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El Caín del infierno cultural. Rogelio Urrusti, ejemplo cultural en el estado
Una breve semblanza de la vida y obra del artista tabasqueño Luis Enrique Martínez Rumbo Nuevo Rogelio Urrusti es el Caín del infierno cultural de Tabasco desde 1990. Pero durante más de 56 años de vicisitudes personales ha demostrado tener «las nueve vidas del gato rojo» a pesar del México desigual y mísero que la […]
24 de mayo de 2019

Una breve semblanza de la vida y obra del artista tabasqueño

Luis Enrique Martínez
Rumbo Nuevo
Rogelio Urrusti es el Caín del infierno cultural de Tabasco desde 1990. Pero durante más de 56 años de vicisitudes personales ha demostrado tener «las nueve vidas del gato rojo» a pesar del México desigual y mísero que la clase gobernante y política fomenta aunque se asuma revolucionaria.
De chamaco rechazó seguir el ejemplo paterno al boxeo. Optó por emular al cantautor Juan Gabriel y recibió como premio una bofeteda que lo hizo refugiarse en el sueño infantil de volar al horizonte. No demoró mucho el viaje: en la escuela primaria de Ciudad Mendoza, Veracruz, era el alumno de los dibujos. El niño prodigio de la antigua Santa Rosa, el pueblo que junto con Nogales acompañó la huelga de la fábrica de hilados y tejidos de Río Blanco, el 7 de enero de 1907.
Ese espíritu revolucionario lo libró de las muchas enfermedades que la desigualdad económica asigna a la mayoría de las familias mexicanas y de un coma diabético cuando ya el Rogelio Urrusti había dejado al Rogelio Chávez Maceda sólo para cumplir trámites burocráticos.
Siendo un joven campirano llegó a la capital del país tan sólo con la ilusión de acreditar la habilidad y destreza al dibujo y la pintura que desde muy pequeño convirtió en hábito. En 1980, ingresó a la Escuela Nacional de Dibujo, Pintura, Escultura y Grabado, La Esmeralda. Inicia el aprendizaje en el aula sin obtener el título que otros, con menos inclinación artística, presumen por doquier, particularmente en las paredes de sus casas.
Mendocino de Veracruz, cohabita en el entonces Distrito Federal distante de la timidez provinciana pero inclinado a las organizaciones de la izquierda política de México. En un momento llega a noviar con una de las hijas de Arnoldo Martínez Verdugo, el persuasivo dirigente del Partido Comunista de México. Posteriormente, milita en el Partido Mexicano de los Trabajadores. Ahí conoce a Naranjo, ahí lo encuentra la revolución sandinista.
A la primera invitación, sin dudarlo, en 1984, se incorpora a la Segunda Campaña de Alfabetización Rural en Nicaragua tras el triunfo del movimiento armado que acabó con la dictadura de Los Somozas.
Con otros connacionales, integra la Brigada «Aracely Pérez de Arias (una mexicana incluida en la guerrilla nica)». Es asignado a la zona norte de Las Nuevas Segovias del país centroamericano: Estelí, Ocotal, Condega, Totecazinte, Santa Clara, Jalapa y Mural, Zomoto y Palecachuina.
Un año después, ya está de regreso al país. En la capital recibe el terremoto del 19 de septiembre de 1985; también vive de cerca la explosión de San Juanico. Como lo había hecho en Nicaragua, en ambos desastres, natural, uno, otro producto de la impericia humana, se solidariza con las familias afectadas incursionando en las brigadas de rescate.
Otra vez «el gato rojo» se rifa otra vida. Regresa al puerto de Veracruz en 1986. Empieza a saciar el hambre haciendo caricaturas en los portales. A la par colabora en diversos periódicos y revistas jarochas hasta ingresar al Instituto de Cultura de Veracruz. Ahí lo encuentra Eloisa Ocampo, la titular del Centro de Estudio e Investigación de las Bellas Artes (CEIBA).
El Caín está en Tabasco. Y desde Villahermosa va conociendo e identificando las adversidades culturales de Tabasco. La principal: el menosprecio de los gobiernos estatal y municipales a la cultura. De ahí la alta burocracia administrativa que obstaculiza el camino de los creadores.
A partir de 1990, Urrusti es el centro de atención de la caricatura en Tabasco. Pero también de las artes plásticas pues llega a presidir el Colegio de Artes de Tabasco. Como lo ha hecho a nivel internacional y nacional, gana cuanto concurso de caricatura y diseño sea convocado por instituciones públicas y privadas. Comparte no sólo amistad sino triunfos con el maestro Gút. Es una dupla artística invencible e incorruptible. Uno crea el mural Heredarás El Submarino; Urrusti es el auxiliar cómplice. Y, finalmente, el heredero.
Sale enemigos gratuitos pero más amigos de convicción y conciencia. Entre los primeros están los envidiosos y alumnos de mala leche; en el otro grupo aparecen quienes no lo dejan, no olvidan aunque ya estén disfrutando las mieles del arte. Esos son los que lo acompañan en las buenas y en las malas. Y son los que disfrutan de su platica, escuchan sus poemas o las veces que ejecuta la armónica para hacer del blues la vida que nunca hay que dejar de olvidar.
Urrusti es una fuente de información. No hay canal de televisión, radio o medios impresos que no lo entreviste. Ahora mismo las redes sociales persiguen también al periodista director de la revista Laquesigue.
En la incipiente Cuarta Transformación de México, vuelve a ser noticia con la Exposición «6 Toros de 6». La de este viernes 24 de mayo no es la semilla del concepto. El 4 de julio de 2014, montó la primera en la gran sala del Jaguar Despertado. La diferencia entre una y otra, sin embargo, no será el vestíbulo del hotel Villahermosa Viva, sino que en la de este año ya no llegará Mariano Aguado Pola, el juez de plaza de la Monumental Plaza de Toros Villahermosa —inaugurada el 21 de abril de 1978—, quien calificaría su destreza también en el arte taurino en una corrida que nunca se llevó a cabo.
(La primera corrida de toros en México la presenció Hernán Cortés en 1524, en terrenos donde ahora está el zócalo de la Ciudad de México. Mientras que en Tabasco, el primer cartel que se presentó fue con los matadores Vicente Rabelo El Veracruzano, y Roberto Gómez, el domingo 13 de mayo de 1923).
Lo prolífico de Urrusti salta a la vista no obstante el físico. Si vale, es enclenque como El Quijote. Por tanto, su arte es universal.

Urrusti, el pensador
«Es el tiempo en que la solidaridad del ser humano debe crecer. Estar consciente de que existimos en una sociedad de cambios drásticos, en los que urge trabajar en equipo e insistir sobre la democracia, la autocrítica, la reflexión, la cultivación de un verdadero ente inteligente: que se expresen los poetas, los artistas plásticos, los fotógrafos, las plumas analíticas, los ecologistas, los jóvenes…» (publicado en Laquesigue del 31 de octubre de 2014).

Urrusti, literato
«Sostiene el violín con su mano izquierda. De la mano es la tarántula de los dedos ligeros y presurosos, sobre las cuerdas. El instrumento tinta de nostalgia, el trino de urracas, desde los cables mecen su canto alárico, los postes también son hamacas de palomas; quedan pocos ya, los de madera en la calle Peredo.
La caja del violín se posa al hombro izquierdo, montada en el deltoides que pálido brilla más que el tinte colorado de la madera. Ella coloca su barbilla delicada y triangular sobre la parte superior de la tabla.
El mismo Paganini envidiaría los movimientos a cinco falanges y la insistencia suave del arco sobre las olas; iza al cielo la vara, la baja en diagonal, como buscando llegar al mar inframundo: se escucha la marea desde la caja de caracol y los sonidos alarman al silencio que aburrido se tira a la calle, ebrio de notas llora frente a la banqueta donde asombrado me quedo escuchando la música.
Ella se convierte en mi paisaje urbano. Es una pintura polícromada de suspiros y las notas más hermosas. Ella de perfil respira altiva, sobre los ojos en trance sobre la partitura. Entrecierra las pestañas, poseída en la magia que ha generado desde el violín. En el vaivén su cabello hace movimientos arqueados, me pierdo en su negrura con mis pupilas de lobo y oteo el amanecer.
Algunos vecinos del callejón de Peredo, con cara de puerta, echan doble cerradura al corazón para que sus humanidades y almas cristianas no sean encantadas; al menos eso dicen, prenden veladoras en tiempo de muertos y se santiguan.
Para entonces este hijo de Caín ya ha prendido un cigarro con esa piedad que deja el calor del cerillo al fresco norte de diciembre. Caray, en ocasiones me gusta la soledad, aun cuando los pensamientos se despojan de mí: pero esta tarde sólo paseo mis perros sentimientos para que hagan sus necesidades.
Me desangro desde los oídos con esta oportunidad que brinda la calle, el violín de esa muchacha pálida, descubierta de espaldas en un paseo carnívoro de la base del cráneo hasta el talle y las cortinas no impiden el pálpito aspirante. Ella seguira ejecutando su violín de espaldas a la ventana, Las estaciones del año, la Obertura 101, No. 7 de Antonio Devorak: la Humoresque.
Camino por la calle de Peredo con la piel un tanto arrugada, con mirada de lobo viejo y las orejas izadas, oteo la ventana y todas las tejas que, desmañanado, he recorrido durante veite años en esta ciudad que ya es mi tierra santa. La calle completa se ha ido. Solo quedo y las moscas zumban».
Diciembre de 2010. Laquesigue.

Urrusti, revolucionario
«En 1980 Tomás Borge, comandante de la Revolución Sandinista en Nicaragua, dijo en su discurso de El Arte como herejía: «… el hombre que no es capaz de soñar, es un pobre diablo, un eunuco; el hombre que es capaz de soñar y transformar sus sueños en realidad es un revolucionario; el hombre que no es capaz de amar es un animal, es un primate (…) el hombre que es capaz de amar y hacer del amor un instrumento de cambio es también un revolucionario. Un revolucionario por lo tanto es un soñador, es un amante, es un poeta, porque no se puede ser un revolucionario sin lágrimas en los ojos, sin ternura en las manos… »
Soñar y amar es un instrumento de cambio, es revolucionar lo mejor posible todo lo que pueda funcionar para una nueva sociedad y que con ello propicie la permanencia humana en la tierra, en el pueblo, la ciudad, el estado. (Publicado en Laquesigue del 30 de junio de 2014).

Urrusti, columnista
(Fragmento de la columna Nueve Clavos de su autoría, publicada en Laquesigue del 28 de febrero de 2014):
«Le pregunté si era dibujante, levantó las cejas y atrás de los vidrios, entre brillos tenues, sus ojos pequeños. Me contestó con la pregunta: «¿Y…tú, acaso vienes a pedir chamba?; ¿conoces a alguien?; muéstrame tus trabajos». De alguna manera me sentí halagado, pero no me duraría el gusto. «Sabes que muchos caricaturistas y dibujantes han venido y se han ido sin resultados, si no conoces a nadie el sindicato te la pondrá difícil. «¿Conoces a Ahumada?, me preguntó. «Ese chavo ha de ser remariguano, sí, conozco sus historietas remafufas», le dije. Soltó una carcajada, mostró algunos dibujos super elaborados en acuarela y a la tinta china. «Soy yo», contestó. Sonrojado, asistí al llamado de la secretaria de la Dirección (de La Jornada). «Don Carlos (Payán Velver) no le puede atender por hoy, pide le disculpe», me dijo. Salí del periódico todo chiviado y sin esperanzas. También perdí el contacto con Inna Payán (hija del primer director fundador del periódico citado).
¡Cómo da vueltas la vida! De veras. Ahumada vino a Tabasco a invitación del Instituto de Cultura, quien lo dejó a la deriva como otras veces lo hacía con varias personalidades que desconocía. Sin publicidad ni gente para la conferencia que impartiría en la galería del Jaguar Despertado, de donde me llamaron al CEIBA para acarrear alumnos y llenarle el foro. A esa petición no accedí pero sí acudí a recibirlo y saludarlo. Nos dimos un fuerte abrazo, le recordé lo de La Jornada; sólo reímos y nos fuimos a tomar un café. Se canceló el evento pero invité al día siguiente a Ahumada para charlar con mis alumnos de artes plásticas en los talleres del CEIBA, ahí asistió con gusto y desenfadado, hace diez años aproximadamente».

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