en la misma ubicación de casillas en donde había operado la maquinaria electoral de Madrazo en su contienda en Tabasco contra Francisco Labastida.

En los dos casos respondió dando instrucciones a colaboradores suyos para investigar y corregir esos temas. En la noche del 4 de abril despreció el ofrecimiento de Andrés López Obrador para que fuera candidato del PRD a la gubernatura. Hubiese triunfado. Pero no. No, porque quiso creer que Labastida como presidente electo quitaría a Andrade y lo impondría como gobernador. También despreció ser candidato a senador por el PRI.

Hoy continúa con la idea de que todo le salió bien y que puede sentirse satisfecho como ex gobernador. Los tabasqueños no perdemos la esperanza de que sea sometido al debido proceso, junto con sus cómplices. ¡Se escucha a gritos!
Twitter: @JOchoaVidal

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