Escenarios
Juan Ochoa Vidal ¿Qué tanto se podrá avanzar? En 1983 me invitó a comer Luis Echeverría. Hacía unos meses que Miguel de la Madrid había asumido la Presidencia de la República y de que di seguimiento de sus actividades para las ediciones vespertinas del diario Excélsior, durante los cuatro meses previos. Estaba prejuiciado por los […]
13 de septiembre de 2019

Juan Ochoa Vidal

¿Qué tanto se podrá avanzar?

En 1983 me invitó a comer Luis Echeverría. Hacía unos meses que Miguel de la Madrid había asumido la Presidencia de la República y de que di seguimiento de sus actividades para las ediciones vespertinas del diario Excélsior, durante los cuatro meses previos.

Estaba prejuiciado por los libros, artículos y cuanto escuché antes con respecto a quien se considera que desde la Secretaría de Gobernación ordenó la matanza de Tlatelolco. Se me asignó la cobertura informativa del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo, y así conocí y comencé a tratar a Echeverría.

Me sorprendió la sencillez del “monstruo sanguinario”, así como su inteligencia y conocimiento sobre prácticamente cualquier tema. Aunque renuente a hablar sobre los sucesos de 1988, 1971 (Jueves de Corpus) y cómo sofocó a la guerrilla de Lucio Cabañas, sí aceptó una entrevista en torno de los retos para el nuevo gobierno.

En septiembre, José López Portillo había gritado, lagrimoso, durante su último informe, que defendería al peso “como un perro”, pues se registraban indicios claros de que México se hundía en la vorágine de la inflación y en general el peor quebranto económico hasta esa fecha.

Echeverría levantó ámpula con una expresión que le publiqué: “Ya no somos un país en vías de desarrollo, sino uno en vías de mayor subdesarrollo”.

Durante la comida-entrevista, en la cafetería del CEESTEM, a mis veintitantos años me puse a pensar cómo fue que alguien evidentemente brillante, todo un intelectual, dejó tras de sí un sexenio más de desatinos y corrupción, además de baño de sangre tanto en su periodo como en el de Gustavo Díaz Ordaz.

No obstante, también pude percatarme de la profundidad de su reflexión y recordé que un sexenio tras otro pasa lo mismo: llega un nuevo gobernante que resulta ser peor que el que se retira.

En este punto damos un salto histórico hasta el año 2000: a muchos ya se les olvidó o no lo vivieron, mas el hecho es que el triunfo electoral de Vicente Fox suscitó una altísima expectativa, máxime que el tipo con botas hoy quemadísimo siempre ha sido muy dado a las habladas, como dicen en el norte; muy “sácalepunta”, como se dice o decía en Tabasco.

De la Madrid, por cierto, usó como principal lema de campaña la “renovación moral de la sociedad”, que se tradujo en ley, y puso a coordinar ese programa a Samuel del Villar, controvertido personaje que en 1987 se sumó junto con Ifigenia Martínez, Porfirio Muñoz, Jorge Alcocer (el traidor) y César Buenrostro, a Cuauhtémoc Cárdenas; primero para demandar la apertura de espacio de participación política en el PRI y luego, ya espulsados de ese partido, para fundar el Frente Democrático Nacional.

Hoy quise referirme a Echeverría, Jolopo, Fox y demás personajes, con el propósito de proponer que intentemos poner las cosas en contexto al analizar la actuación de Andrés López Obrador, quien en el sexenio de De la Madrid, ante la insurrección interna del PRI en su contra, encabezada por José Eduardo Beltrán (sí, ese mismo), sale de la dirigencia estatal de ese partido y Manuel Bartlett le abre un espacio como director de Divulgación del Instituto Nacional del Consumidor a cargo de Clara Jusidman.

La propuesta es ver a la política y ejercicio gubernamental como es, como ha sido y ya no debiera ser; que intentemos dimensionar el tamaño de la expectativa ciudadana actual y contrastarla con la realidad mexicana; la de antes y la de ahora, tanto en el plano económico y las decisiones gubernamentales en la materia, como en lo referente a la prometida lucha contra la corrupción.

México tiene dos mil 458 municipios. Cada uno de ellos vive su propio infierno. Somos una nación muy diversa, producto del mestizaje, con mucha riqueza y pobreza extrema. La naturaleza humana por sí misma es muy complicada.

Entre las pocas cosas en las que coincidimos como nación, está la proclividad a la autodenigración, y asumimos y proclamamos que somos el país más corrupto y violento del mundo, cuando que en realidad tampoco podemos adjudicarnos ese “logro”.

El reto es enorme, así como lo son los rezagos, marginación, miseria e injusticia.

¿Qué tanto se podrá avanzar en el actual sexenio? Mera pregunta.Twitter: @JOchoaVidal

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