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Sobrevivientes Juan Ochoa Vidal juan_ochoa45@hotmail.com Llegamos a un punto de la historia en el cual para la gran mayoría de la población pasan desapercibidas las implicaciones de todo tipo que tiene esta pandemia. El mundo, el México, el Tabasco en el que nacimos ya no será igual. Ahora mismo ya somos sobrevivientes. La desigualdad social, […]
24 de abril de 2020

Sobrevivientes

Juan Ochoa Vidal
juan_ochoa45@hotmail.com
Llegamos a un punto de la historia en el cual para la gran mayoría de la población pasan desapercibidas las implicaciones de todo tipo que tiene esta pandemia. El mundo, el México, el Tabasco en el que nacimos ya no será igual. Ahora mismo ya somos sobrevivientes.

La desigualdad social, pobreza, sistemas de salud y seguridad social muy deficientes, violencia delictiva, incapacidad del Estado para atender los reclamos sociales, el irreversible cambio climático, el exponencial crecimiento poblacional, son fenómenos rebasados, desbordados, ante algo que finalmente se preveía:

Desde que el conocimiento científico tuvo capacidad para alertarnos de ello, debimos darnos por enterados de nuestra fragilidad humana ante los virus, las bacterias y, desde luego, los fenómenos naturales e, incluso, eventualidades de origen cósmico.

Lo leímos en novelas, lo vimos en películas, lo advirtieron gobernantes. Es ficción, razonamos quizá. Nunca sucederá, confiamos. Nos sentimos intocables. Lo más grave es que la inmensa mayoría de la población continúa creyéndose a salvo u opta por el conformismo o resignación: “De algo me he de morir…”

Muchos se refugian en la ignorancia, en cerrar los ojos ante la realidad. Es ahí donde prosperan las conjeturas conspirativas. Total que el liberalismo como “cultura” nos condujo a asumir que lo que importa es vivir el momento, sin preocuparse por el mañana. Igualmente, que hay que experimentar de todo, porque además el individualismo y la inmediatez están por encima de los valores morales.

Hay quienes se refugian en la religión, de manera torcida, con interpretación de doctrinas o creencias a modo: “Si me pasa algo malo, será porque Dios me abandonó o me castiga; Dios me protege de todo mal y por eso no me contagiaré…”

Hoy, cuando Naciones Unidas ha advertido de la “pandemia del hambre” que se cierne sobre la humanidad, con la estadística global acercándose a 200 mil muertos, los científicos se sorprenden cada día con información nueva mas no hay tratamiento, cura o vacuna eficaz para el COVID-19.

Experiencias compartidas por médicos, dejando a salvedad el hecho de que se trata de comentarios carentes de la debida validación científica, refieren que incluso pudiese haber mutado ya esta cepa de coronavirus, lo que de ser así complicaría los esfuerzos para encontrar prevención y remedio.

Un médico hematólogo de Paraguay, especialista en SIDA, atendió a una mujer joven que presentaba hemorragia nasal y en las encías. Análisis clínicos diversos no arrojaron información que esclareciera el caso. El problema se controló mediante la aplicación de corticoides. La paciente nunca presentó fiebre, dolor de garganta o muscular, ni dificultad para respirar.

El especialista ordenó dos estudios para detectar virus. Uno de ellos, el COVID-19. Y resultó positivo. Dos semanas después, clínicamente sana, la mujer fue dada de alta.

En España se diagnosticaron como contagiados con la pandemia dos personas que presentaron síntomas parecidos a los de pie diabético. Otra mujer murió de leucemia de desarrollo fulminante y en la autopsia se incluyó el examen del COVID-19 que también resultó ser positivo.

Un médico italiano atendió a pacientes en quienes el virus provocó meningitis y severo daño cerebral, aunque sobrevivieron. Un neumólogo de origen latino radicado en Alaska cree que el camino a seguir para atender a contagiados pudiere ser el de la utilización de desinflamatorios y anticoagulantes.

Hay alto grado de coincidencia de opiniones en cuanto a que la pandemia no equivale precisamente a neumonía y que en realidad ataca al sistema neumológico, lo cual provoca una fuerte respuesta del organismo, la que podría terminar matando por sí misma al individuo.

Esto es: tal vez entre más vigoroso el sistema neumológico, peor aún para el paciente, lo que explicaría el porqué hay ancianos que sobreviven y jóvenes y niños que sucumben; pero nada de eso es denominador común, ni nada concluyente.

En síntesis, la expresión filosófica de la ciencia del “yo solo sé que no sé nada”.

Así, los científicos continúan en terreno desconocido. Y no se trata de deprimirnos, de darnos por vencidos e hundirnos en el catastrofismo; pero sí hay que ser realistas y actuar en consecuencia. Acatemos las indicaciones gubernamentales.
Twitter: @JOchoaVidal

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