El duro Pemex
Yo le dije a mi papá: no hubieses vendido ese pedazo; tu terreno ahí estuviera. Ahora por estar reclamando tu lugar vienen a atropellarte. Erwin Macario / Periodismo y utopía Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com Pemex viene con todo contra el pueblo de Tabasco. Inaugurar un hospital que ofreció hace siete años, cuando los tabasqueños sufrían las […]
9 de julio de 2014

Yo le dije a mi papá: no hubieses
vendido ese pedazo; tu terreno ahí
estuviera. Ahora por estar reclamando
tu lugar vienen a atropellarte. Erwin
Macario / Periodismo y utopía

Erwin Macario
erwinmacario@hotmail.com

Pemex viene con todo contra el pueblo de Tabasco. Inaugurar un hospital que ofreció hace siete años, cuando los tabasqueños sufrían las inundaciones y los daños agravados en el campo por los desperdicios petroleros, es una forma de chantaje a las actuales autoridades y al pueblo.

En un evento casi en secreto, o al menos sin la mínima cortesía política con las autoridades tabasqueñas, tanto el director general de la paraestatal, Emilio Lozoya Austin y el dirigente del STPRM, Carlos Romero Deschamps, aprovecharon la entrega de ese hospital —que es una mínima parte de lo que se debe a esta entidad y su pueblo por el daño económico y social que la explotación petrolera le ha causado— para pedir, casi chantajear al Gobierno estatal, que intervenga —no dijeron pero quisieran decir con toda la fuerza, la represión pública— contra los tabasqueños que manifiestan su inconformidad social por los daños que han causado la paraestatal en sus comunidades.

Quiere Petróleos Méxicanos que el gobierno tabasqueño les resuelva problemas que la prepotencia y el abuso de los dueños de México y las compañías que trabajan en el área petrolera han ocasionado de siempre.

No tiene caso repetir aquello del poeta que el niño Dios escrituro un establo y los veneros de petróleo el diablo porque, más que nadie, los tabasqueños saben cuánto han pagado en sus tierras y aguas, en sus comunidades, en su propia población afectada por enfermedades y muerte,  por mantener la economía de México y el latrocinio de sus presidentes y sus gabinetes.

El pasado es una pesada loza que Pemex y los presidentes, todos: los anteriores del PRI, los dos del PAN y el actual, quisieran olvidar. Pero el tabasqueño ha pagado hasta con sangre la riqueza nacional que el petróleo ha significado para nuestro país.

Por eso debe haber indignación en los tabasqueños. Entender que no se trata, otra vez, sino de defender a Tabasco para que no lo atropelle de nuevo la soberbia del petróleo.

Ahorita —permítaseme tabasqueñizar con esa palabra—, Lozoya Austin minimiza los daños de la explosión que el pozo Terra ocasionó en varias comunidades indígenas que defiendien su derecho a que se les restituya al menos parte de las afectaciones en sus tierras y cultivos, por cierto mínimos pues la explotación petrolera ha acabado poco a poco con la productividad en el campo tabasqueño, ha contaminado sus aguas, ha dañado la ecología, transformado el modo de vida de Tabasco.

Antes se quejaban de la industria de la reclamación;  si algo tuvo de censurable es que de ella se hayan aprovechado funcionarios del pasado, ahora en cargos públicos. Mucho dinero se quedó camino a las comunidades por esos conceptos. Pero también muchas obras sociales, caminos, aulas, carreteras y hospitales se les ha negado por parte de quienes así debieron, con esas acciones, paliar el dolor y coraje que se ha ido acumulando, principalmente entre los indígenas de Tabasco.

Que digo minimiza los daños y perjuicios. Los hace a un lado. Los ignora y se queja de que México está perdiendo, que Pemex está perdiendo 3 millones de dólares diarios por los bloqueos a sus instalaciones.

Usted ni yo somos tontos, queridos lectores y electores. Se necesita ser más tonto que nosotros los tabasqueños —según creen los de Pemex, claro— para no entender que si están perdiendo esa cantidad, diariamente, bien se podría llegar a un arreglo con las comunidades. Pagar daños y perjuicios y hacer obras sociales que son necesarias. Pero se trata de mostrar poder, aunque, en este caso, el que tiene que enfrentar a su pueblo sea el gobierno de Tabasco. Eso es lo que quieren. Eso presionan.

Pemex ha mostrado la cara de la rudeza. Primero amenazó con irse de Tabasco. ¡Sí, como no!  Nadie creyó que dejaran enterrado el petróleo, que tanto quieren y que sobreexplotarán ahora con las reformas energéticas: exprimirán al máximo a Tabasco. En sus aguas, sus tierras y hasta en sus Pantanos de Centla. Nuevamente, como en la época de López Portillo, el petróleo será prioritario sobre la propia población y sus propiedades y ejidos. Lo de la servidumbre de paso para que las compañías, ahora extranjeras, atraviesen el territorio tabasqueño, atropellen propiedades y parcelas ejidales, será la prueba y el nuevo dolor social.

Quejarse de que están perdiendo, es una mentira. Están dejando de ganar, es otra cosa. El petróleo está ahí, debajo de nuestras tierras y nuestras aguas. Como estaba desde que Pemex arreció, en los años 70, su violencia “institucional” contra Tabasco. Esa vez usaban a la Procuraduría General de la República contra campesinos afectados por los pozos petroleros, como el caso del pozo Oxiacaque 75, que relato en mi libro Periodismo y utopia. Ahora quieren que sea el Gobierno de Tabasco el que reprima a su pueblo.

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